“Dios es Espíritu”: Un análisis de Juan 4:24

Autor: Pr. Oscar S. Mendoza

Resumen: ¿Qué quiso decir el apóstol Juan con la oración “Dios es espíritu”? ¿Se refiere a su naturaleza física? ¿Cómo entender la expresión “adoren en espíritu y verdad”? ¿Cuál era el mensaje que Cristo le quería transmitir a la mujer samaritana? En este artículo, responderemos estas preguntas y estudiaremos la relación que existe entre “adoración”, “Espíritu” y “verdad”. Para ello, se analizará exegéticamente Juan 4:24, tomando como caso el diálogo de la mujer samaritana con el Señor Jesús.

Palabras clave: Dios — Espíritu — adoración — verdad

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Introducción

Al leer Juan 4:24, uno como lector puede plantearse diversas preguntas: ¿Qué quiso decir el apóstol con la oración “Dios es espíritu”? ¿Se refiere a su naturaleza física? ¿Cómo entender la expresión “adoren en espíritu y verdad”? ¿Cuál era el mensaje que Cristo le quería transmitir a la mujer samaritana?

En este artículo, responderemos estas preguntas y estudiaremos la relación que existe entre “adoración”, “Espíritu” y “verdad”. Para ello, se analizará exegéticamente Juan 4:24, tomando como caso el diálogo de la mujer samaritana con el Señor Jesús.

Se iniciará el estudio dando a conocer el contexto histórico, luego el contexto literario; después, se analizará el texto; y, finalmente, se realizará la Teología. Por supuesto, se presentarán las conclusiones respectivas.

Contexto histórico

Samaria, antigua ciudad de Palestina, fue capital del reino de Israel y estuvo situada sobre una colina que dominaba una ruta importante hacia la capital del rey David (Jerusalén). Esta ciudad fue fundada por el rey Omri (que gobernó desde 876 hasta 869 a.C.), que la convirtió en la capital de su reino. Durante la época de Esdras, se prohibió a los samaritanos ayudar a construir el templo de Jerusalén (Esd 4:3-4), llevándolos a edificar su propio templo sobre el Monte Gerizim (monte que recibió la bendición divina; cf. Dt 11:29; 27:12).[1]

Después que se dividió el reino a la muerte del rey Salomón, Israel pasó a ser el reino del norte, y Judá, el reino del sur. Israel, por las continuas invasiones, por ejemplo, la invasión de 722 a.C, fue contaminándose cada vez más, tomando en práctica el estilo de vida de muchos pueblos paganos. Al transcurrir el tiempo, Israel llegó a paganizarse e ir en pos de la idolatría. Sin embargo, a pesar de tomar prácticas paganas, aun había respeto por la religión monoteísta hebrea.[2]

A la caída del Imperio asirio (609 a.C.), Samaria pasó a poder de los babilonios y, después, a los sucesivos conquistadores de Palestina. Bajo el gobierno de Herodes el Grande, la ciudad se denominó Sebaste (que quiere decir Augusta), en honor del emperador romano.[3] En lo cultural, Samaria fue afectada en gran manera por los griegos; su influencia fue latente.[4]

Los samaritanos adoraban de forma única y distinta a la de los judíos, y eran devotos al Señor. Guardaban las fiestas, estaban comprometidos con la ley, practicaban la circuncisión y —para el tiempo del fin— esperaban a un Libertador, llamado Taheb (o “Restaurador”).[5] Ellos sostenían que, al venir el Taheb, él les iba a enseñar la mejor forma de adorar.[6] Por cierto, esta expectativa mesiánica entre los samaritanos, era latente en el primer siglo de la era cristiana.

Los samaritanos no reconocían el templo de Jerusalén, sino que adoraban en el Monte Gerizim;[7] usando solo su propia versión, a saber, el “Pentateuco samaritano”.[8] A diferencia de los judíos, que incluyeron los Escritos y Profetas en su canon; los samaritanos solo consideraron el Pentateuco como su “libro santo”.[9] Esto les llevó a un rechazo abierto a toda idea relacionada con un “Mesías davídico”.[10]

Los samaritanos y judíos no podían estrechar lazos en asuntos religiosos. La enemistad era, a tal punto, que los judíos consideraban, negativamente, como “gentiles” a los de Samaria. También, es sabido que, alrededor del año 400 a.C., los samaritanos levantaron un templo en el monte Gerizim; sin embargo, en 128 a.C., este fue destruido por los judíos (específicamente, quien lo destruyó fue Juan Hircano).[11] ¿La razón? Los judíos consideraban que únicamente se debía adorar en Jerusalén, no en otro lugar; sostenían esto, porque creían que era “el lugar más santo de la tierra”.[12] Otro ejemplo de sus diferencias, son los ritos de purificación que debían realizar aquellos judíos que dialogaban o enseñaban a una mujer samaritana.[13]

Contexto literario

El evangelio de Juan está dividido en cuatro partes básicamente: (1) prólogo (1:1-18); (2) ministerio terrenal del Señor Jesucristo (1:19-12:50); (3) arresto, muerte y resurrección de Cristo (13-20:31) y (4) epílogo (21). El texto en estudio, está ubicado en el ministerio terrenal de Jesús.

