Sin lugar a dudas, las ideas e influencia quedan. Rafael Díaz comentó hace algunos meses que fue seguidor de Hugo Gambeta;[1] y que, por ello y por haber dividido a ciertas iglesias, él fue disciplinado. Lo bueno que Díaz dejó de ser gambetista. Lo preocupante es que, luego, se pasó a seguir a David Gates; pasó de seguir a un falso maestro a seguir a un falso profeta.
¿A dónde quiero llegar con esto? Simple: por más que uno cambie de maestro, las ideas o influencia quedan, y esto lo percibo en Díaz. La idea de que Jesús tuvo la naturaleza pecaminosa como la de nosotros ―la llamada “naturaleza de Adán después de pecar”― la enseñó mucho Gambeta, a quien Rafael seguía.[2] No sorprende por qué, hoy, él reproduce ideas gambetistas y termina criticando a la Lección de Escuela Sabática.[3]
¿El autor de la Lección de Escuela Sabática ―el Dr. Félix Cortez― tuvo razón al escribir que Cristo no tuvo una naturaleza humana caída, igual a la de nosotros? La crítica de Díaz a la lección de esta semana ¿tiene sustento bíblico? ¿Qué naturaleza humana tuvo Cristo? Lo que escribiré en este blog, que será algo breve, trata de aclarar el supuesto error de la Lección de Escuela Sabática. Personalmente, considero que la posición de Díaz es incorrecta y lo que está en la Lección sí es correcta.
¿Somos pecadores por naturaleza, o desde que pensamos o hacemos algo malo?
Para Díaz,[4] somos pecadores desde que hacemos algo malo o lo maquinamos; para él, el pecado no es un estado, sino una acción,[5] aun así esté en la mente. Él rebaja el pecado desde un estado a una acción. ¿Es bíblica esta interpretación? Claro que no. ¿Qué dice la Biblia al respecto?
En primer lugar, la Escritura sí señala que cuando hacemos o pensamos algo malo, llegamos a cometer pecado. Inclusive, define al pecado como una acción u omisión. Leamos los siguientes textos bíblicos:
- 1 Juan 3:4: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”.
- Santiago 4:17: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.
- Mateo 5:28: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”.
Estos textos evidencian que, cuando uno hace o piensa algo malo, comete pecado. Somos pecadores porque hacemos o pensamos algo malo.
En segundo lugar, la Biblia también indica que uno es pecador por naturaleza, inclusive desde el vientre de su madre. La Escritura revela que el pecado es, esencialmente, un estado o condición. Nosotros no somos pecadores desde que hacemos o pensamos algo malo; en realidad, hacemos algo malo porque esa es nuestra naturaleza o estado. Esto se evidencia con los siguientes textos bíblicos:
- Salmo 51:5: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.
- Salmo 58:3: “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron”.
- Romanos 7:14: “Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado”.
- 1 Juan 1:8: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”.
- Romanos 7:17-20: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”.
Estos textos demuestran que somos pecadores por naturaleza aun desde el vientre de nuestra madre, esto evidencia Salmo 51 y 58. Toda criatura que nace en este mundo tiene la naturaleza pecaminosa o inclinación al mal; por una sencilla razón: las tendencias y las inclinaciones al mal se heredan. Esta tendencia al mal se llama “concupiscencia”, y la tenemos todos. La concupiscencia es tan fuerte, que el mismo Pablo, como se acaba de leer en Romanos 7, confiesa su preocupación, ya que quería hacer lo bueno y no podía.
Por tanto, el pecado no es una mera acción o pensamiento, sino un estado. Esto justifica, por ejemplo, cuando el Señor, en el AT, ordenaba erradicar una nación entera, incluyendo mujeres y niños. ¿Por qué? Porque los niños habían nacido con las inclinaciones y tendencias al mal de sus padres. De hecho, dejarlos vivos implicaría la reproducción de la maldad. Por una sencilla razón, el pecado es como un virus que afecta al todo del ser humano, incluye lo físico, lo mental, lo emocional y lo espiritual. En realidad, aun desde que nacemos, todo nuestro ser está afectado por el pecado.
