- Saludo. Buenos días. Es un privilegio estar ante ustedes en esta mañana y estudiar juntos la Palabra de Dios, con el objetivo de comprender lo que Dios tiene para cada uno de nosotros. Rogamos al buen Espíritu que nos dé sabiduría para interpretar de la mejor manera las Escrituras.
- Objetivo principal. Reflexionar en la condición espiritual de la iglesia Laodicea y comprender el anhelo divino de restaurar nuestra comunión con el buen Espíritu.
- Proposición. Lo único que puede restaurar nuestra comunión con Dios es la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
- Texto clave. Apocalipsis 3:14–20.
- En este sermón, nos centraremos en tres aspectos sobre el mensaje a la iglesia de Laodicea: 1) conocer algunos aspectos básicos de la ciudad e iglesia de Laodicea (o el contexto histórico), 2) identificar cuál era el problema que tenía la iglesia de Laodicea con relación a su comunión con Dios y 3) finalmente, conoceremos cuál podría ser la solución para esta iglesia.
1. La ciudad de Laodicea
La ciudad de Laodicea fue fundada por el rey seléucida Antíoco II (261 – 246 a. C.), que le dio este nombre en honor a su hermana y esposa Laodice. Fue capital de la región Frigia y estaba situada en el fértil valle del río Lico, en una red de carreteras comerciales que venían del este de Pérgamo y Éfeso.[1] Laodicea fue una ciudad insignificante durante el primer siglo de su existencia; pero, aumentó su importancia rápidamente después de la formación de la provincia romana en Asia en el siglo II a. C.[2]
A 5 kilómetros de Laodicea, había otra ciudad llamada Hierápolis (fundada por Eumenes II),[3] la cual tenía unos manantiales[4] que proveían de agua a través de unos canales. El inconveniente es que el agua era tibia (alrededor de 35º) y estaba mezclada con ciertos minerales que causaban náuseas en quienes la bebían.[5] A pesar de eso, bastante gente la consumía porque se creía que tenía poderes curativos, capaces de sanar el reumatismo y cualquier dolencia ósea, hasta deficiencias cerebrales.[6]
Laodicea estaba ubicada en una región donde había grandes rebaños de ovejas negras, y por eso se convirtió en un centro comercial de lana negra y de vestiduras negras.[7] También, contaba con una escuela de medicina que producía un famoso fármaco para los ojos, conocido como “polvo frigio”.[8] No solo eso, fue un firme centro financiero con varias casas bancarias que atraían muchas riquezas, porque Laodicea llegaba a negociar con todo el imperio.[9]
Para el tiempo cuando llegaron los romanos, Laodicea era una de las ciudades más ricas del este de Asia menor. “Los restos que se están descubriendo en Laodicea exhiben una ciudad que fue amueblada con un nivel de opulencia que rara vez se ve fuera de las capitales. Para una ciudad de tamaño medio, esto fue notable”.[10] Era tan próspera, que cuando se desató un gran terremoto en el año 60 d. C. y la ciudad quedó afectada en gran manera, sus gobernantes negaron la ayuda financiera del emperador Nerón, y sin su apoyo llegaron a reconstruir la ciudad.[11]
En lo religioso, Laodicea fue devota de los dioses Zeus (patrón), Apolo, Artemisa y Afrodita; y les construyeron y dedicaron un templo exclusivo para ellos.[12] Sobre el cristianismo, la ciudad albergó una importante comunidad de creyentes. Posiblemente, hubo judíos dentro de ella; hay información que corrobora la presencia de judíos no solo en Laodicea, sino también en toda Asia menor.[13] Probablemente, la iglesia fue fundada por algunos cristianos que ya habitaban en Asia menor; algunos sugieren que fue Epafras, fundador también de la iglesia de Colosas.[14] Lo que sí se sabe es que este apóstol sí le escribió una carta que (Col. 4: 16), a la fecha, aún no se ha encontrado. De paso, la presencia de creyentes no solo era en Laodicea, sino también en Hierápolis (Col. 4: 13).
