La cuarta bienaventuranza del Apocalipsis (19:9)

El clímax de las siete bienaventuranzas de Apocalipsis, como sugerencia, se registra en Apocalipsis 19:9, cuyo contenido tiene dos objetivos: (1) revelar la experiencia de aquellos que participarán de las bodas, y (2) enfatizar la veracidad de la Palabra profética, especialmente, las profecías del libro de Apocalipsis.

¿Cuál es el contexto inmediato? Como se mencionó, Apocalipsis 15 al 19 forman una unidad literaria,[1] y trata sobre la ira y el día de Jehová. El capítulo 15 revela una escena introductoria para el cuarto septenario; el capítulo 16 da a conocer la caída de las siete plagas; los capítulos 17-18 registran, principalmente, las acciones y el juicio de Babilonia apocalíptica; finalmente, el capítulo 19 revela el fin del Armagedón (el cual ya venía siendo anunciado desde 16:16), aquella batalla que terminará con la segunda venida de Cristo. Las escenas de los capítulos 15 al 19, son aquellas que sucederán después de realizarse el sellamiento, al culminar el tiempo de gracia.

Es importante considerar que el capítulo 19 cumple un papel de transición. Mientras que este culmina las escenas de los capítulos 15 al 18, también sirve como introducción para las escenas de los capítulos 20 al 22. Por un lado, este capítulo (19) registra las bodas del Cordero, el clímax de toda profecía bíblica; por otro lado, representa el inicio de la vida de los recién casados: “Cristo y su iglesia”, la cual se ampliará en las escenas del Milenio (cap. 20) y la tierra nueva (caps. 21-22).

El contexto inmediato revela escenas que competen al segundo advenimiento. Obsérvese la siguiente estructura:[2]

El capítulo 19 provee detalles sobre la segunda venida que, probablemente, no se presentan en otras partes del NT. En primer lugar, según A, habrá un preámbulo en la parusía. Los miles de seres en el cielo, glorifican a Dios, porque ya llegó el día de las “bodas del Cordero” con su novia (la iglesia), quien está lista (vv. 7-8). Como novio, Cristo, en el año 31 d.C., ascendió al cielo para preparar las moradas y habitar con la novia por la eternidad; mientras que ella es preparada por el Espíritu Santo aquí en la tierra. Estando ambos listos, participan de las bodas que, por supuesto, se refiere a la segunda venida.

En B, como paréntesis, se revela la cuarta bienaventuranza y el incidente entre el ángel y el profeta. Posiblemente, el propósito de Apocalipsis 19:9-10, sea enfatizar lo divino que es el Apocalipsis y la seguridad del cumplimiento de sus profecías. Para Juan, las palabras proféticas del capítulo 19 y la promesa que recibirán los bienaventurados, son “verdaderas” (v. 9), porque tiene su origen en el “Espíritu de profecía”, a saber, el Espíritu Santo.

En C, se habla sobre la segunda venida; pero, con una imagen de victoria. Mientras Apocalipsis 14, por ejemplo, se presenta la imagen de Cristo con una hoz en la mano, porque su contexto es de cosecha (se ve claramente en la proclamación de los mensajes de los tres ángeles); aquí, en el capítulo 19, se da a conocer otra imagen, la de un jinete con su espada y su ejército celestial (los ángeles, v. 14).[3] El porqué de esta imagen, es que el contexto es de lucha. Con su retorno, Él terminará la batalla del Armagedón.

Finalmente, D revela el juicio que se emitirá en el advenimiento. Será un juicio para la bestia, el falso profeta y los moradores de la tierra. Pero, previamente, ellos tratarán de combatir contra el Verbo (v. 19). Sin embargo, el Cordero los vencerá y ellos dormirán (referenciando a la muerte) por mil años.

En este sentido, es claro que el contexto de la bienaventuranza en estudio, guarda relación con: (a) la culminación del Armagedón, (b) la segunda venida de Cristo y (c) el Milenio y la tierra nueva.

Ahora, se tratará el texto bajo estudio. Este podría estructurarse de la siguiente manera:

Este macarismo, al parecer, fue declarado por un “ángel”, revela la experiencia de los bienaventurados que participarán de las bodas y enfatiza la veracidad de la Palabra profética.

