Himno: “En momentos así” (nro. 34).
Texto clave: “Mas yo, por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me postraré en tu santo templo con reverencia” (Salmo 5:7).
No podemos hablar de reverencia sin antes conocer a la persona a quien vamos a reverenciar. Como cristianos, creemos que esa persona es nuestro Dios, y reconocemos que Él nos pide respetarlo y honrarlo. A continuación, veremos por qué.
Dios como creador y sustentador
La Biblia menciona que Cristo es el creador de los ángeles, del universo, de la Tierra, de los seres humanos y de los animales (Col 1:16-17). Todo lo que existe no surgió como producto de la evolución, sino por la palabra misma de Dios (Sal 33:9).
Génesis 1:26 indica que Dios fue quien creó al ser humano. Por su infinito amor llegamos a la existencia. Él no nos hizo solo para que lo alabemos; nos creó porque anhelaba una relación amorosa con nosotros.
El Señor no solo nos creó, sino que también nos sustenta. Se preocupa por cada uno de nosotros y nos da lo que necesitamos (Mat 6:24-33).
Dios como redentor
No reverenciamos a Dios porque Él nos lo exige, sino porque ha demostrado su amor en nuestras vidas. Él murió por nosotros y desea que lo respetemos. Nuestra reverencia debe nacer de un corazón amoroso, como respuesta a sus actos salvíficos. “Dios es amor” (1 Jn 3:8) y su amor es “eterno” (Jer 31:3). Esta relación de “amor” y “reverencia” se refleja en el mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14:6-7. Las palabras “evangelio eterno” y “temed” están relacionadas, señalando que el evangelio produce verdaderos adoradores, temerosos de Dios.
La Escritura enseña que la misericordia divina genera en nosotros una actitud reverente. El Salmo 5:7 declara: “Pero yo, por la abundancia de tu misericordia, entraré en tu casa; me postraré en tu santo templo con reverencia”. Cuanto más percibamos el amor divino en nuestras vidas, más reverentes seremos. No ofenderemos a aquel que tanto nos ama. ¿Serías capaz de faltarle el respeto a alguien que te ha demostrado su amor?
Mi oración de hoy
“Ayúdame a ser más receptivo a tu amor. Si eres tan amoroso conmigo, ¿por qué habría de faltarte el respeto en tu santo templo? A veces me cuesta concentrarme y me gusta conversar durante el culto, pero confío en que tú me ayudarás a vencer esta mala actitud. Soy débil, pero tú eres más fuerte”.