Cuando Juan escribió la carta a Laodicea, quien gobernaba el imperio romano era el emperador Domiciano. Él era devoto a la religión romana; sobre todo, de la adoración a los emperadores. El problema es que, como muchos cristianos decidieron no adorarlo, ellos terminaron encarcelados o perseguidos. Esta persecución, como siguiere Sauter, pudo afectar la fidelidad de Laodicea. ¿O los cristianos de Laodicea adoraban al Cristo y se complicarían económicamente, o adoraban al emperador con el fin de seguir enriqueciéndose?[15] Bien lo sintetizó Mark R. Fairchild: “A veces la iglesia de Laodicea parecía fuerte y próspera, otras veces la iglesia se tambaleó en sus compromisos con Cristo”.[16]
Gracias a Dios, la presencia del cristianismo creció en gran manera en Laodicea. Por ejemplo, en el siglo IV se celebró un Concilio cristiano en dicha ciudad. No solo eso, los arqueólogos descubrieron el Templo A más grande que ellos tenían, que llegó a ocupar toda una manzana de la ciudad.[17]
Por lo que hemos visto, Laodicea fue una ciudad que lo tenía todo. Por supuesto, la misma condición pudo haber sido entre los feligreses de la misma ciudad (Ap 3:17). Ahora, vamos al texto bíblico en sí.
2. El problema de Laodicea (vv. 15-17)
Este mensaje es comunicado por un ángel. Debemos tener en cuenta que, cuando un ángel es enviado por parte de Dios, es para anunciar buenas nuevas, advertir del peligro, guardar el mal, instruir, guiar y proteger a su pueblo.[18] En este caso, fue enviado para exhortar e instruir a la iglesia, evidencia de preocupación por parte de Dios al ver la realidad de su pueblo.
Dicha exhortación inicia con la oración “yo conozco tus obras”. Básicamente, “conocer” significa saber, entender, concebir, percibir, etc.[19] Este conocimiento se refiere a una comprensión inteligente más que la percepción sensorial; en sí, se trata de una percepción de las cosas tales como son y no de una simple opinión respecto a ella; en un sentido supremo, el conocimiento implica la verificación por la vista[20] e investigación, de ahí que el concepto dominante sea del conocimiento mediante la observación objetiva.[21]
Ahora, el conocimiento de la experiencia de sus hijos implica que Dios opta por la paciencia, la comprensión, la misericordia y el amor;[22] sobre todo, el deseo de buscar una salida. El conocimiento divino —en el contexto de su trato con el ser humano— más es salvífico que condenatorio; Él conoce con el único propósito de redimir. Él conocía muy bien el estado de Laodicea y estaba dispuesto a mejorarla.
Las “obras” que menciona el ángel serían el estilo de vida de Laodicea. Centrarnos en alguna obra específica (como el cumplimiento de la misión) o ciertas actitudes no sería lo más recomendable. En realidad, esta iglesia no estaba haciendo las cosas bien por cuanto a su experiencia de salvación.
Sin lugar a duda, la economía fue influyente en la experiencia de salvación de Laodicea. Si ella no tenía necesidad alguna, ¿para qué orar? ¿Para qué depender de Cristo? ¿De qué sirve realizar el culto personal si uno mismo puede crear su propia riqueza? Simple y llanamente, una experiencia cristiana vacía y formal, con tal que no les afecte su economía, les era más recomendable.
Asimismo, el versículo 17 nos permite sugerir las intenciones de Laodicea. Es evidente que su pecado principal era el orgullo o la soberbia. Penosamente, ella no tenía la capacidad de reconocer su estado, su ego no se lo permitía. Ahora, al relacionar el orgullo, la salvación y las intenciones de Laodicea, nos permite interpretar que esta iglesia ha optado más por creer en una salvación por obras que por gracia. El hecho de decir “soy rico y no tengo ninguna necesidad”, demuestra que ella se centra más en sus acciones que en los méritos de Cristo. Penosamente, esta iglesia separó —erradamente— la fe y las obras, y decidió centrarse en sus obras, provocando así el crecimiento de su orgullo. Se olvidó que aún sus acciones buenas eran semejantes a los de un trapo de inmundicia (Is. 64:6).