En su ministerio terrenal, Jesús ministró en varios lugares en Israel. Desde el capítulo 2 hasta el capítulo 5:47, el autor narra el ministerio de Cristo en la región de Judea, aproximadamente en los años 28 y 29 d.C.[14] Estando en este lugar, el Señor se retiró temporariamente de la región ya mencionada, y se encaminó a Galilea. En el trayecto, Él tenía que cruzar por Samaria; y es allí, específicamente en Sicar, donde conversó con una mujer (4:1-26).[15] Aquel lugar, donde moraba la samaritana, era de un nivel económicamente bajo; ella no era una “dama” de la ciudad de Samaria.[16]

El diálogo con la mujer samaritana, guarda relación con el capítulo anterior.[17] En ambas secciones, el autor primero presenta un estilo de diálogo entre dos personas: (a) Cristo y Nicodemo (judío) y (b) Cristo y la mujer (samaritana), y luego muestra diálogos con mayor audiencia de personas.[18]

En el capítulo 3, Jesucristo enseñó a Nicodemo la necesidad de nacer en el reino de los cielos. Este nuevo nacimiento es producto de la obra del Espíritu Santo. Por su parte, en el capítulo 4, Cristo suplió la sed de la mujer samaritana y le invitó al mismo reino que le habló a Nicodemo.[19] No obstante, en ambos capítulos no solo se invita al reino de los cielos, sino también lo que este produce: una vida de adoración en Espíritu y verdad (4:24). Con estas consideraciones, el autor presenta, por lo menos, dos objetivos principales de ambos diálogos:

  • Mostrar la invitación de Jesús, el Mesías, al reino de los cielos tanto a judíos como a samaritanos. Con esta actitud, Él dio a conocer que la salvación no es exclusivamente para los judíos, sino también para los que no lo son.
  • El siguiente objetivo se registra en 4:23-24, a saber, el “llamado divino de verdaderos adoradores”. Tanto judíos como samaritanos podían ser verdaderos adoradores. Esto implicaba: (a) aceptar el Mesianismo de Jesús, (b) adorar a Dios en “Espíritu y verdad” (v. 24), y (c) al formar parte del reino mesiánico, se tendría que romper los lazos de enemistad entre ellos. Penosamente, tanto judíos como samaritanos no llegaban a ser “verdaderos adoradores”.

Después de tratar brevemente Juan 3 y 4, ahora se estudiará el contexto mediato. El capítulo 4 se puede estructurar de la siguiente manera:

  1. Jesucristo encaminándose a Samaria (vv. 1-4)
  2. El diálogo de Cristo con la mujer samaritana (vv. 5-26)
  3. El diálogo de Cristo con sus apóstoles (v. 27-38)
  4. Los samaritanos reciben el mensaje (vv. 39-42)
  5. Jesús regresa a Caná de Galilea (vv. 43-46)
  6. Jesucristo sana al hijo del oficial del rey (vv. 46-54).[20]

Es posible que el objetivo principal de todo el capítulo 4, sea mostrar tanto la identidad como la misión salvífica de Jesucristo; pero, en el contexto de la adoración y considerando la labor del Espíritu Santo. Por tres razones:

  • Se utiliza la figura de “agua de vida”. En el AT, el agua representaba vida y bendición, y también “la verdadera vida en comunión con Dios”;[21] a veces, representaba al mismo Dios (Jer 2:13; 17:13).[22] En el mundo antiguo, el agua tenía un papel vivificador y purificador;[23] y se creía que el “agua de vida” confería inmortalidad.[24] En el pensamiento bíblico, la “roca” era asociada con el Mesías (1 Co 10:4),[25] y el “agua” se relaciona con el Espíritu Santo (Is 44:3; Eze 36:25, 26).[26]
    Según el pensamiento hebreo, el Espíritu de Dios “traería y sostendría una nueva era en el tiempo del fin”.[27]Todo parece indicar que Jesús, al mencionar el “agua de vida”, estaba aludiendo a Números 20:8-11,[28] y tenía en mente al Espíritu, con Quien tomaría parte en el Nuevo Reino de los cielos, e inaugurarían un nuevo sistema de adoración.[29] Aquel reino, con su nuevo sistema de adoración, inició con la primera venida de Cristo y continúa hacia la eternidad. “El gran avance ha llegado, y el futuro se ha convertido en tiempo presente; pero, sin perder su carácter futuro”.[30]
    En Juan 4, el Único que podía saciar la necesidad de salvación era el Señor Jesucristo, a través de la obra del Espíritu Santo. Aquella “agua” era ofrecida no solo al judío, sino también al samaritano. Por más que la salvación haya venido de los judíos (Jn 4:22) en los días de la samaritana,[31] porque a ellos se les había revelado la ley,[32] la redención seguía siendo universal. Penosamente, la samaritana estaba “pensando en un lugar; sin embargo, no se dio cuenta de que agua viva no depende de un pozo o manantial”.[33] Lo bueno es que, más adelante, ella cambió de opinión.
  • Puesto que la mujer ve a Jesucristo como la fuente de la salvación, Jesús se revela a sí mismo como el Mesías divino, declarando: “Yo Soy, el que habla contigo” (v. 26). Es recomendable considerar que, el contexto no amerita un tema ontológico de Dios. Lo que se está expresando es la experiencia de salvación del pecador arrepentido. Aquella mujer: primero, fue a Jesucristo para saciar su sed de salvación; segundo, creyó que Jesús era el Mesías, el Libertador del pecado; y tercero, al obtener la justificación, como respuesta a la gracia divina, se convirtió en una verdadera adoradora.
    De esta manera, considerando Juan 4, un verdadero adorador es aquel que acepta a Jesús como “Mesías”. Razón tiene Pheme Perkins, al declarar que “el fundamento del culto verdadero en la comunidad joánica, es la fe en Jesús como profeta, Mesías, Salvador del mundo e igual a Dios”.[34]
  • Las acciones del Espíritu Santo son indispensables. Es muy probable que una de las primeras menciones del Espíritu Santo, en el evangelio según Juan, esté en 4:24 (se ampliará más adelante). De acuerdo al contexto, Él es quien prepara a los candidatos para el reino de los cielos y para que sean verdaderos adoradores.

