El capítulo 14 es extenso, y está dividido en varias partes:
- Complot para asesinar a Cristo (vv. 1-2)
- María magdalena unge al Señor Jesús (vv. 3-9)
- Judas decide ofrecer a Cristo (vv. 10-11)
- El Maestro instituye la Cena del Señor (vv. 12-25)
- Anuncio de la negación de Pedro (vv. 26-31)
- La oración en el Getsemaní (vv. 32-42)
- Arresto de Jesús (vv. 43-52)
- Jesús ante el concilio (vv. 53-65)
- Las tres negaciones de Pedro (vv. 66-72)
En la primera parte (vv. 1-2), Marcos nos dice que se acercaban los días en que se celebraban la Pascua y la fiesta de los panes. “Estas eran celebradas al mismo tiempo. Se mataba al cordero para la Pascua el 14 del mes lunar Nisán (marzo-abril) y la cena, que incluía pan hecho sin levadura, se tomaba esa tarde, el quinto de Nisán. La Pascua celebraba anualmente la liberación de los hijos de Israel esclavizados en Egipto” (La Biblia de estudio de Andrews, 1242). En esos días, Cristo fue crucificado. Asimismo, el versículo 2 indica que los principales líderes judíos estaban planificando arrestar a Cristo y asesinarlo.
En la segunda parte (vv. 3-9), María magdalena ungió a Cristo con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro, el cual costaba alrededor de 300 denarios. ¿A cuánto equivalía? Al sueldo de un año de trabajo (recuerde que un denario era el pago por un día de trabajo). ¿Por qué lo ungió sobre su cabeza? Porque era común que el anfitrión de la fiesta llegue a ungir el cabello del invitado con perfume como obsequio (ibíd.). ¿Quién le debió ungir? Simón, el dueño de la casa. Sin embargo, la que lo hizo fue María. Para Cristo, ella lo estaba ungiendo para la sepultura (v. 8). Penosamente, algunos se enojaron por el aparente gasto (Mateo 26:8 señala que fueron sus discípulos, posiblemente Judas Iscariote).
En la tercera parte (vv. 10-11), Judas va a los principales sacerdotes para entregar al Maestro. ¿Por qué lo hizo? Sencillo: ya tenía en mente que el Señor Jesús no era el tipo de Cristo que esperaba. Para él, el Jesucristo no los iba a librar de Roma. Por tanto, mejor era entregarlo, con el propósito de tener más dinero.
En la cuarta parte (vv. 12-25), por motivo de la fiesta de los panes y de la Pascua, se acostumbraba a cenar, comiendo pan sin levadura (el cual era partido) y vino sin fermentar (el cual se compartía solo en una copa). Por ello, Cristo decidió ir a una casa con sus apóstoles y cenar. “La Pascua debía comerse de noche. La puesta del sol en abril en Jerusalén ocurría alrededor de las 18:00 h, de modo que la comida pudo haber comenzado entonces” (Kraig Keener, Comentario del contexto cultural: NT, 170-171). En ese lugar, Él llegó a instituir la “Cena del Señor”. Indicó que se debe comer pan sin levadura y beber vino sin fermentar, hasta cuando Él regrese por segunda vez. El pan sin levadura representa, como símbolo, a su “cuerpo” sacrificado (v. 22); y el vino simboliza a su “sangre” vertida en la cruz (v. 24). ¿Con qué propósitos participamos de la Cena del Señor? (1) para recordar el sacrificio de Cristo, el costo de nuestra salvación; (2) para ser purificados por su sangre; y (3) para anticipar la Cena del Cordero; así como participamos de la Cena del Señor, también participaremos de la Cena del Cordero, la cual se realizará en la segunda venida (Apocalipsis 19:9). “La tradición judía comúnmente describía la época del reino como un banquete” (Keener, 171). La Cena del Señor purifica nuestras vidas y nos prepara para la segunda venida.
Mientras cenaban, Cristo les declaró que uno de los doce lo iba entregar. Sin embargo, en su misericordia lanzó una advertencia: ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! (v. 21). Estas palabras de misericordia y reflexión, eran dirigidas a Judas Iscariote.
En la quinta parte (vv. 26-31), Marcos señala que, antes de salir de aquella casa, cantaron. Comúnmente, en la cena pascual, los judíos cantaban el Salmo 113-114 para iniciar, y el Salmo 115-118 para finalizar (Biblia de estudio de Andrews, 1243).
Al salir de la casa, Él les anunció a sus discípulos que en esa misma noche, al ser arrestado, ellos iban a huir e iban a dejarlo solo. Sin embargo, inmediatamente, Pedro le dijo que él, si era posible, daría su vida para salvarlo. Lo mismo dijeron los otros (v. 31 úp). Pero, Cristo le vaticinó a Pedro que, antes que cante el gallo, él le habrá negado tres veces. ¿Por qué estaban tan esmerados por salvar la vida del Maestro? Como ya se había comentado, porque ellos tenían en mente solo una cosa: una guerra militar entre Cristo y sus discípulos, contra César y sus soldados, con el objetivo de liberarlos del yugo romano. Ellos no estaban pensando en la muerte expiatoria del Cristo, sino en luchar junto a Él en contra de Roma. Para ellos, la muerte de Cristo significaría la derrota de la nación judía.