Como somos pecadores por naturaleza desde el vientre de nuestra madre, con el objetivo de ser recreados espiritualmente, necesitamos nacer de nuevo. Como el pecado es un estado y no se puede rebajarlo a una mera acción o pensamiento, es que Cristo, en Juan 3:3, pide un nuevo nacimiento de nosotros. Como hemos nacido pecadores y estamos bajo el poder del pecado; entonces, requerimos de un nuevo nacimiento para ya no estar bajo ese poder. Si no nacemos pecadores ¿de qué serviría nacer de nuevo?
Como la inclinación al mal va, naturalmente, de los padres a los hijos, es que Cristo estuvo en el vientre de María por una obra sobrenatural del Espíritu Santo; de lo contrario, si hubiese sido un nacimiento natural (como el de nosotros), el Señor Jesús habría tenido la misma naturaleza pecaminosa que nosotros.
Por cierto, si un ser humano recién es pecador cuando hace o piensa algo malo ¿qué naturaleza tiene antes de dicha acción? Si es la naturaleza pecaminosa ¿cómo es que no es pecador en ese espacio intermedio? Sería importante una aclaración al respecto por aquellos que rebajan el pecado a una acción o pensamiento.
Por lo tanto, la propuesta de Díaz ―de que el pecado es una acción o pensamiento, y no un estado― no es bíblica. Las Escrituras evidencian que, aun desde el vientre de nuestra madre, nosotros ya tenemos la inclinación al mal o ya somos pecadores. Un niño no espera hacer algo malo para recién ser pecador, él ya lo es por naturaleza.
¿Qué naturaleza humana tuvo Cristo?
En el adventismo, hay tres propuestas principales sobre la posible naturaleza humana de Cristo: (1) la prelapsaria (la de Adán antes de pecar), (2) la postlapsaria (la de Adán después de pecar y la que tenemos nosotros) y (3) ninguna de las dos anteriores, ya que su naturaleza humana fue única. Quienes se inclinan por la segunda propuesta, generalmente, son los que tienden al perfeccionismo y a aceptar la Teología de la Última Generación (la cual no tiene sustento bíblico);[6] y quienes se inclinan por la tercera, por lo general, son los eruditos de nuestra iglesia. En este blog, nos inclinamos por la tercera. En el caso de nuestro hermano Díaz, él se inclina por la segunda propuesta.
¿Qué naturaleza humana tuvo Cristo? Para comenzar, no tuvo la prelapsaria, por una sencilla razón: Cristo experimentó los efectos del pecado. Por ejemplo, Jesús tuvo hambre y sed (Mt 4:2; Jn 19:28-29), Adán y Eva ―antes de pecar― no experimentaron tales cosas. Cuando Él vino a la tierra, experimentó las tempestades (Mt 8:23-27), el inmenso calor en el desierto, etc. Tales efectos, en Génesis 1 y 2, no lo experimentaron Adán y Eva. Si Cristo hubiese tenido la naturaleza humana prelapsaria, no hubiese tenido hambre ni sed.
Entonces ¿Cristo tuvo la naturaleza de Adán y Eva después de pecar? Tampoco, porque, de lo contrario, Él sería “pecador” o tendría la naturaleza pecaminosa. Todo ser que nace con la naturaleza postlapsaria es pecador por naturaleza. Esto evidencia Romanos 5:12, que señala: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.
Asimismo, si hubiese tenido una naturaleza igual a la de nosotros, Cristo hubiese pecado. ¿Es obvio no? Si un ser X posee la misma naturaleza que un ser Y ¿qué es lo que esperaremos de Y, sino lo mismo que de X? Si Cristo hubiese tenido nuestra naturaleza, lo registrado en Romanos 8:3 no se hubiera cumplido: “[Cristo] condenó al pecado en la carne”. ¿Cómo pedir a Cristo que condene al pecado en la carne, si Él tenía la naturaleza pecaminosa igual a la de nosotros?
Si el Señor Jesús hubiese tenido la misma naturaleza pecaminosa que nosotros, Él necesitaría de un “salvador”. ¿Puede salvarnos alguien que tuvo la misma naturaleza pecaminosa que nosotros? Por supuesto que no, y esto lo evidencia Pablo en Romanos 3. Por ejemplo, en el versículo 9 él escribió: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado”. Ya que todo ser humano nace con la naturaleza pecaminosa y está “bajo pecado”, por supuesto, “no hay justo, ni aun uno…” (v. 10), “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (v. 12, énfasis mío). Como todo ser humano nació con la naturaleza pecaminosa y solo se inclina al mal, entonces, Pablo culmina este capítulo señalando que necesitamos de un Salvador: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (v. 24, énfasis mío). El autor de Romanos fue claro: todo ser humano es pecador, por su propia naturaleza o inclinación al mal; por ello, necesita de un Salvador. ¿Cómo puede uno venir con la misma naturaleza pecaminosa y pretender salvarnos?
