Es importante tener en cuenta lo siguiente:
- Articula mejor los movimientos de tu boca. Esto mejorará significativamente tu pronunciación y claridad al hablar.
- Respeta el tiempo adecuado según tu audiencia. Si son niños, tu mensaje debería durar unos 10 minutos; si son adolescentes, entre 15 y 20 minutos; y para adultos, entre 20 y 30 minutos. Con niños y adolescentes, es recomendable contar historias o compartir experiencias, ya que eso captará mejor su atención. Respetar el tiempo es crucial; de lo contrario, los oyentes podrían distraerse o perder interés, como revisando sus celulares o incluso quedándose dormidos.
- Practica en casa durante la semana para mejorar tu fluidez y seguridad al hablar. Sería recomendable contar con la ayuda de tu familia. La oratoria es una habilidad que se perfecciona con la práctica, por lo que la repetición es clave.[1] Imagina que estás predicando, e incluso grábate para luego analizar la grabación. Todo esto te brindará mayor confianza y seguridad.[2]
- Varía el tono de voz de forma regular, especialmente cuando desees enfatizar algún punto importante. Mantener el mismo tono todo el tiempo puede generar aburrimiento en los oyentes.
- Muévete de vez en cuando; no te quedes estático. Si permaneces en un solo lugar, como detrás del púlpito, es probable que la atención de tus oyentes también se estancara, lo que podría provocar cansancio.
- Desarrolla tu estilo propio. Aprende de otros predicadores, pero evita copiar sus estilos. Tu estilo debe evitar el aburrimiento en la congregación y, en cambio, lograr tres objetivos: fomentar el aprendizaje, captar la atención y estimular la reflexión. Por ejemplo, del Pr. Alejandro Bullón puedes aprender sobre cómo hacer llamados efectivos y elaborar sermones narrativos; del Pr. Mark Finley, sobre la creación de sermones temáticos o doctrinales; y del Pr. Joel Flores, sobre el uso adecuado de la voz.
- Lee al menos seis textos bíblicos durante tu mensaje. Es recomendable que el primer texto lo lea el predicador, mientras que los siguientes pueden ser leídos por miembros de la congregación. Se sugiere que estos versículos se lean en voz alta, de pie y con micrófono, involucrando a diferentes hermanos, incluyendo a un niño, un adolescente, un joven y un adulto. Recuerda que la congregación asiste al templo para escuchar la Palabra y la Voluntad de Dios, no las experiencias personales del predicador.
- Intenta mirar a tu audiencia, especialmente si sientes algo de nerviosismo. A medida que vayas ganando confianza, es recomendable que dirijas tu mirada a toda la congregación.
- Es ideal que domines bien el tema o sermón antes de predicar. Si decides usar un documento impreso, es preferible que sea solo una hoja en tamaño A5 con un bosquejo claro, evitando imprimir el sermón completo. En caso de usar una presentación en PowerPoint, Keynote o Canva, opta por incluir diagramas o imágenes en lugar de texto extenso. El fondo de las diapositivas debería ser blanco para facilitar la lectura. Lo mejor es aprender tan bien el mensaje que no necesites depender ni del bosquejo ni de la presentación, confiando únicamente en tu memoria.
- Es fundamental generar confianza con tus oyentes. Hacer preguntas y permitir que respondan, guiarlos hacia la reflexión y dar espacio para que alguien levante la mano y comparta su opinión, son elementos clave. El aprendizaje participativo siempre es la mejor opción. Ya sea a través de una experiencia, historia, gestos o una sonrisa, es esencial crear una conexión genuina entre el predicador y la audiencia para que el mensaje tenga un impacto significativo.
- Es importante estar atento al nivel de concentración de la audiencia. Si notas que algunos están bostezando o dormidos, el problema no es del oyente ni del diablo, sino del predicador. Esto puede ser señal de falta de preparación, habilidad para hablar en público, o un exceso en la duración del mensaje. El orador debe ser capaz de reaccionar ante esta situación y, si ocurre, tomar medidas para recaptar la atención de la congregación de manera efectiva.
- Al hacer el llamado, si deseas conectar emocionalmente con la audiencia, es recomendable acompañar con una pista musical de fondo. Además, sería ideal contar con un cantante que ofrezca un número especial durante el llamado, lo cual puede reforzar el impacto del mensaje.
- Si aún no sabes cómo elaborar sermones, por ahora utiliza los que te proporciona tu pastor o los que comparte tu Misión, Asociación o Unión. Si deseas aprender a prepararlos, comienza con sermones narrativos, también llamados “históricos”. ¿En qué consisten? Son sermones que se basan en una narración o historia bíblica y generalmente se estructuran en tres partes: 1) el problema, 2) la reacción humana y 3) la intervención y solución divinas. Algunos ejemplos bíblicos incluyen: a) la historia de José, b) David y Goliat, c) Daniel en el foso de los leones, d) Daniel y el sueño de Nabucodonosor, e) los amigos de Daniel en el horno de fuego, f) Elías contra Jezabel y los profetas de Baal, g) Moisés y el cruce del Mar Rojo, entre otros.
- Haz pausas estratégicas para permitir que los oyentes reflexionen sobre tu mensaje. No hables de manera apresurada al predicar; es importante evitar la prisa. Las pausas breves, de uno o dos segundos, dan tiempo al oyente para asimilar y meditar en las últimas palabras, frases o ideas que acabas de compartir.
- Predica sobre los temas que conoces bien. Si no tienes un dominio completo de temas doctrinales o proféticos, es preferible optar por sermones narrativos. Si tienes un buen conocimiento sobre temas como el enamoramiento, noviazgo o matrimonio, enfócate en ellos. Si te solicitan hablar de un tema que no manejas, es mejor rechazar la invitación. Sin embargo, eso no significa que debas ignorar esos temas para siempre; lo ideal es prepararse y estudiar más.
Durante el sermón, considera que alguien podría hacer preguntas o incluso cuestionar lo que dices. Por eso, aunque domines el tema, es esencial presentarlo en un lenguaje claro y accesible. Si eres teólogo o estudiante de Teología, evita el uso de términos que la congregación no comprenda. Tu propósito no es demostrar cuánto sabes, sino que los oyentes aprendan y reflexionen.
Recuerda que en el culto te escuchan personas de diferentes edades y profesiones: ancianos, adultos, jóvenes, adolescentes, niños, médicos, profesores, albañiles, policías, estudiantes, entre otros. Todos ellos deben poder entender tu mensaje. Por lo tanto, es fundamental pedir la guía divina para presentar un mensaje claro, sencillo y edificante. - La mejor sugerencia llega al final: si vas a predicar, conságrate al Señor. Ten en cuenta que tu llamado es ser un buen Predicador, no solo un buen Orador. Estás compartiendo la Palabra de Dios, y para hacerlo, necesitas la ayuda del Espíritu Santo. ¿Cómo te ayuda? a) Proporcionándote sabiduría para proclamar el mensaje, b) Iluminándote para interpretar correctamente las Escrituras, c) Guiándote a usar las palabras justas para que la congregación entienda lo que predicas, y d) Tocando el corazón de los oyentes para que reflexionen y tomen decisiones de vida eterna.
Para que todo esto suceda, es fundamental tu comunión con Dios. Ponerte en sus manos al tomar el micrófono será fundamental para que Su mensaje se transmita de la manera más efectiva.
Referencias:
[1]Fernando Miralles, “10 consejos para mejorar tu oratoria al hablar en público”, YouTube, https://www.youtube.com/watch?v=dhQHPjmk0-k(consultado: 3 de enero, 2024).
[2]Ibid.
Corrección: ChatGPT