La presencia de Dios y la reverencia (tema 3, La reverencia)

Himno: “¡Silencio! ¡Silencio!” (nro. 23).

Texto clave: “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos” (Éxodo 25:8).

Muchos creen, prácticamente en todo el mundo cristiano, que Dios no actúa en el espacio ni en el tiempo. Este pensamiento tiene su fundamento en la filosofía griega. Sin embargo, según la Escritura, Dios habita en el espacio y actúa en el tiempo. Prueba de ello son los santuarios de Dios, tanto el terrenal como el celestial. Según Éxodo 25:8, Dios iba a habitar en medio de su pueblo a través del santuario terrenal.

Otra prueba de la intervención divina en el tiempo es la encarnación de Cristo. El Señor Jesús no solo se encarnó, sino que vino y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Cristo no fue una simple apariencia; al contrario, Él fue y es Dios encarnado. Aquí en la tierra, experimentó tanto el tiempo como el espacio.

Lamentablemente, algunos creen que Él está solo en el cielo y no en la tierra. Este pensamiento ha promovido involuntariamente la irreverencia. Si Dios está en el cielo y yo en la tierra, ¿por qué debería respetar al Creador si Él es un ser distante?

La pregunta es: ¿Está Dios distante? ¿No está en la tierra? La respuesta es “no”. Él está con nosotros. Por un lado, en el Antiguo Testamento, Dios habitó con el pueblo judío mediante su presencia (Éxodo 33:14), a través del Ángel del Señor (Números 20:16). Este Ángel del Señor era Jesucristo. Según Éxodo 3:2, Él siempre estuvo con Israel. Por otro lado, aunque Cristo no está físicamente con nosotros, el Espíritu Santo, que es Dios, está presente entre nosotros (Juan 14:16, 17). Juan 14:16 declara: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.

Desde esta perspectiva, el Espíritu Santo está presente en el templo. Su presencia está aquí en la tierra y con nosotros. Cuando participemos en los cultos, es necesario reconocer y ser conscientes de que Él está en ese lugar, y que demanda reverencia y respeto.

Mi oración hoy:

“Ayúdame a ser más reverente en el lugar donde se invoque tu nombre. Necesito reconocer que Tú estarás en ese lugar. Si hasta ahora no te he respetado, perdóname. Hoy decido mejorar y amarte”.