(1) Las bodas del Cordero. Por supuesto, Juan tiene en mente el desposorio hebreo, el cual tenía una serie de acciones. Primero, se daban los esponsales, que consistía en las promesas de matrimonio. Estas obligaciones ameritaban la presencia de los testigos. Desde ese día, los novios eran considerados “marido” y “mujer” (cf. 1 Cor 11:2). Segundo, en el día del compromiso, el esposo pagaba la dote al padre de la novia (Gén 34:12). Tercero, se fijaba la fecha de la boda y ambos comenzaban con la preparación. La esposa se ataviaba y el esposo buscaba la morada donde iban a vivir. Cuarto, ya en la boda, se realizaba una procesión, en la cual el recién casado conducía a la esposa desde la casa de los padres de ella, hasta el nuevo hogar. En Israel, la fiesta por motivos del matrimonio, duraban siete o más días.[4]

Por supuesto, el lenguaje usado en Apocalipsis 19:7-9 es simbólico; y, sin lugar a dudas, el escritor tiene en mente Isaías 61:10 y 25:6.[5] Aquí, el novio/esposo es Cristo, la novia/esposa es la iglesia y la dote, al parecer, es la muerte de Cristo. Él pagó con el objetivo de desposarse con la iglesia. Asimismo, los “convidados”,[6] de acuerdo al contexto, representan a la iglesia. Aquí, el apóstol está usando las figuras “esposa/novia” y “convidados” para designar al pueblo de Dios, y no a entidades distintas.[7] Según Ladd: “Cristo es a la vez el Cordero y el pastor de ovejas (7:17), bien como un guerrero conquistador (19:11ss.). Del mismo modo, la iglesia es al mismo tiempo la novia y los convidados”.[8] Según Beale, “19:7-9 no habla de dos grupos diferentes de lo redimido”.[9] Finalmente, el vestido de lino fino, de acuerdo a Apocalipsis 19:8, representa las obras justas de los santos —la experiencia diaria de salvación.

La Escritura, desde el AT, ha representado la comunión de Dios y su iglesia como un “matrimonio”. Por ejemplo, Israel fue llamado a “desposarse” con su Dios (Ose 2:19), a volver a su esposo (Isa 54:4-7). La Iglesia, en el NT, es comparada como una “novia”, una “virgen pura” (2 Cor 11:2-3), una mujer “santa y sun mancha” (Efe 5:27). Asimismo, en la literatura apocalíptica extra bíblica y veterotestamentaria, al Señor se lo presenta como Aquel que prepara un banquete para su pueblo y celebra con ellos (3 Enoc 48:10; Isa 25:6-8;).[10] Esto se revela extensamente en Ezequiel 16:7-14. Es interesante notar que, en la Escritura, el motivo del “banquete” representa a la felicidad de la era mesiánica venidera, y tenía como base Isaías 25:6 (Mat 8:11; Luc 14:15-24).[11] Esto se amplía en Mateo 22:1-14; 25:1-13; Marcos 2:19-20, donde Cristo a sí mismo se identifica como el “novio”, y es Aquel que invita (Luc 22:30).

La boda que registra el texto en mención, revela “la comunión consumada de Dios con su pueblo”,[12] la cual fue comprada por su propia sangre. Cristo, cuando subió al cielo después de su resurrección, fue para preparar moradas y así vivir con su novia (Jn 14:1-3). Ahora, Él vendrá con el propósito de participar de las bodas y llevar a su iglesia para vivir con Él por la eternidad. Aquí, la iglesia experimenta la felicidad, porque tendrá la dicha de vivir por siempre con el esposo. Primero, morará con el esposo en el cielo, durante mil años; y después, lo hará en la tierra, por siempre. Los convivados verán y vivirán con Cristo por la eternidad. Esto, por supuesto, produce verdadero gozo.