Análisis textual

Después de estudiar brevemente Juan 4, ahora se estructurará el versículo 24:

A: Dios es espíritu
    B: y los que le adoran
    Bʼ: es necesario que lo adoren
Aʼ: en Espíritu y verdad.[35]

El énfasis del texto no es el Espíritu (A//Aʼ), sino la necesidad de una verdadera adoración (B//Bʼ). No solo eso, en conexión con el versículo 23, existe otra necesidad: buscar verdaderos adoradores del Padre.[36] Razón tiene A. T. Robertson, al declarar: “Juan presenta al Padre como yendo en pos de adoradores, una doctrina que se encuentra a través de todo el evangelio (3:16; 6:44; 15:16 y 1 Jn 4:10)”.[37]

Juan 4:24 está compuesto por dos oraciones, tres verbos definidos y uno tácito. En la primera oración, hay un adjetivo con una función predicativa del sujeto de la oración, a saber, de “ὁ Θεός”.[38] Si bien es cierto el verbo “es” no está en el texto griego, se le adiciona por la función predicativa que cumple aquel adjetivo.[39] En la segunda oración, hay dos partes:

  • La primera indica el sujeto de la adoración (sujeto principal) y quiénes son los adoradores. Este pronombre está refiriéndose al sujeto de la primera oración, a saber, “ὁ Θεός”. Por lo tanto, aquel acto de adoración es dirigido a Dios.
  • En la segunda parte, el sujeto ya no es “ὁ Θεός”, sino el artículo acusativo “τοuς”. Aquí, ya no se habla sobre “quiénes adoran a”, sino la manera, el cómo. Para especificar el cómo, Juan usó los sustantivos πνεύματι y ἀληθείᾳ. Precisamente, ambos sustantivos, por estar en dativo, cumplen la función de objeto indirecto, señalando el cómo de la adoración. Aquí, según Kanagaraj, “la adoración se define no en términos del lugar de adoración, sino en términos del objeto y la manera de adorar”.[40]

En Bʼ, desde el momento que está escrito “δεῖ προσκυνεῖν”, Juan dio a conocer, aparte de invitar a una verdadera adoración, que en aquel tiempo muchos no estaban adorando de manera correcta. Aquí, hay dos verbos que marcan el verdadero sentido de todo el versículo. Ambas acciones están direccionadas al pronombre αὐτoν, enfatizando que la necesidad de adoradores es de ὁ Θεός.[41] Asimismo, se resalta el verbo “δεῖ” (“es necesario”), que aparece tres veces en el capítulo (vv. 4, 20, 24), siendo una palabra clave en la narración.[42] En primer lugar, este verbo se relaciona mucho con la misión de Cristo, según los cuatro evangelios (3:14; 9:10,16; 16:12,14; 29:9); y en último lugar, como parte de su misión, Él estaba invitando para que sean verdaderos adoradores.

Por un lado se adoraba; pero, no desde la visión de Dios; por otro lado, el espíritu de cada adorador no guardaba coherencia con la verdad ni con la voz del Espíritu Santo, ya sean judíos o samaritanos. Por este motivo, la mujer trataba de entender la necesidad de ser verdaderos adoradores desde la perspectiva de Dios, tal como Él pide y produce —por medio del Espíritu. Esto se expresa en el verbo tácito “es” y en la preposición “ἐν”. Como Dios es espíritu, todo verdadero adorador es invitado a adorar en la visión divina y no humana. El verdadero adorador adora de manera celestial, donde predomina el carácter de Dios.

Parece que la mujer llegó a entender este punto. No era suficiente un templo o un monte para glorificar al Señor, sino el carácter con el cual se adora al Creador. La samaritana, con lo expresado por el Señor Jesús, pudo contemplar la religiosidad de su pueblo y el fanatismo de los judíos; y después se dio cuenta que, penosamente, no estaban adorando correctamente. “La adoración en el Monte Gerizim fue basada sobre la ignorancia”, y tal no “era una verdadera adoración”.[43]

Ahora, se tratará de responder algunas preguntas para una mejor comprensión del texto: ¿Se refiere la oración “Dios es espíritu” a su naturaleza física? Para ello, es importante saber qué significa la palabra “espíritu”; y así, se podrá conocer qué significa la expresión “adoren en Espíritu y verdad”.