En la sexta parte (vv. 32-42), Cristo llevó a Pedro, Santiago y Juan a un lugar apartado, en Getsemaní. Es posible que ellos hayan “llegado a Getsemaní entre las 22:00 y 23:00 (que era tarde en esa ciudad)” (Keener, 172). El registro señala que Jesús estaba demasiado triste. En pocas horas iba a morir. Entonces, se puso a orar, pidiendo a Dios que, si fuera posible, le haga apartar esa copa (v. 36). “No era el sufrimiento físico lo que temía Jesús, sino que era el peso de los pecados del mundo que debía soportar, lo que constituía la copa amarga” (La Biblia de estudio de Andrews, 1243).
¿Sí o sí debía morir Cristo? Exacto. La salvación del ser humano involucraba la muerte de una persona sin pecado (para ser nuestro Salvador), y también que esa persona tenga la capacidad de crear, con el objetivo de recrear todo lo que el pecado había dañado. ¿El ángel Gabriel podía encarnarse y morir por nosotros? Claro, pero, ¿un ángel tendría la capacidad de recrear “nuevos cielos y nueva tierra”? ¿Un ángel tiene la capacidad, sobre todo, de recrear un nuevo corazón y transformar una vida? Por supuesto que no. Por ello, sí o sí debía morir, para solucionar el problema del pecado, una de las Personas de la Trinidad. En este caso, Cristo. Ante el pedido de Él, no había otra opción. No obstante, tanta era su consagración que, como siempre, decidió continuar haciendo la voluntad del Padre (v. 36).
Penosamente, mientras Cristo oraba, Juan, Santiago y Pedro estaban durmiendo. Es evidente, una vez más, que ellos tres estaban desenfocados. Mientras Cristo tenía en mente morir por el pecado del ser humano, ellos tres tenían en mente el poder, vencer al imperio romano.
En la séptima parte (vv. 43-52), se registra el arresto del Señor Jesús y la reacción de los apóstoles. Los doce, lejos de permitir su arresto, que era lo más recomendable, huyeron. ¿Por qué huyeron? Posiblemente, porque vieron arrestado a Aquel que, supuestamente, los iba a librar de Roma. El arresto les habría hecho pensar que su Maestro no era el Mesías que tanto habían esperado. El único que sí sacó su espada y le cortó la oreja a Malco (siervo del sumo sacerdote), fue Pedro. Penosamente, él aún tenía en mente que el reino de Cristo sí era de este mundo. En ese momento ¿habrá pensado que la guerra militar contra César, había iniciado?
Los versículos 51 y 52 señalan un incidente: un joven huyó desnudo. Tradicionalmente, se reconoce que ese joven era el mismo autor del evangelio bajo estudio: Marcos.
En la octava parte (vv. 53-65), Marcos registra que a Cristo, a la media noche, lo llevaron ante el Sanedrín. ¿Qué era el sanedrín? Era un cuerpo político-religioso, con 71 miembros, que regía entre los judíos (Biblia de estudio de Andrews, 1244). Ellos debían determinar las acusaciones en contra del Maestro, para que, basándose a ellas, el imperio romano defina su condena.
Paradójicamente, los miembros del sanedrín estaban buscando falsos testigos. Pero, el problema para ellos, es que sus testimonios no concordaban. Hasta que, el sumo sacerdote le planteó una pregunta con el objetivo de condenarlo por blasfemia: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?” (v. 61). La respuesta de Jesús fue: “Yo soy. Y verás al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo”. Con esta respuesta, Jesucristo no solo pretende ser el Mesías, sino “el gobernador cósmico de Daniel 7:13, 14” (Keener, 174). Ante su respuesta, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras (reacción típica de ira ante una blasfemia). ¿Qué le incomodó más? Por supuesto, las palabras “Yo soy”, las cuales eran exclusivas de Dios. Para aquel sumo sacerdote, Jesucristo era un ser humano más, no el Mesías; por tanto, no debió pronunciar esas palabras.
En la novena parte (vv. 66-72), se registra la triple negación de Pedro, tal y como lo había anticipado el Señor. Supuestamente, Pedro no conocía a Cristo (v. 68) ni tampoco era uno de sus seguidores (vv. 69, 70). Él estaba negando al Maestro y la nueva identidad que había adquirido con Cristo. ¿Por qué razón lo negó? Porque pensó que, en realidad, el Señor Jesús era un ser humano más, y no el Mesías que los iba a librar de Roma. Con gran pena, Pedro y sus apóstoles se chasquearon, como resultado de la mala interpretación de las Escrituras hebreas.
Aplicación a la vida:
- Dios desea que lo aceptemos como nuestro Salvador personal, el Mesías redentor.
- Si deseamos seguirlo, hay que hacerlo con buenas intenciones, dispuestos a servirle de todo corazón, no con egoísmo.
- Nunca debemos negar nuestra fe ni la identidad que tenemos como cristianos. Siempre debemos ser fieles hasta la muerte.
- Cuando haya Cena del Señor y el Rito de humildad en tu iglesia, participa (penosamente, muchos no lo hacen). El Señor desea purificar tu vida y prepararte para su segunda venida. ¿Deseas ser un siervo de Jesucristo y ser preparado para su venida? Dios te guarde.