Breve comentario sobre Daniel 3

Daniel 3 registra la experiencia de Sadrac, Mesac y Abed-nego frente a la estatua que levantó Nabucodonosor. Los hechos registrados en este capítulo, sucedieron en el 594 a.C., décimo año del reinado de Nabucodonosor. Una vez más, este capítulo se debe entender a la luz del conflicto cósmico (vida o muerte), la adoración (Dios o Marduk) y la misión (evangelizando a Nabucodonosor). Daniel 3 registra un conflicto en miniatura que se verá en la crisis final de Apocalipsis 13:8-18. El capítulo en mención puede dividirse en tres partes:

I. Problema: adoración a Dios o a Marduk (vv. 1-23)
II. Solución: La presencia del Señor Jesucristo (vv. 24-27)
III. Recompensa: Glorias para Dios y bendiciones para sus hijos (vv. 28-30)

Ampliaremos uno por uno.

I. Problema: adoración a Dios o a Marduk (vv. 1-23)

Una vez más, lo sucedido en Daniel 3 fue en el año 594 a.C. (nos inclinamos por la propuesta de William Shea, Daniel, 73-74. Alomía, 2:86, también se inclina por esta fecha). En este año, el rey decidió levantar una estatua como reacción a la imagen que soñó en el 603 a.C. Como se le había dicho que su gobierno y reino no iban a ser eternos, a él no le gustó. Él deseaba reinar para siempre. En sí, como señala Doukhan, él quería reemplazar el reino eterno de la Roca, aquel que le pertenecía al Dios de Daniel (Secretos de Daniel, 46). Esto se evidencia más, cuando el metal que representaba su reino, el oro, fue el usado para levantar la estatua. No solo la cabeza fue de oro, sino toda la imagen. Por supuesto, era común, en los días de Nabucodonosor, cubrir las imágenes de los dioses con un solo tipo de metal (Shea, Daniel, 99).

Las medidas de la estatua eran de 60 codos de altura y 6 de ancho, alrededor de 30 metros de alto y 3 metros de ancho. Estas “sobrepasaban incluso los seis metros de la efigie de oro macizo de su dios Bel en el Esagilia” (Alomía, 2:84).[1] No sorprende la cifra, ya que los babilonios eran especialistas en los cálculos o matemáticas sexagesimales (de seis), sistema que era considerado “sagrado” (Alomía, 2:85). Algo de este sistema se ha preservado, como los 60 segundos de un minuto o los 360 grados de un círculo (Shea, Daniel, 38). “Las medidas de la imagen que Nabucodonosor levantó…fueron dadas en unidades babilonias sexagesimales típicas” (ibíd.). Evidentemente, esta cifra guarda estrecha relación con el 666 de Apocalipsis 13:18, e implica humanidad e idolatría.

¿De quién era la imagen que Nabucodonosor había levantado? La erudición aún no se ha puesto de acuerdo. Algunos sugieren que fue la imagen de Marduk, dios de Babilonia (entre ellos, Shea, “Daniel 3: Extra-Biblical Texts and the Convocation on the Plain of Dura”, AUSS [1982]: 30; ibíd., Daniel, 73; Carlos Olivares, “Elementos para descifrar el 666”, DavarLogos [2009]: 41-42). Otros la identifican con Nabucodonosor (Alomía, 2:84-85; Doukhan, Secretos de Daniel, 46). En este breve comentario, nos inclinamos por la primera propuesta. Por las siguientes razones:

  1. Los reyes de Babilonia, por más honores que recibían, no podían ser adorados ni eran considerados divinos. “En Egipto, los reyes eran considerados dioses, pero en Mesopotamia, los reyes solo eran los siervos especiales de los dioses” (Shea, Daniel, 73). La adoración era exclusiva a los dioses. ¿Por qué motivar a que se adore a la estatua del rey, si esto, en la religión babilónica, estaba prohibido? “De hecho, la teología babilónica sostenía que era un pecado que el rey se atribuyera divinidad y que aquellos que lo hicieran serían castigados por los dioses” (Shea, Daniel, 73). Recordemos que la religión era muy valorada en Babilonia.
  2. Si bien es cierto el verso 14 da a entender que existen el “dios” de Nabucodonosor y la estatua, es posible que se esté hablando del mismo personaje. Si la estatua era de Nabucodonosor, ¿por qué el rey se excluye al momento de mencionar “honrar” y “adorar”? Cuando se habla sobre la adoración a la imagen, Daniel siempre lo relaciona con los “dioses” de Nabucodonosor (vv. 14, 18), no con él.[2]
  3. El verso 28 señala que los tres jóvenes prefirieron adorar a Jehová y no a “otro dios”. El rey da a entender que ellos solo tuvieron dos opciones a quien adorar: a su Dios o a “otro dios”. Lo más probable, es que “el otro dios” haya sido Marduk, el dios principal de Babilonia.