  1. ¿Se refiere la oración “Dios es Espíritu” a la naturaleza física/corpórea de Dios? Todo parece indicar que no. Traería algunas complicaciones si fuera así, por ejemplo:
    No se respetaría el contexto ni el tema de la narración. En el diálogo que tiene Jesús con la mujer samaritana, no se toca el tema de “la naturaleza física de Dios”; más bien, se habla sobre el espíritu que una persona debe tener al adorar a Dios. En realidad, el tema central es la salvación que desea dar el Mesías, y la manera cómo la recibe el ser humano a través de la adoración en Espíritu y verdad. No se hace mención sobre la naturaleza física o material de Dios.
    El uso de la palabra “espíritu”. Como se verá en breve, la palabra “espíritu”, literalmente, significa “viento en movimiento”. Por ello, se caería en el error al afirmar que Dios es un viento en movimiento en el cielo y en la tierra, o que es una fuerza o un espíritu sin forma.
    Traería serias complicaciones si se propone que “Dios es espíritu” se refiere a su naturaleza corpórea; porque hay textos, y algunos de ellos son joánicos, donde se habla de Dios como “fuego devorador” (Dt 4:24; Heb 12:29), que “Dios es luz y en él no hay tinieblas” (1 Jn 1:5); y bien se sabe que en su naturaleza divina, no se figura un fuego devorador. Para R. E. Brown, estas ecuaciones (“Dios es luz/fuego”) “no son definiciones de la esencia de Dios, sino que se refiere a la relación de Dios con su pueblo”.[44] Lo mismo sucedería con “Dios es espíritu”.
    Asimismo, si se comprendiera desde el factor físico la expresión “Dios es espíritu”, ¿cómo se entendería la necesidad de adorar “en Espíritu y verdad”? ¿Existe algún vínculo entre los espíritus (materialmente hablando) de Dios y de los seres humanos?
  2. ¿Qué significa la palabra “Espíritu” (πνεμα)? Esta palabra deriva de πνεῦ, que designa principalmente el poder de la naturaleza y vida. Significa viento, respiración (principalmente de la vida),[45], soplo.[46] Uniendo los términos “πνεῦ” y “μα”, denota movimiento, acción,[47] cuyo significado sería: movimiento dinámico del aire.[48] πνεῦμα puede traducirse como “viento”, “soplo”, “brisa”, “respiración”, “espíritu”, “aliento”, “vida”.[49] Mayormente, en la Escritura, se traduce como “espíritu”.[50]
    En la LXX, el hebreo que equivale a πνεῦμα es רוח, el cual aparece 377 veces en el Texto Masorético, y en la LXX, 264 veces.[51] En los escritos de Qumrán, el espíritu es aquello que se manifiesta en el conocimiento y en la conducta del hombre ante Dios (1QS V, 21, 24).[52] En el mundo griego, πνεῦμα significaba: viento, aliento, alma (el cual, según los griegos, estaba atada al cuerpo durante la vida). Para ellos, existía el πνεῦμα divino, el cual no era personal, sino inmanente; también, consideraban al πνεῦμα como la manifestación de la deidad misma.[53]
    Por lo general, en el NT πνεῦμα es traducido como “espíritu”, y aparece 379 veces con los significados: viento, brisa, la vida interior, el Espíritu.[54] De los cuales, 03 se refiere a su significado original, 47 se refiere al espíritu humano, 38 a los espíritus malignos, 275 al Espíritu de Dios o el Espíritu Santo.[55] Asimismo, denota aquel poder que el hombre experimenta al relacionase con lo espiritual.[56]

    En el caso del hombre, el espíritu es parte de su personalidad (algo inmaterial), su vida interna,[57] la capacidad de conocer a Dios, su elemento sensible, aquello que lo hace reflexionar y percibir;[58] pero, que está unido holísticamente con el cuerpo. En el caso de Dios, πνεῦμα representa la naturaleza del carácter divino (o “naturaleza espiritual”[59]); y también se refiere, en muchos casos, a una de las personas de la Trinidad: el Espíritu Santo (Jn 1:33; 14:26; 20:22; Hch 1:2; 5:3, 32; Ro 5:5).
    El apóstol Juan es uno de los escritores bíblicos que usa varias veces la palabra πνεῦμα. Por ejemplo, en su evangelio aparece 24 veces (1:32-33; 14:26; 13:21; 20:22, etc.); en sus cartas se registran 12 veces, sobre todo, en 1 Juan (3:24; 4:1-2; 5:8, etc.); y en Apocalipsis aparece 24 veces (1:10; 2:7, 11, 17, 29; 4:2, 5, etc.). Según Juan, “espíritu” se usa, generalmente, para designar: (1) al Espíritu Santo, (2) al viento, (3) a la personalidad (vinculada a las emociones, como en 11:33; 13:21), (4) demonios o seres engañadores (1 Jn 4:3, 6), (5) al ser (1 Jn 4:2).
    Entonces, ¿a qué se refería Juan, cuando escribió “Dios es espíritu”?[60] En esta oración, no se refería al aspecto físico o corpóreo de Dios, tampoco al Espíritu Santo[61] ni mucho menos al espíritu del ser humano;[62] lo más probable es que se está refiriendo a su invisibilidad, al hecho de ser una persona celestial y estar en una esfera espiritual. Como “divino”, Él es “opuesto a lo humano […] desconocido a los seres humanos, a menos que Él decida revelarse a sí mismo”.[63] Dicho de otro modo, “Dios es espíritu” se refiere al “ser espiritual”, a “un atributo de Dios”.[64]

    Esto no quiere decir que Él sea un “viento en movimiento”, como se señaló más arriba. Tampoco es recomendable buscar información de cómo es Dios física o materialmente. De todos modos, la expresión “ser espiritual” aún es limitante, porque puede implicar muchas cosas.