También, debemos tener en cuenta el argumento de Elena de White: “Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una ofrenda perfecta”.[7] Si Él hubiese tenido nuestra misma naturaleza pecaminosa, no habría podido ser sacrificado en la cruz. Él, como ofrenda, debía ser perfecto; pero con una naturaleza pecaminosa, esa perfección no iba a ser una realidad; y su sangre, hoy, no purificaría a nadie.
Entonces ¿a qué se refirió Pablo en Romanos 8:3, cuando escribió: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”? Para comprender este pasaje y lo dicho por Pablo en Hebreos 2:17, debemos hacer la distinción entre los “efectos del pecado” y la “naturaleza pecaminosa”. Cuando Pablo escribió “en semejanza de carne de pecado”, estaba apuntando a los efectos que Cristo encarnado experimentó; Él tuvo hambre (Mt 4:2), sed (Jn 19:28-29), estuvo en agonía (Lc 22:44), etc., más no tuvo la naturaleza pecaminosa o inclinación al mal que tenemos nosotros. Él, como nosotros, al pasar las horas comenzaba a tener hambre, y eso se evidenció en el desierto. Cuando lo golpearon o crucificaron sintió dolor, igual que siente todo ser humano cuando experimenta algo semejante. Un día antes de su muerte, se preocupó en gran manera en el Getsemaní.
Sigamos con “en semejanza de carne de pecado”. Recordemos que lo “semejante” no es “igual”.[8] Entonces, entre Cristo encarnado y nosotros ¿qué es lo que determina para que no seamos iguales? Sencillo: Además de ser Dios, Él tuvo una concepción sobrenatural. ¿Tú y yo, simples mortales y pecadores por naturaleza, la tuvimos como para andar igualándonos a Él? Simplemente, el Señor Jesús tuvo una naturaleza humana única. Las palabras de Dupertuis son oportunas: “Así como Adán fue único, el hombre creado por Dios del polvo de la tierra, sin padre ni madre humanos, también Jesús fue único: el único ser concebido en una mujer por el Espíritu Santo”.[9]
¿Qué hubiese sucedido si el Señor Jesús nacía tal cual nacemos nosotros? Por supuesto, naturalmente correspondería que las tendencias al mal de José y María se hubiesen heredado en Cristo, su hijo. Él hubiera tenido la naturaleza pecaminosa e iba a terminar pecando, y el plan de salvación no se hubiese efectuado.
Para finalizar esta parte, quiero responder la siguiente pregunta: si Cristo no tuvo la misma naturaleza humana que nosotros, entonces ¿tuvo alguna ventaja al momento de vencer el pecado? Creo que no, por dos razones:
- Como Dios encarnado, Él podía fácilmente aprovechar su divinidad para sus propios fines y/o terminar pecando. Es más, fue su divinidad la que más aprovechó Satanás para tentarlo. Esto se evidenció en las tres tentaciones principales que registra Mateo 4. Al momento de tentar a Cristo, el foco de Satanás no era tanto su humanidad, sino su divinidad. Por ejemplo, en las tres tentaciones, dos veces el enemigo le dijo a nuestro Señor “si eres el Hijo de Dios”, y en la tercera le pidió que se postre ante él. El enemigo quería que Jesucristo aproveche su divinidad y así incumpla el plan de salvación. Y ojo, este tipo de tentaciones, enfocándose a su divinidad, fue usado por Satanás aun en la cruz. Recordemos lo que a Cristo se le dijo mientras estaba en la cruz: “Si Tú eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mt 27:40).
- Él experimentó los efectos del pecado. Si bien es cierto Él era Dios hecho hombre, por esos efectos Él llegó a tener hambre, porque había ayunado 40 días. No habiendo comido por ese tiempo y teniendo hambre ¿fácilmente pudo haber pecado? Claro que sí. ¿Podemos hablar de ventaja cuando Él, siendo Dios, podía usar su poder y saciar su hambre convirtiendo las piedras en panes? Sería ventaja si Él, después de los 40 días, no hubiese tenido hambre; no obstante, sí lo tuvo. Al final, no comió y venció la tentación.