Por supuesto, para representar la condición de Laodicea, Juan utiliza tres estados del agua —y hablamos del agua, porque evidentemente el escritor tenía en mente los manantiales de Hierápolis—, a saber: el frío, el caliente y el tibio. Cada estado representa la condición espiritual de la iglesia, y sugerimos el significado de cada una de ellas:[23]
- Caliente. Humilde y dependiente de Cristo. Resalta la obra salvífica de Dios y permite la obra del Espíritu Santo en su vida. Tiene comunión diaria con Cristo, leyendo la Biblia, orando y cumpliendo la misión. Experimenta un estilo de vida bíblico.
- Frío. Se humilla ante el Salvador. Siente culpa y clama por perdón. Necesita mucho de la misericordia de Cristo y está dispuesto a permitirle al Espíritu Santo que obre en su vida. Decide entregar su corazón a Dios para experimentar la salvación.
- Tibio. Orgulloso y soberbio, resalta sus obras. Se distancia de Dios y rechaza la obra del Espíritu Santo en su vida. Experimenta un doble estilo de vida (formal y secular). Asiste al templo con regularidad, pero no tiene comunión con Dios.
El deseo divino para Laodicea era que esté caliente o que esté fría, dando a entender que no era un problema estar frío; en realidad, a la luz de Apocalipsis 3, la “frialdad” no era el inconveniente; en sí, de acuerdo con Apocalipsis 3:17, la tibieza sí era el problema. Al ser soberbia, Laodicea es tibia y está a punto de ser vomitada (imagen de juicio, cuyo cumplimiento será en la segunda venida de Cristo).
Entonces, la tibieza representa orgullo y soberbia. Laodicea es tibia, porque considera que no necesita de la obra del Espíritu Santo. Experimenta como quiere la salvación y cree que ya está salva; es más, hasta pudo haber pensado que su solvencia económica era resultado del favor divino. Nada más lejos de la realidad. Opta por independizarse de Dios y hacer su propia voluntad; al mismo tiempo, cree que por ser la “iglesia de Dios” y obediente, tendrá ciertos privilegios y la salvación asegurada.
La actitud de Laodicea nos hace recordar a la del fariseo, de la parábola del “Publicano y fariseo”, que contó el Señor Jesucristo en Lucas 18: 10-14. En ella, el fariseo se muestra pedante, soberbio y orgulloso; se enaltece y resalta más sus obras que las del Creador. Al mismo tiempo, menosprecia y saca en cara los pecados del publicano. Esta actitud es la misma que la de Laodicea; por ello, sugerimos que —a la luz de Apocalipsis 3:15-17— el fariseo es fiel representante de los tibios; él no es frío ni caliente, sino tibio.
Evidentemente, a la luz de Apocalipsis 3, el publicano no representa a los calientes. Él no era una persona consagrada; es más, todo parece indicar que los pecados que mencionó el fariseo habrían sido los que había cometido o estaba cometiendo el publicano. Entonces, si el publicano no representa a los calientes y el fariseo representa a los tibios ¿el publicano representaría a los fríos? Por supuesto que sí. En aquel día, el publicano era penitente y se humilló ante el Creador. No resaltó sus obras buenas, porque ni las tenía; solo esperaba la misericordia de Dios en su vida. Esta actitud, la de un pecador arrepentido que anhela consagrarse al Señor —sugerimos—, es la que tiene un frío. Simple y llanamente, la frialdad representa humildad.
¿Ahora entendemos por qué en Apocalipsis 3: 15-16 Dios quiere que seamos calientes o fríos? Si no somos calientes, por lo menos el Señor pide que seamos fríos como el publicano. Si nuestra espiritualidad ha menguado, somos llamados a tener la actitud de dicho publicano. Ya fríos o humildes, se nos invita a depender 100% de Dios y a pedir al Espíritu Santo que obre en nosotros y nos caliente.
Pero, procuremos no estar tibios. La arrogancia, el orgullo y la soberbia nunca serán recomendables. Al final, quien se fue a su casa justificado fue el publicano (el frío) y quien se fue a casa aún en pecado fue el fariseo (el tibio).