  1. ¿Qué significa la expresión “adoren[65] en Espíritu y verdad”?[66] Todo parece indicar que en esta expresión, la tercera parte del versículo en análisis, la palabra “Espíritu” sí se refiere al Espíritu Santo. Para ello, se presentan tres razones:
  • La expresión “en Espíritu” (“ἐν πνεύματι”)[67] aparece siete veces en los escritos del apóstol Juan (1:33; 4:23-24; Ap 1:10; 4:2; 17:3; 21:10), y tiene dos usos: 1) Se refiere al Espíritu Santo, y 2) la obra del Espíritu Santo en una visión (común en Apocalipsis; ver 1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Por su parte, la palabra “ἐν”, en Juan 4:24, tiene su sentido locativo; pero, ahora en el reino o esfera del Espíritu Santo, y ya no en Jerusalén o Gerizim.[68]
  • Desde el capítulo 1, Juan resalta la obra del Espíritu Santo. Primero, aparece en el bautismo de Cristo y su apoyo para su identificación (1:32-33). Segundo, Él es quien obra el nuevo nacimiento (3:6, 8). Tercero, Él sería la persona que ayuda al creyente a adorar en “verdad”.
  • En la mayoría de casos, cuando Juan usa la palabra “πνεύμα”, se refiere al Espíritu Santo. No solo eso, cuando relaciona las palabras “Espíritu” y “verdad”, también tiene en mente al Consolador (14:17; 15:25). Por eso, algunos eruditos argumentan que “Espíritu” y “verdad” son un endíadis, porque abarcaría la misma idea, sintetizada en la expresión “Espíritu de verdad”.[69]

    De esta manera, parece que la expresión “adoren en Espíritu” puede referirse a una adoración de acuerdo al Espíritu Santo, dirigida por Él y según su voluntad. En este sentido, de acuerdo al texto bajo análisis, el creyente es llamado a adorar considerando: (a) la dirección y la voluntad del Espíritu Santo, y (b) la verdad (la Palabra de Dios, conocimiento de la revelación divina).[70] En palabras de Carson: “No hay dos características separables de la adoración que deba ser ofrecida: esta debe ser en “espíritu y verdad”, i.e. esencialmente centrada en Dios, hecho posible por el don del Espíritu Santo, y en conocimiento personal de y en conformidad a la Palabra encarnada de Dios, el Único que es la “Verdad” de Dios, la exposición y el cumplimiento completos de Dios y sus propósito salvíficos”.[71]

En conclusión, la mujer samaritana estaba siendo llamada para adorar al Creador; pero, bajo la guía del Espíritu Santo; Quien, a la vez, dirige a toda verdad. La verdad presente que ella estaba recibiendo, era el Mesianismo de Jesús. Por tanto, desde aquel momento, ella debía dejar de lado las presuposiciones que tenía en mente (la lucha entre judíos y samaritanos de dónde adorar), y solo aceptar al Mesías y la conducción del Consolador. En palabras de Keener, “Juan re conceptualiza el espacio santo; pero, en términos de ʻla manera de adoración: en espíritu y verdadʼ […] aquí, Juan redefine esto, especialmente desde una perspectiva neumatológica”.[72]

Teología del texto

La relación de los verdaderos adoradores con el Espíritu Santo. La mujer samaritana tenía en mente el factor “lugar” como elemento determinante para la adoración. Sin embargo, Jesús le señaló que no era el lugar, sino el objeto. Si ella quería ser verdadera adoradora, necesitaba aceptar el mesianismo de Jesús; quien, a su vez, supliría sus necesidades espirituales por medio del Espíritu Santo (persona que dirige al creyente a Cristo; cf. Jn 14-16). El verdadero culto está, por lo tanto, orientado hacia el Hijo encarnado.[73] También, comprendió que el Espíritu Santo es quien dirige a un verdadero adorador, no las tradiciones que ella había escuchado.

Es necesario adorar a Dios bajo la dirección del Espíritu Santo. Como dice Elena de White en el contexto de Juan 4:24: “La religión que proviene de Dios es la única que conducirá a Dios” (énfasis añadido).[74] Como Dios es espíritu, se le debe adorar desde la perspectiva del Espíritu Santo.

La necesidad de buscar aquellos verdaderos adoradores. En realidad, no hubo muchos verdaderos adoradores en aquel tiempo. Pero, Cristo hizo algo formidable: fue en busca de ellos. Siendo un lugar paganizado, Él fue en busca de la mujer samaritana y de sus vecinos. El llamado era y es universal. Se suponía que aquellos verdaderos adoradores debían haber sido los judíos; sin embargo, adoraban a Dios de manera equivocada. Más enfatizaban lo formal y ceremonial, que lo espiritual. No obstante, gracias a la obra del Espíritu Santo, aquellas personas aceptaron el mesianismo de Jesús, recibieron las bendiciones del “Agua de vida” y llegaron a ser verdaderos adoradores. La mujer comprendió muy bien que Dios estaba buscando verdaderos adoradores, y no judíos adoradores.

Un punto importante que resaltar, es la enemistad que tenían los judíos y samaritanos. ¿Puede alguien ser un “verdadero adorador”, cuando está en enemistad con su prójimo? Cristo introduce a las personas la dimensión de Dios en amor a ellos.[75] Hoy en día, el Creador continúa invitando a cada ser humano para ser un verdadero adorador, que implica aceptar la Verdad presente, los Mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6-12.[76] El Espíritu Santo sigue dispuesto a guiar a la verdadera adoración. Es interesante que el mensaje del primer ángel tenga como propósito buscar verdaderos adoradores.