Ni bien levantó la estatua en el campo de Dura, el rey ordenó que los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y gobernadores se inclinen a la imagen, en señal de adoración y lealtad. ¿Por qué motivos? Probablemente, por tres:

  1. Su dios Marduk tenía que reemplazar a los dioses de sus subyugados, y tenía que ser el principal para sus funcionarios (Doukhan, Secretos de Daniel, 46),[3] la imposición de su religión era evidente.
  2. Quería que los subyugados y sus funcionarios lo reconozcan como rey fuerte, y tengan en mente que su gobierno, supuestamente, no tendrá fin. No le gustaba la profecía que Dios le mostró en Daniel 2. A Babilonia había que someterse, punto.
  3. William Shea, habiendo investigado la Crónica Babilónica de sus reyes, informa que Nabucodonosor, durante todo su reinado, sufrió de un complot. Hubo una persona que quiso derrocarlo y motivó a una revuelta. Varios de sus funcionarios intentaron traicionarlo. ¿Cuándo sucedió? En el año 594 a.C. El rey, después de haber solucionado dicho intento de derrocamiento, decidió renovar y reafirmar la lealtad con todos los gobernadores, capitanes, etc. ¿Cómo lo hizo? La convocatoria de Daniel 3, al parecer, es la respuesta. Por el intento de revocarlo, él necesitaba lealtad (para más detalles, ver Shea, “Daniel 3”, 29-32), y qué mejor que levantar una imagen de su dios y ordenar adorarla.

¿Quiénes incluían los sátrapas, tesoreros, gobernadores, etc.? Evidentemente, los gobernadores y funcionarios del imperio babilónico (los rangos, descritos en el verso 2, son de mayor a menor). Ojo, no eran todos los habitantes de Babilonia, ni tampoco eran los pobladores de distintas ciudades o reinos, sino solo sus funcionarios y los gobernadores. Probablemente, eran alrededor de 2.000 personas (Shea, Daniel, 75). Por supuesto, entre ellos estaba el rey Sedequías, quien comenzó a gobernar desde el año 597 a.C. Él estaba representando a Judea y, probablemente, fue una de las personas que se postró ante la imagen.

La orden fue que, después del sonido de los diferentes instrumentos musicales, la gente se postre ante la imagen (vv. 5, 7). Estos instrumentos eran de cuerda, de viento y de percusión, y eran muy usados en el Antiguo Cercano Oriente. “La ‘bocina’ (trompeta) si bien era usada más como instrumento de comunicación en la batalla o de alerta, aquí es mencionada como parte esencial de la orquesta. El arpa, así como otros instrumentos de cuerda afines se han hallado en Ur y otros lugares. Igualmente, las excavaciones atestiguan que las flautas y tamboriles eran parte esencial del arte musical de la región, sin olvidar de los címbalos y campanillas” (Alomía, 2:88). Aquí, vemos la relevancia de la música en la adoración. La música también formaba parte de la adoración, y su uso era común en el mundo antiguo. Nabucodonosor no solo usó una “orden” para que sus subyugados cometan idolatría, sino que, también, recurrió a la “música”, con el objetivo de “producir la ilusión de sentimientos religiosos” en los oyentes (Doukhan, Secretos de Daniel, 49). El rey tenía en mente producir éxtasis y, así, ellos tengan una experiencia mística (íbid.). “Capturada por la emoción transmitida por la música y llevada por la influencia de la multitud, cada persona cae de rodillas sin siquiera pensar en el mañana” (ibíd., 50). Para Nabucodonosor, la música fue un elemento clave para promover idolatría.