3. La solución para Laodicea (v. 18)
El orgullo fue el problema principal de Laodicea. Sin embargo, Dios había decidido vencer la actitud de su iglesia. ¿Cómo? Aconsejándole que compre: 1) oro refinado por fuego, 2) vestiduras blancas y 3) colirio.
a) Oro refinado por fuego. Según Proverbios 8:19, el “oro refinado” representa lo más preciado que pueda existir materialmente; también puede representar las bendiciones divinas (Sal 21:3). Por su parte, en el NT, el fuego es una imagen del Espíritu Santo (Hch 2:3-4) y de purificación (1 P 1:7). Así, el “oro refinado en fuego” representaría a la obra purificadora del Espíritu Santo en el creyente.
b) Vestiduras. La desnudez representa vergüenza o una condición espiritual pecaminosa. Su contraparte, la vestidura —de la que habla el texto bajo estudio— simboliza a la justicia de Cristo (cf. Zac 3:1-5). Con ella, nosotros tendremos acceso a la Nueva Jerusalén y nos asegura la vida eterna.
c) Colirio. En sí, en toda la Biblia solo aparece una vez la palabra “colirio”, y es en el texto bajo estudio. Por ello, es necesario conocer en qué beneficia el colirio a los ojos. Primero, aumenta la hidratación ocular; segundo, ayuda a reducir la inflamación ocular; tercero, sirve como antibióticos que van en contra de infecciones oculares; y cuarto, proporciona alivio cuando hay irritación.[24] Entonces, “colirio” representaría a algo que nos ayude a ver bien, con el fin de no tropezarnos. ¿A qué simbolizaría? Sugiero que colirio puede representar a las Escrituras, la Palabra de Dios; y esto se podría sustentar —por ejemplo— con el Salmos 119:9, que compara a la Palabra de Dios como una lámpara, cuyo objetivo principal es ayudarnos a ver bien nuestro sendero.
Como Laodicea era pobre, ciega y desnuda, Dios le aconseja que de Él compre oro, ropa y colirio. Por supuesto, para el laodicense común este consejo era inaudito, porque lo que más tenía Laodicea eran fármacos para los ojos, una muy buena economía y ropa; es más, ellos producían y comercializaban todas estas cosas. Sin embargo, el Señor no tenía en mente la condición económica de su iglesia, sino su condición espiritual (o experiencia de salvación). Económicamente, Laodicea era rica; espiritualmente, era muy pobre.
En tal estado, Dios les dice que de Él compren oro, ropa y colirio. Lo que ellos tenían y hacían no les era beneficioso para su salvación; más bien, ellos tenían que acudir a Jesucristo para que gocen de los beneficios del evangelio. Penosamente, ellos se habían independizado de Dios; ahora, el mismo Dios les pide que dependan de Él totalmente.
¿Cuál era la solución para Laodicea? Simplemente, haciendo lo siguiente: 1) Que permita al Espíritu Santo obrar en su vida y así ser purificada, 2) que reciba el perdón divino y consigo la justicia de Cristo, 3) que lea las Escrituras y obedezca todo lo que ella diga. Haciendo estas tres cosas, esta iglesia iba a solucionar el problema del orgullo.
El mensaje de Cristo a Laodicea es claro: la mejor riqueza no está en las cosas materiales, sino en la comunión que tenemos con el Espíritu Santo. Es más recomendable permitirle al Espíritu que nos renueve o transforme cada día, que tener todo el oro del mundo; es mejor pedir perdón al Creador para que nos impute la justicia de Cristo, que andar desnudo y, por ende, en pecado; finalmente, nada mejor que ser ungidos por el Señor mismo, que continuar ciegos (cayéndose por la vida por falta de sabiduría divina). Lo único que debía hacer Laodicea era permitir voluntariamente la obra del Buen Espíritu en su vida, abrirle la puerta de su corazón (Ap 3:20).
4. Conclusión
- Resumen. Dios conoce todo de nosotros, tanto nuestras buenas obras como las malas, Él las ve. Si es que hemos estado yendo por mal camino, Dios desea que regresemos a sus pies para renovar nuestro pacto con él.