La búsqueda por parte de Dios de aquellos adoradores es universal. Ser judío o samaritano, o estar en Jerusalén o en Gerizim, no es pre-requisito para ser un verdadero adorador; ese fue el mensaje de Cristo a los samaritanos. Uno puede ser un verdadero adorador en el lugar donde esté, sin necesidad de tener sangre judía. Como declara Paulien “Dónde se adora no es tan importante como la actitud del adorador. No cuenta tanto dónde adoramos, sino cómo adoramos”.[77] En palabras de Walt Russell: “Tal adoración se descentraliza geográficamente (no en Jerusalén o en el monte Gerizim) y centralizada personalmente. La adoración es mediada a través de la persona del Espíritu Santo para asegurar su veracidad para todos los pueblos”.[78]

Conclusión

Juan 4:24 revela la búsqueda divina de verdaderos adoradores. Aquellos tienen las siguientes características: (a) aceptan el mesianismo de Jesús, (b) son dirigidos por el Espíritu Santo, (c) adoran desde la voluntad del mismo Espíritu, (d) interiorizan la verdad (la Palabra de Dios) y (e) rompen todo lazo de enemistad con su prójimo.

En la primera oración del versículo en estudio, que señala que “Dios es espíritu”, lo más probable es que se está refiriendo a su invisibilidad y el estar en una esfera espiritual. Por supuesto, no se refiere a los elementos físicos o materiales de Dios.

Por su parte, “adoren en Espíritu y verdad”, sí está aludiendo al Espíritu Santo. Por tanto, cuando el texto se refiere a adorar “en Espíritu y verdad”, está señalando que el creyente, para ser un verdadero adorador, está llamado a ser guiado por el Consolador.

Considerando Juan 4:23-24, se descarta la idea de adorar únicamente en una ciudad en especial, ya sea Jerusalén o Gerizim, u otro lugar. La verdadera adoración “no es un asunto de ubicación geográfica (culto en una iglesia), postura física (de rodillas o de pie), o siguiendo una liturgia particular o rituales externos (cf. Mt 6:5-13); este es un asunto del corazón y del Espíritu”.[79] Lo relevante es a Quién adorar, Cómo hacerlo y a Quién permitimos que nos guíe para la verdadera adoración.

El Espíritu Santo es un Ser inteligente y se comunica a través de las palabras. Por ello, Él dirige al creyente a comprender la verdad; para que luego, llegue a ser un verdadero adorador. Una persona que no acepta la verdad, no puede ser un verdadero adorador. El que adora a Dios, debe aceptar su Palabra. Así como a la mujer samaritana, Dios también, invita a ser verdaderos adoradores; y hoy, lo hace por medio de Apocalipsis 14:7.

Fuente: “‘Dios es espíritu’: Un estudio de Juan 4:24”, Berit Olam 13/1 (2016): 42-64.

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Referencias:

[1]Wilton M. Nelson, Nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (Nashville, TN: Caribe, 2000), 175.

[2]Wayne A. Brindle, “The Origin and History of the Samaritans”, Grace Theological Journal 5/1 (1984) 47-75.

[3]Nelson, 175.

[4]Craig S. Keener, The IVP Bible Background Commentary: New Testament, 2nd ed. (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2014), 258. En adelante BBC.

[5]El Taheb era considerado como “Mesías” o “Profeta”, comparado con Moisés. Por ello, cuando la samaritana relacionó a Jesucristo con un “profeta”, no tenía en mente a una persona que recibe sueños y visiones, sino al Taheb. Para D. A. Carson, este argumento es sólido por la sintaxis de Juan 4:19, que se traduciría de la siguiente manera: “Veo que tú eres el profeta” (The Gospel According to John, en The Pillar New Testament Commentary [Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1991], 174; ver también, Keener, BBC, 260). Es importante considerar que los samaritanos no llamaban a aquel Restaurador como “Mesías”, sino únicamente “Taheb”. Recién en el siglo XVI d.C., es que utilizaron la palabra “Mesías” (ibíd.).

[6]Jon Paulien, Juan, en Colección vida abundante: la Biblia amplificada, trad. Adriana Itin (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2001), 122-123. Algunos sugieren que el Taheb iba a tener el rol de maestro (Keener, BBC, 260).

[7]Ellos consideraban al Monte Gerizim como el monte más santo y como la contraparte del templo de los judíos (Craig Keener, The Gospel of John: A Commentary [Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2012], 611-612).

[8]Ver Walter A. Elwell y Robert W. Yarbroligh, Al encuentro del Nuevo Testamento (Singapore: Caribe, 1999), 61.

[9]Lidia Domenica Matassa, “Samaritans”, en Encyclopaedia Judaica, vol. 17, 2da. ed., eds. Fred Skolnik y Michael Berenbaum (Farmington Hills, MI: Keter Publishing House Ltd., 2007), 719. Por supuesto, el solo hecho de aceptar el Pentateuco y obviar a los Profetas y la literatura Sapiencial, le trajo dificultades a los samaritanos. Por ejemplo, en 2 Crónicas 6:6; 7:12 (cf. Sal 78:68), se revela de que Dios escogió a Jerusalén para que esté su Santo nombre. Sin embargo, para los de Samaria, este registro no significó nada. Sin lugar a dudas, al rechazar casi todo el AT, los samaritanos tenían un conocimiento limitado de Dios (Leon Morris, The Gospel According to John, en The New International Commentary on the New Testament [Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1989], 269).

[10]Keener, The Gospel of John, 611.

[11]Domenica, “Samaritans”, 721.

