Autor: Dr. Ángel M. Rodríguez
La parábola del rico y Lázaro (Luc. 16:19-31), ¿sugiere que no quedamos totalmente inconscientes cuando morimos?
Quizá la cuestión básica sea si esta historia es una parábola o una narración histórica. Si es histórica, entonces Jesús está describiendo lo que realmente le sucedió al rico y a Lázaro después de haber muerto. Si es una parábola, necesitamos buscar su propósito.
1. ¿Un evento histórico? Una lectura del pasaje indica que no está describiendo un evento literal que haya ocurrido después de la muerte. Si fuera histórico, se requeriría una lectura literal; sin embargo, una interpretación literal revela algunos problemas serios.
Primero, no se hace una referencia explícita al alma o al espíritu de Lázaro o del hombre rico. Los que creen que la historia describe las condiciones durante el estado intermedio entre la muerte y la resurrección, también enseñan que el alma o el espíritu sobrevive después de la muerte, pero no el cuerpo. Pero una lectura literal del texto indica claramente que estaban en el «infierno» (del griego, hade) en forma corporal. Jesús mencionó la lengua del hombre rico, el dedo de Lázaro y una comunicación verbal. Sus ojos los capacitaban para verse entre sí. Este vocabulario y la imaginería indican que no estamos tratando aquí con espíritus separados del cuerpo.
Segundo, en esta parábola el lugar de descanso para los salvos no es la presencia de Dios, sino el seno de Abrahán, un lugar de felicidad para la literatura judía; obviamente, no un lugar literal. La frase era utilizada entre los judíos para referirse al elevado privilegio de sentarse a la diestra de Abrahán.
Tercero, la parábola sugiere que los justos y los malvados coexisten cerca unos de otros. Si los justos pudiesen ver el dolor y el sufrimiento de los injustos, eso no sería un estado universal de paz y descanso.
Cuarto, el término hades (infierno) no es utilizado en ningún otro lugar del Nuevo Testamento como un lugar de tormento eterno, sino sencillamente como la tumba o el reino de la muerte. Por lo tanto, una interpretación literal de la historia contradeciría lo que la Biblia enseña en otras partes acerca del tema.
Quinto, una interpretación literal también contradice la enseñanza bíblica de que las recompensas se otorgan después de la segunda venida de Cristo, y no inmediatamente después de que la persona muere (Mat. 25:31, 32; Apoc. 22:12).
2. ¿Una parábola? Es muy probable que Jesús no haya estado analizando la condición de los muertos durante el estado intermedio, sino sencillamente contando una parábola. Esta parábola, como todas las parábolas, tiene uno o varios propósitos. El texto mismo revela dos grandes propósitos. El primero provee alivio a los seguidores oprimidos de Cristo: El tiempo llega en que su fortuna será revertida; los malvados serán humillados y los justos serán exaltados por Dios.
El segundo, y posiblemente más importante elemento de la parábola, enseña que nuestras decisiones en esta vida llegan a ser irrevocables después de que morimos. No existe algo como el purgatorio. Debemos escuchar «a Moisés y los profetas» mientras estamos vivos. Las Escrituras son suficientes para instruirnos acerca del propósito eterno de Dios para nosotros.
3. ¿Por qué Jesús escogió esta parábola? Jesús contó esta historia como un vehículo para enseñar a sus oyentes una lección importante; es meramente una ilustración. Pero ¿porqué utilizaría una historia con tan mala teología? En un sentido, lo que hizo fue muy similar a lo que hizo con la parábola del siervo injusto (Luc. 16:1-10). Allí, Jesús no estaba enseñando que la administración deshonesta del dinero es correcta; estaba enfatizando la importancia de colocar nuestros recursos al servicio de los demás y de Dios.
En la parábola del hombre rico, Jesús estaba recontando una historia bien conocida por su audiencia. El trasfondo de esta parábola era una historia tradicional que se remonta a orígenes egipcios. En la versión judía, se hacía un contraste entre la experiencia de un pobre erudito y un rico publicano. En un sueño, un amigo del erudito pobre lo vio gozando de las bienaventuranzas celestiales en un jardín paradisíaco con surgentes de agua, mientras que el hombre rico, de pie ante una surgente, es incapaz de beber el agua.
Jesús contó esta historia ficticia y la dramatizó para que su discurso sea más relevante para su audiencia. Su enseñanza: solo tenemos esta vida para escoger nuestro destino eterno.
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