- Llamado. En el versículo 20, se realiza la invitación por parte de nuestro Dios. Dice que Él está tocando una puerta. La casa puede representar nuestra vida; en este caso, Cristo tratando de entrar a nuestra vida para ser transformados. Esa es la promesa que Dios nos da si le abrimos la puerta de nuestra vida entera. No dejemos a Jesús esperando, Él quiere que seamos felices; y solo Él generará la verdadera felicidad que tanto hemos anhelado como personas. El dinero no lo es todo, tampoco lo es el trabajo. Aun siendo ricos económicamente, podemos ser pobres espiritualmente. Dios desea perdonarnos y ayudarnos a crecer en Cristo ¿No crees que es momento de permitirle al Espíritu que entre en tu vida? ¿No es propicio decidir ser calientes y más consagrados al Señor? Si deseas que el Señor te ayude a mejorar, ponte de pie. Oremos.
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Referencias:
[1]Moisés N. Ramos, Atlas completo de la Biblia (Miami, FL: Unilit, 1997), 234.
[2]Francis Nichol, ed., Comentario bíblico adventista, trad. Ampuero Matta (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999) 7:105.
[3]Ambas ciudades eran prácticamente “gemelas”, similares en muchos aspectos, por ejemplo: llegaron al poder prácticamente en el mismo periodo, florecieron y desaparecieron en la misma época, y sus habitantes eran de diferentes nacionalidades (Paul F. Bork, “What Hierapolis Tells us about Laodicea”, Ministry Magazine, https://www.ministrymagazine.org/archive/1977/08/what-hierapolis-tells-us-about-laodicea [consultado: 28 de agosto, 2023]).
[4]David Alexander y Pat Alexander, Manual bíblico ilustrado (Miami, FL: Caribe, 1976), 650.
[5]Ibid.
[6]Bork.
[7]Nichol, 7:106.
[8]Ramos, 234.
[9]Ibid., 234.
[10]Mark R. Fairchild, “Laodicea’s “Lukewarm” Legacy: Conflicts of Prosperity in an Ancient Christian City”, Biblical Archeology Society, https://library.biblicalarchaeology.org/article/laodiceas-lukewarm-legacy-conflicts-of-prosperity-in-an-ancient-christian-city/ (consultado: 10 de septiembre, 2023).
[11]Ibid.
[12]Megan Sauter, “The Church of Laodicea in the Bible and Archaeology”, BAS, https://www.biblicalarchaeology.org/daily/biblical-sites-places/biblical-archaeology-sites/church-of-laodicea-in-the-bible-and-archaeology/ (consultado: 10 de septiembre, 2023).
[13]Uriel Rappaport, “Laodicea”, en Encyclopaedia Judaica, ed. Fred Skolnik y Michael Berenbaum, 2nd ed. (Farmington Hills, MI: Keter Publishing, 2007), 12: 487-488.
[15]Ibid.
[16]Fairchild.
[17]Ibid. Ver también, Noah Wiener, “Laodicea Columns Reveal the Grandeur of an Early Christian Center”, BAS, https://www.biblicalarchaeology.org/daily/news/laodicea-columns-reveal-the-grandeur-of-an-early-christian-center/ (consultado: 10 de septiembre, 2023).
[18]Adriana Tessore, “ángel”,en Glosario Holman de términos bíblicos (Nashville, TN: The Livigstone Corporation, 2003).
[19]Gerhard Kittel, et. al., Compendio del diccionario teológico del nuevo testamento (Grand Rapids, MI: Libro Desafío, 2002), 658; Mario Sala y Araceli Herrera, Diccionario teológico del nuevo testamento (Salamanca: Sígueme, 1984), 1:297.
[20]Ibid., 299.
[21]Kittel,CDTNT, 122.
[22]Ibid., 123.
[23]Oscar S. Mendoza, “¡No critiquemos a los fríos!”, PrMendoza.com, https://www.prmendoza.com/no-critiquemos-a-los-frios/ (consultado: 24 de agosto, 2023). Para esta propuesta, nos basamos a la parábola del Fariseo y el publicano de Lucas 18: 10-14. El fariseo representaría a los tibios y el publicano representaría a los fríos.
[24]“¿Cómo beneficia el colirio a la vista?” prompt. ChatGPT, Septiembre 25 version, OpenAI, 5 de noviembre, chat.openai.com.