[12]Keener, BBC, 260.

[13]Andreas J. Köstenberger, John, en Commentary on the New Testament Use of the Old Testament, eds. G. K. Beale y D. A. Carson (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2007), 438.

[14]Francis Nichol, ed., Comentario bíblico adventista, trad. Ampuero Matta (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978-1990), 5:872.

[15]No era bien visto, antiguamente, que una mujer conversara con un varón. Por ejemplo, entre los griegos y romanos era inapropiado que un hombre hablara con una mujer sin vigilancia alguna (Keener, BBC, 260). En la mentalidad judía de aquel tiempo, un maestro de la ley estaba imposibilitado de dialogar con una mujer. Es más, hubo rabís que prohibían dialogar públicamente a un varón hasta con su propia esposa; peor aún enseñarle el Pentateuco o algún libro inspirado. Según su concepción, la mujer no podía recibir ni aprender la Torah; y ella les era, supuestamente, “una tentación”. No obstante, Cristo rompe los esquemas y le da el debido valor a la mujer, no solo dialogando con la samaritana en público, sino también enseñándole sobre la adoración verdadera e identificándose como Mesías. Para Jesús, la mujer –al igual que el varón– está en la capacidad de entender su Palabra, recibir instrucción y enseñarla. De acuerdo con Köstenberger, John, 438, “Jesús no temía romper las barreras sociales en la búsqueda de su misión”. Para un mayor estudio, ver Miguel Ángel Núñez, “Jesús y la mujer”, en Cristología: descubriendo al Maestro, 3ra ed. (Lima: Ediciones Fortaleza, 2006), 117-126.

[16]Morris, 256.

[17]La erudición reconoce el paralelismo de ambos capítulos. Ver JoAn Davidson, “John 4: Another Look at the Samaritan Woman”, Andrews University Seminary Studies 43 (2005): 161; Paulien, 120-123; Morris, 254.

[18]No se debe dejar de lado el diálogo de Juan el Bautista con sus discípulos acerca del mesianismo de Jesús (3:25-36), ni el milagro que realizó Jesús al hijo del oficial del rey (4:46-54). En ambos casos, se enfatiza las acciones salvíficas a favor del ser humano.

[19]Según David S. Dockery, hay varias diferencias entre ambos relatos; por ejemplo: Nicodemo buscó a Cristo en Jerusalén, mientras que la mujer dialogó en Samaria; el líder religioso buscó a Cristo de noche, en cam- bio, el diálogo con la mujer fue de día; Nicodemo era un respetado maestro, por el contrario, la mujer samaritana era despreciada; uno era varón, la otra era mujer; el contenido del diálogo de Jesús con Nicodemo fue teológico, en cambio, con la samaritana, su diálogo fue más práctico; etc. (“Reading John 4:1-45: Some diverse Hermeneutical perspectives”,Criswell Theological Review 3/1 [1988]: 128-129).

[20]Al revisar el capítulo, es notorio que hay un quiasmo en la narración que compete a la mujer samaritana y a sus vecinos. De acuerdo al bosquejo, las partes B, C y D formarían este quiasmo. P. Joseph Cahill propone la siguiente estructura (“Narrative Art in John IV”, Religious Studies Bulletin 2/2 [1982]: 41):

A. Diálogo de Jesús y la mujer samaritana (vv. 5-9).
     B. Diálogo sobre agua de vida (vv. 10-15).
          X. Diálogo sobre la verdadera adoración (vv. 16-26).
     B’. Diálogo sobre la verdadera comida (vv. 27-38).
A’. Diálogo de los samaritanos y Jesús (vv. 39-42).

[21]L. Goppelt, “ὕδωρ”, en Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento, ed. Gerhard Kittel, et al (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2002), 1188. En adelante CDTNT.

[22]Morris, 261.

[23]J. Duncan M. Derrett, “The Samaritan Woman’s Puriry (John 4:4-52)”, The Evangelical Quarterly 60/4 (1988): 291-298.

[24]Goppelt, 1187-1188.

[25]Ecclesiastes Rabbah 1:9, citado en Köstenberger, John, 439.

[26]Paulien, 121; Keener, BBC, 259; Morris, 260-261.

[27]John F. McHugh, The International Critical Commentary: John 1-4, eds. G. I. Davies y G. N. Stanton (London, SE: T&T Clark, 2009), 286, 314.

[28]Köstenberger, John, 438.

[29]Morris, 270.

[30]Herman Ridderbos, The Gospel of John: A Theological Commentary, trad. John Vriend (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1997), 163.

[31]Se refiere al hecho de que a ellos se les había dado a conocer los oráculos de Dios, su Palabra (ver Sal 103:7; Ro 3:2). Asimismo, se debe tener en cuenta que, en el tiempo de Jesús, aun antes de que naciera, se sostenía que el Mesías vendría de las tribus de Judá y Leví. Esto se corrobora al ver, por ejemplo, el Testamento de los doce patriarcas, un documento del segundo siglo (ver Jey J. Kanagaraj, “Worship, Sacrifice and Mission: Themes Interlocked in John”, Indian Journal of Theology 40/1-2 [1998]: 19). Esta idea —en aquel tiempo— era generalizada en el Oriente; pero, se sacó esas conclusiones porque se había distorsionado el AT, al señalar que el Mesías los libraría de Roma. Para un mayor estudio, ver Oscar S. Mendoza, “Rechazando al más esperado: Un análisis de Mateo 13:53-58”, Berit Olam 5/1-2 (2008): 85-93. Es interesante que Cristo, al decir que la salvación provenía de los judíos, estaba reconociendo que Él era el Salvador, porque Él también era judío. Dicho de otro modo, la salvación no era propiamente de los judíos, sino de un judío: el Mesías. Aquella fue la verdad proclamada a la samaritana. Cf. Keener, The Gospel of John, 611.