Entonces ¿es ventajoso ser Dios, venir a la tierra, encarnarse, experimentar los efectos del pecado y ser tentado por Satanás diariamente con el fin de usar Su poder? Me parece que ventajas, el Cristo, no las tuvo. Tanto así que hasta lo maltrataron y crucificaron. ¿De qué ventajas estamos hablando?
¿Qué pasaría si aceptamos la posición de una naturaleza humana caída en Cristo?
Aceptar una naturaleza postlapsaria en Cristo, traería más problemas que soluciones. Sugiero los siguientes tres:
- Tendríamos una comprensión errada sobre la salvación. El enfoque sería más salvación por obras y no salvación por fe. Es más, percibo que, quienes apoyan la TUG solo usan la supuesta “naturaleza humana caída de Cristo” para tratar de justificar la idea de que la última generación tendría la capacidad de obedecer la ley sin la dependencia y dirección del Espíritu Santo. Por eso, ellos salieron también con la idea de que los 144.000 tendrían la oportunidad de vindicar el carácter de Dios; cuando, en realidad, el único que pudo hacerlo fue Cristo.
Nunca debemos olvidar que la salvación siempre será por la fe y gracias a Dios. Por eso, Cristo fue claro cuando dijo: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28:20). Necesitaremos siempre del poder divino para experimentar la salvación. Esa es la razón principal por la cual nuestro Maestro también dijo: “porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn 15:5). Los que abogan por la TUG, creo que quisieran agregar algo a ese texto para que diga así: “porque separados de mí nada podéis hacer ―salvo los 144.000”.
Un lapso de tiempo de impecabilidad antes de la segunda venida, es anti bíblico; y no solo es anti bíblico, sino que la misma Escritura no registra nada al respecto. Según la Biblia, el único momento en que nuestra naturaleza pecaminosa será transformada a un cuerpo incorruptible, será en la segunda venida de Cristo; esto se evidencia en 1 Corintios 15:51-54.
Para terminar esta parte, solo les hago recordar que Cristo no solo es nuestro modelo, sino principalmente, Él es nuestro Salvador.[10] La “naturaleza humana caída de Cristo” puede ser de gran ayuda para el perfeccionismo, porque reduce al Salvador a ser un mero ejemplo y alcanzable a imitar, peor aún si decimos que su naturaleza humana fue igual a la nuestra; pero, afecta la salvación que Él obra en nuestras vidas, y lo que Él con el Padre y el Espíritu planificaron. Para los 144.000, el Señor Jesús seguirá siendo su Salvador. - Tendríamos una comprensión errada sobre la naturaleza de Cristo. La Cristología en nuestra iglesia, a lo largo de los años, ha ido en desarrollo o crecimiento.[11] Aceptar una naturaleza humana caída de Cristo, implicaría un retroceso. Por supuesto, la naturaleza divino-humana de Cristo es un misterio, y se necesitará de la eternidad y de la explicación de Dios mismo para entenderla. Sin embargo, tenemos la revelación de las Escrituras, por ende, una comprensión básica y limitada de la encarnación del Señor Jesús.
Pues bien, la idea de que Cristo tuvo la misma naturaleza pecaminosa desafía a la Cristología bíblica. Si Cristo fue igual que nosotros, necesitaría de un Salvador. Si Él tuvo nuestra naturaleza pecaminosa, no pudo morir en la cruz; ya que, como ofrenda, debía ser perfecto; aquí, evidentemente, afectaría la verdad bíblica del santuario. Si el Señor Jesús tuvo nuestra naturaleza, en vano hubo una concepción sobrenatural. ¿De qué habría servido una concepción virginal si, al fin y al cabo, iba a nacer con nuestra misma naturaleza? Si el Mesías tuvo nuestra naturaleza ¿cómo interpretaríamos Hebreos 7:26, donde dice que Él fue “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”? No sé quién ―de los que abogan por la TUG y por una naturaleza pecaminosa de Cristo― se consideraría a sí mismo “santo”, “inocente”, “sin mancha” (¡ojo, sin mancha!), “apartado de los pecadores” y “más sublime que los cielos”. - Nos llevaría a una mala comprensión del libro de Apocalipsis, sobre todo lo que tiene que ver con los 144.000 sellados[12] y la segunda venida de Cristo. Quienes abogan por una naturaleza humana caída de Cristo, generalmente, apoyan la TUG. El problema es el siguiente: la TUG nada tiene que ver con Apocalipsis 7 y 14. La comprensión que tuvo el apóstol Juan sobre los 144.000 dista con lo planteado por Andreasen. Hoy, quienes abogan por la TUG, se basan a Andreasen y no al apóstol Juan. Así como la Iglesia Católica reemplazó al apóstol Pablo y al profeta Moisés por Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, quienes abogan por la TUG y la naturaleza humana caída de Cristo, reemplazaron al apóstol Juan por Pelagio y Andreasen; y esto es preocupante, porque se supone que un verdadero profeta nunca debe ser reemplazado por un intérprete de las Escrituras, por más que este sea doctor o docente universitario.