La orden del rey era adorar la imagen que había levantado, y aquel que no la adoraba, sería enviado al horno de fuego. Este tipo de condenas o castigos era común en el Oriente medio, y fue iniciado en el código de Hammurabi (nros. 25 al 110; ver Doukhan, Secretos de Daniel, 50). Para su ejecución, en Babilonia se usaban hornos para hacer ladrillos. Al parecer, a lado de la estatua, había uno o dos hornos (los cuales, por supuesto, ya estaban encendidos; ver Shea, Daniel, 76).

Penosamente, hubo ciertos caldeos que acusaron a Sadrac, Mesac y Abed-nego, porque ellos tres no se inclinaron ante la estatua que Nabucodonosor había levantado. Esto le enojó en gran manera, más aún por el reciente complot que había experimentado. Él no iba a permitir otra rebeldía más, y si tenían que morir, morirían. Peor aún, él era el rey, el “amo” de todos ellos. Aparentemente, sus vidas les pertenecía.

¿Qué pasó? El rey mandó llamar a los tres judíos, y los interrogó. Para terminar el diálogo, les preguntó por última vez si ellos estaban dispuestos a adorar a su dios Marduk; y la respuesta, una vez más, fue “no”. No iban a postrarse ante la estatua, porque ellos tenían solo un Dios verdadero, Aquel que pide no hacer imágenes ni inclinarse ante ellas (Éx 20:3-6). No solo eso, estaban seguros que, si ellos eran enviados al horno, Dios los iba a librar (v. 17). Sin embargo, en caso el Señor no los libre, ellos tampoco iban a adorar a dicha imagen. ¿La razón? Ellos comprendieron que Dios, a veces, responde con un “Sí”; otras veces, lo hace con un “No”; y en otras situaciones, solo nos pide que esperemos. Pero, cualquiera que sea la respuesta, siempre será para nuestro beneficio. Los tres hebreos creyeron que, si la voluntad divina era que continúen vivos, el Señor los iba a librar; pero, en caso su voluntad era que mueran, lo que les esperaba era la resurrección al final de los tiempos. Ellos aceptaron la soberanía divina, su voluntad. Creían que era lo mejor. Su fidelidad estaba por delante.

Finalmente, fueron llevados al horno de fuego. Decidieron perecer que adorar a Marduk. Solamente una persona que tiene comunión con Dios, es capaz de morir por Él.

II. Solución: La presencia del Señor Jesucristo (vv. 24-27)

La solución, de nuevo, es la presencia y el poder de Jehová. ¿Qué sucedió? Una de las Personas de la Trinidad descendió al horno de fuego y los protegió del fuego. ¿Quién fue? Algunos podrían sugerir que fue el Hijo, porque Nabucodonosor dijo que vio a uno semejante a “hijo de los dioses”. Sin embargo, recordemos que él no tenía el conocimiento necesario ni básico sobre la Trinidad. Entonces, ¿por qué mencionó “hijo de los dioses”? En ese tiempo, “hijo de dios o de los dioses”, no se refería a que había un “padre divino” y un “hijo divino”, sino que ambos seres tenían la misma naturaleza. “Padre e hijo de dios”, en el pensamiento semítico, no tiene que ver con jerarquía ni con procreación, sino que ambos compartían la misma naturaleza. Tiene que ver más con lo ontológico que jerárquico o procreación. En el caso de Daniel 3, el rey, cuando mencionó que vio a uno “semejante al hijo de los dioses”, estaba señalando que el cuarto ser era divino. No tuvo en mente que ese ser fue procreado.