(2) La veracidad de la Palabra de Dios. Hay algunas interpretaciones con respecto a “palabras verdaderas”. Unos señalan que es lo revelado y registrado en Apocalipsis 19:7-9; otros argumentan que se refiere al libro en su totalidad; mientras que otros señalan que solo apunta a la bienaventuranza.[13]

Probablemente, esta expresión se refiera a lo declarado desde el versículo 7, incluyendo la bienaventuranza. El objetivo de la expresión “palabras verdaderas” (que aparece también, en Apo 21:5; 22:6), es garantizar que la promesa de “las bodas del Cordero”, tendrá su cumplimiento en la parusía, porque aquella tiene como fuente a Dios mismo. Además, la experiencia de la felicidad es y será una realidad, si el creyente atesora lo prometido. Esto se revela cuando se prepara para el advenimiento.

En conclusión, esta bienaventuranza presenta el estado de felicidad de los convidados —la iglesia— que participará de las bodas del Cordero. Será una gran ceremonia y, por supuesto, el gozo será notorio. Por tanto, el creyente es llamado a prepararse para aquel banquete. Mientras el Novio, en el cielo, está “preparando moradas” (Jn 14:1-2), la iglesia es llamada a prepararse. En primer lugar, lo hará confiando en la “Palabra de Dios”, porque lo registrado en ella es verdad; en segundo lugar, teniendo una comunión especial con Cristo; y en tercer lugar, experimentando la salvación bajo la dirección del Espíritu Santo. ¿Cómo? Guardando los mandamientos de Dios y teniendo fe en el testimonio de Jesucristo. Experimentando todo esto, la felicidad está asegurada para el presente y la eternidad.

Fuente: Oscar S. Mendoza, Las siete bienaventuranzas del Apocalipsis (España: Ediciones Fortaleza, 2019), 85-96.


Referencias:

[1]Ver Keneth Strand, Interpreting the Book of Revelation: Hermeneutical Guidelines, with Brief Introduction to Literary Analysis (Washington, OH: An Arbor Publishers, 1976), 35.

[2]Esta estructura se debe a los conectores que inicia en cada perícopa: (a) v. 1: “Después oí”/(b) v. 9: “Después el ángel”/(c) v. 11: “Vi el cielo”/(d) v. 17: “Vi luego”.

[3]Según David Mathewson, Juan “aplica el lenguaje del Día del Señor a la venida de Cristo como agente de juicio de Dios, todo culminando en la escena del Mesías guerrero-juez en 19:11-21” (“Isaiah in Revelation”, en Isaiah in the New Testament, eds. Steve Moyise y Maarten J. J. Menken[London, NY: T&T Clark International, 2005], 197).

[4]Ver William Hendriksen, More than Conquerors: An Interpretation of The Book of Revelation (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2015), 181-182; Kistemaker, 563; Stefanoviç, Revelation, 545-546; Osborne, 747.

[5]Osborne, 746; Keener, 768; Beale y McDonough, 1142.

[6]En paralelo con Apocalipsis 17:14, parece que las palabras “escogidos” y “convidados/ invitados” son sinónimos (Beale, 945; Smalley, 485).

[7]El uso de dos imágenes para representar una realidad, es común en la literatura apocalíptica bíblica. Esto es notorio, por ejemplo, en Daniel 2, 7; Apocalipsis 5:5-6; 7:4, 9; etc. Según Osborne, 749, “tal combinación de metáforas era comun, en el mundo antiguo, para acrescentar riqueza a la imagen”. Por su parte, hay quienes sugieren que la novia es la Iglesia, y que los convidados serían los santos del AT. Sin embargo, como Ladd, 185, correctamente dice: “Esta opinión ignora la fluides del lenguaje figurado; el concepto de iglesia como novia y de la consumación final como matrimonio, son figuras, metáforas”.

[8]Ibíd.

[9]Beale, 945. Asimismo, él señala que la novia representa a la iglesia como “cuerpo”; y los convidados simbolizan a miembros individuales de la iglesia (cf. Smalley, 485; Thomas, Revelation 8-22, 372).

[10]Mounce, 426; Kistemaker, 563; Charles, Revelation, 2:129; Stefanoviç, Revelation, 546-547.

[11]Osborne, 549; Smalley, 485.

[12]Beale, 944.

[13]Para una mayor discusión, ver Kistemaker, 563; Smalley, 485-486; Beale, 945; Osborne, 750.