Aceptar la TUG y la naturaleza humana caída de Cristo, nos llevaría a una mala comprensión sobre los 144.000. Por ejemplo, mientras los que abogan por la TUG dicen que los 144.000 serán impecables, Apocalipsis 7:14 registra que ellos han sido “emblanquecido [s] por la sangre del Cordero”. El hecho de ser emblanquecidos implica perdón de pecados. Si ellos van a ser impecables ¿para qué limpiarlos con la sangre de Cristo?
Lo más recomendable es rechazar tanto la TUG como la idea de que Cristo habría tenido la naturaleza pecaminosa igual a la nuestra. Repito: ambas interpretaciones traen más problemas que soluciones; claro, si queremos que nuestro foco, diariamente, siga siendo Cristo nuestro Salvador y Modelo. Satanás quiere que nos enfoquemos en nuestras obras para la salvación, no es bueno permitírselo.
Conclusión
- Cristo no tuvo la naturaleza humana de Adán y Eva antes de pecar, ni la de nosotros. La naturaleza humana de Cristo fue única; más aún por su nacimiento, que fue sobrenatural, obrado por el Espíritu Santo. Esto no le trajo ventajas, ya que fue tentado mucho más que nosotros; pero claro, el foco del enemigo para intentar hacerlo caer fue su naturaleza divina.
- El Señor Jesús sí experimentó los efectos del pecado, como el hambre, la sed, etc.; pero, no tuvo las inclinaciones al mal que nosotros tenemos; por tanto, no es correcto decir que Él tuvo nuestra misma naturaleza. Esta idea no es bíblica, pero sí es anti bíblica, y nuestra iglesia ―aunque aún no tiene una posición oficial al respecto― nunca la debería aceptar (ni la TUG por si acaso).
- Sobre la naturaleza humana de Cristo, la Biblia, Elena de White y la Lección de Escuela Sabática coinciden y están bien, la posición de Rafael Díaz está mal.
Referencias:
[1]“Aclarando acusaciones”, YouTube, https://www.youtube.com/watch?v=6Q1YJHDLbDo&t=1049s (consultado: 28 de noviembre, 2022).
[2]Probablemente, la idea de que “Jesús tuvo una naturaleza humana igual a la nuestra” sea el fundamento de la Teología de la Última Generación, propuesta por Milian Andreasen y seguida por Herbert Douglas, Mervyn Maxwell, Hugo Gambeta, Esteban Bohr, Kevin Paulsen, etc. Para un mayor estudio sobre la TUG de Andreasen y una evaluación de sus argumentos, ver Ángel M. Rodríguez, “Theology of the Last Generation: A Chapter in Adventist Theological Discussions”, en Al Aire del Espíritu: Festschrift al Dr. Roberto Badenas, ed. Ramón C. Gelabert y Víctor Armenteros (Libertador San Martín: Universidad Adventista del Plata, 2013), 199-213. Una versión ampliada y en español: “M. L. Andreasen, Elena G. de White y la teología de la última generación”, en El don de profecía y el ministerio de Elena G. de White, ed. Denis Kaiser, S. Yeury Ferreira y Joel Iparraguirre (Manhasset, NY: Greater New York Conference of Seventh-day Adventists – Ministerios Hispanos, 2021), 155-181. Nuestro hermano Díaz también cree en esta teología, ver su vídeo: “¿Es bíblica la teología de la Ultima Generación?”, YouTube, https://www.youtube.com/watch?v=mHTbqzhwULE (consultado: 05 de diciembre de 2022).