En definitiva, ¿quién fue aquel “hijo de los dioses”? Evidentemente, fue el Señor Jesucristo. Por las siguientes razones:

  1. De las Personas de la Trinidad, Quien tuvo una parte muy activa en la tierra en el AT, fue el Señor Jesucristo. Él fue la Roca en el desierto Sinaí (1 Cor 10:4); Él se presentó como el “Ángel príncipe” ante Josué (Jos 5:13-15); Él era el “Ángel de Jehová”, a quien se le llama “Dios” y permite que se le adore (Gn 16:7-13; Jue 13:19-21).[4] No solo eso, fue este mismo “Ángel de Jehová”, Quien destruyó al ejército asirio, que intentaba invadir Judá, mientras Ezequías gobernaba (Isa 37:36). Fue Jesucristo quien peleaba las batallas de su pueblo; el Salmo 34:7 lo confirma: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. No pensemos que solo el Padre, en el AT, tuvo parte activa. En sí, los Tres la tuvieron. Por ello, es correcto identificar al “hijo de los dioses” que vio Nabucodonosor, como el Señor Jesucristo.
  2. Elena de White señaló, en su libro Profetas y reyes, página 374, que el ser que vio el rey en mención, fue el Señor Jesús. Leamos: “Les habían hablado de Cristo, el Redentor que iba a venir; y en la cuarta persona que andaba en medio del fuego, el rey reconoció al Hijo de Dios”.

El Señor Jesús descendió para librar a los tres hebreos del fuego. Sí o sí era una muerte segura. Sin embargo, con su Presencia y Poder, el fuego no les alcanzó. Los cuatro comenzaron a pasear dentro del horno (v. 25), delante del mismo Nabucodonosor. Realmente, era un espectáculo, la revelación misma de la Persona y Poder divinos. Dios no solo nos dice “No temas”, también declara “Yo estaré contigo”. La promesa registrada por el profeta Isaías, probablemente, estaba en la mente de Sadrac, Mesac y Abed-nego: “Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: «No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Isa 43:1-2).

III. Recompensa: Glorias para Dios y bendiciones para sus hijos (vv. 28-30)

Nabucodonosor, después de presenciar el poder de Dios, termina glorificándolo. Reconoce que Sadrac Mesac y Abed-nego continúan con vida, porque Jehová los libró del fuego. No solo eso, acepta que los amigos de Daniel eran personas de fe y con mucha lealtad a su Dios. Tanto así, que prefirieron entregar sus vidas antes que adorar a otro dios.

Sin embargo, Nabucodonosor decide honrar al Dios de los hebreos. Acepta que, una vez más, Jehová tiene más poder que cualquier ser vivo e, inclusive, que sus dioses principales. Ahora, él deja de enfocarse en su dios, y se enfoca en el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego. Antes, amenazaba de muerte a quienes no adoraban a su dios; ahora, amenaza de muerte a quienes blasfemen en contra de Jehová. No solo eso, se atrevió a decir que no existe ser tan poderoso y libertador como el Dios del cielo. Ni sus dioses principales pudieron hacer tal cosa.

Como recompensa por su fidelidad, los tres amigos de Daniel fueron engrandecidos por el rey. Nabucodonosor estaba emocionado. Evidentemente, el Espíritu Santo estaba obrando en su corazón y llamándolo al arrepentimiento. Indudablemente, Daniel 3 tiene como objetivo principal revelar el poder libertador de nuestro Dios. Asimismo, al igual que los capítulos anteriores, el capítulo bajo estudio también debe ser entendido a la luz del gran conflicto. La crisis tuvo que ver con la adoración y la amenaza de muerte. ¿Adoras a Marduk y vives, o adoras a Jehová y mueres? Si los tres jóvenes adoraban a la estatua, aceptaban la religión de Babilonia; si no lo hacían, mostraban fidelidad y lealtad a su Dios. Al final, decidieron adorar al Creador y rechazar la idolatría. Evidentemente, Dios venció y Marduk perdió. Jehová de los ejércitos fue capaz de librar a sus hijos de las manos de Marduk y Nabucodonosor.


[1]Bel era el otro nombre del dios Marduk.

[2]Como señala Olivares, 43, la imagen no necesariamente representaba la adoración exclusiva a Marduk, sino a todo el panteón babilónica, representados por su tríada: Marduk, Anu y Hadad.

[3]Doukhan no señala que Marduk reemplazaría a Dios, porque él cree que la imagen era de Nabucodonosor. Literalmente, en la misma página 46, él escribió “Nabucodonosor ha reemplazado a Dios”.

[4]Para un mayor estudio, ver Oscar S. Mendoza, “La doctrina de la Trinidad”, Estrategias 14/1 (2016): 108-113.