[3]Él, hace algunos días, ha criticado a la Lección de Escuela Sabática (de este primer trimestre, 2022), señalando un supuesto error, porque allí se rechaza la postura de que Cristo habría tenido la naturaleza pecaminosa. Para Díaz, Cristo sí tuvo una naturaleza humana caída igual a la de nosotros. Ver su vídeo en: “Errores de la lección de escuela sabática sobre la naturaleza humana de Cristo”, YouTube, https://www.youtube.com/watch?v=xojSYy95-C4&t=603s (consultado: 12 de enero, 2022).
[4]“Lucas 1:35, y Los errores de la nueva teología”, YouTube, https://www.youtube.com/watch?v=-APuFPVB4QY (consultado: 14 de enero de 2022).
[5]Según Atilio R. Dupertuis, fue Pelagio, en el siglo IV d.C., quien introdujo la idea de que el ser humano no es pecador por naturaleza. Él también creía que el hombre puede obedecer perfectamente la ley de Dios y vivir sin pecado (Carpintero divino: La persona y la obra de Cristo [Berrien Springs, MI: Pioneer Publications, 1991], 66).
[6]En adelante TUG.
[7]Manuscrito 94 (1893).
[8]Dupertuis, 75-76, hace una distinción muy interesante entre las palabras “igual” y “semejante”, con el objetivo de comprender mejor Romanos 8:3 y Hebreos 2:17. La palabra “igual” ―dice él― viene del griego isos y es usada, por ejemplo, en Juan 5:18, donde los judíos reclamaron porqué Jesús estaba “haciéndose igual a Dios” (la cursiva es para énfasis). Por su parte, la palabra “semejante” viene del griego homoioma (esta se usa en Ro 8:3 y Heb 2:17). En el NT, por ejemplo, esta se usa en Santiago 3:9, donde dice que el hombre fue hecho “a la semejanza de Dios” (la cursiva es para énfasis); y en Apocalipsis 9:7 se usa la misma palabra: “el aspecto de las langostas era semejante a caballos” (la cursiva es para énfasis). Es muy importante hacer esta distinción ―dice Dupertuis― porque los griegos, al usar la palabra “semejante”, “admitía [n] alguna diferencia”. Dupertuis, 76, concluye así: “Jesús era igual, isos, a Dios y en todo semejante, homoioma, a sus hermanos […] ―sobre Hebreos 2:17― No dice que Jesús fue en todo igual, idéntico a sus hermanos, pero sí en todo semejante”.
[9]Ibid., 71-72.
[10]La reflexión de Roy Adams es importante: “Y en realidad, ¿qué necesitábamos más un ejemplo o un Salvador? Para mí, un Salvador. Doy gracias a Dios con todo mi corazón por enviarlo como mi ejemplo, ¡pero agradezco aún más a Dios por enviarlo como mi Salvador!” (La naturaleza de Cristo, trad. Félix Cortés [Doral, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2009], 96).
[11]Ver Alberto Timm, “Cristología Adventista del Séptimo Día, 1844-2007: Un breve panorama histórico”, en Cristología, ed. Heber Pinheiro, et al. (Cochabamba, Bolivia: Editorial UAB, 2009), 261-286. Una versión ampliada de este artículo, está en “Cristología adventista del séptimo día, 1844-2013: Una breve reseña histórica”, en Legado adventista: Un panorama histórico y teológico del adventismo, ed. Alberto Timm, et al. (Lima: Ediciones Universidad Peruana Unión, 2013), 109-144.
[12]Para un mayor estudio sobre los 144.000 sellados, ver Oscar S. Mendoza, “Los 144 000 y la gran multitud en el contexto de Apocalipsis 7 y 14”, Theologika 26/1 (2011): 48-82; Ekkehardt Mueller, “The 144,000 and the Great Multitude”, Biblical Research Institute, http://www.adventistbiblicalresearch.org/documents/144,000greatmultitude.htm (consultado: 16 de abril, 2008).
Naturaleza única? Creada solo para no fender a otros, Jesús Rufo la naturaleza humana caída, fue tentado en todo y tuvo nuestra inclinaciones pero venció, porque estaba en constante comunión con su Padre, no existe tre caminos, tuvo naturaleza caída o no, la una lleva a que Jesús tuvo ventajas, y la otra a que seguiremos pecando hasta cuando Cristo venga, la cual es inclinación catolica.
https://youtu.be/VsMsEg4Hvvk
Les recomiendo el libro “TOCADO POR NUESTROS SENTIMIENTOS” del Pastor Jean R. Zurcher, publicado por: Review and Herald