[32]El plan de salvación fue enseñado a los judíos a través del santuario terrenal. Ver Clifford Goldstein, Desequilibro fatal (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999).

[33]Davidson, 161-162.

[34]Nuevo comentario bíblico san Jerónimo, eds. Raymond E. Brown, Joseph A. Fitzmyer y Roland E. Murphy; trads. José Tosaus, et. al. (Estella: Verbo Divino, 2004), 546-547.

[35]Se propone la siguiente traducción: “Dios es espíritu, y los que le adoran, es necesario que lo adoren en Espíritu y verdad”.

[36]Dios como Padre, presentado en Juan 4, revela “la relación filial del adorador con Dios. Aunque la referencia a esta relación filial no es clara al inicio, el uso de la palabra ʻPadreʼ en este contexto, es suficiente para justificar esto” (Kanagaraj, 17). Por supuesto, “La adoración genuina puede solo tomar lugar cuando el adorador reconoce a Dios como Padre y entra en una relación filial con Él” (ibíd.). Para un mayor estudio sobre Dios el Padre en el evangelio de Juan, ver Adele Reinhartz, ed., God of Father in the Gospel of John, Semeia 85 (Atlanta, GA: Society of Biblical Literature, 1999).

[37]Para él, la traducción de “τοὺς προσκυνοῦντας αὐτὸν”, del versículo 23, podría ser: “busca a tales como aquellos que le adoren”. Ver Imágenes verbales en el Nuevo Testamento (Terrassa: Clie, 1990), 92.

[38]Kart Aland, Novum Testamentum (Germany: Librería Editrice Vaticana, 1991), 257.

[39]Hay dos aspectos que indican que dicha adición es correcta: (1) Regla gramatical: el versículo consta de dos oraciones. La primera viene a ser “πνεῦμα ὁ Θεός”, donde “πνεῦμα” (es importante ver que este término no lleva un artículo) cumple la función de adjetivo predicativo de la oración, mientras que “ὁ Θεός” la función de sujeto. A esto, se debe considerar el uso de una de las reglas del griego, que indica que, al haber un sujeto y un adjetivo predicativo, es recomendable agregarle un verbo tácito, a saber, el verbo “es”. Por este motivo, una mejor traducción sería “Dios es espíritu”. (2) Contexto lejano: hay dos paralelos joánicos que lo corroboran: 1 Juan 1:5; 4:8. Ellos afirman que “Dios es amor” y que “es luz” (la cursiva es para énfasis). Por tanto, Juan 4:24 no sería la excepción.

[40]Kanagaraj, 17.

[41]Este aspecto es muy importante. Varios buscan el agrado personal en la adoración divina. No obstante, desde el solo hecho de que Dios busca adoradores, esto implica que en la adoración y en la alabanza, los gustos, agrados y el estar de acuerdo, dependen exclusivamente de Dios y no del ser humano.

[42]Davidson, 162.

[43]Köstenberger, BEC, 155.

[44]The Gospel and Epistles of John: A Concise Commentary (Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1988), 37.

[45]Horst Balz y Gerhard Schneider “πνεῦμα”, Exegetical Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1993), 118. En adelante EDNT.

[46]Warren Trencharl, “πνεῦμα”, Complete Vocabulary Guide to the Greek New Testament (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1998), 91. En adelante CVGGNT.

[47]E. Kamlah, “Espíritu”, Diccionario teológico del Nuevo Testamento, ed. Lotham Loeneng et. al (Salamanca: Sígueme, 1980), 136. En adelante DTNT.

[48]Colin Brown, “πνεῦμα”, The New International Dictionary of New Testament Theology (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1986) 3:689. En adelante NIDONTT.

[49]H. Kleinknecht, “πνεῦμα”, CDTNT, 855.

[50]Stegeng y Tuggy, CAGENT, 661.

[51]Colin Brown, “πνεῦμα”, NIDONTT, 3:690.

[52]Kamlah, “Espíritu”, DTNT, 138.

[53]Kleinknecht, 855.

[54]Trencharl, “πνεῦμα”, EDNT, 92.

[55]Balz, 118.

[56]Brown, 3:693.

[57]William Arndt y F. Nilbur Gringrich, A Greek English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Chicago: The University of Chicago Press, 1979), 675.

[58]W. E. Vine, “πνεῦμα”, Vine: Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento exhaustivo (Nashville, TN: Caribe, 2000), 203.

[59]Köstenberger, BEC, 156.

[60]La Traducción del Nuevo Mundo traduce la expresión griega “πνεῦμα ὁ θεός” como “Dios es un espíritu”. Sin embargo, trae varias complicaciones al tomar esta traducción como correcta, puesto que “un espíritu” implica un individuo de la categoría demoníaca (espíritu de demonio, ejemplo: Ap 16:13). Ver C. H. Dodd, Interpretación del cuarto evangelio (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1978), 230; J. Stegeng y Alfred Tuggy, “πνεῦμα”, CAGENT, 661; Wesley J. Perschbaches, The New Analytical Greek Lexicon (Peabody, MA: Hendrickson, 1995), 334.

[61]“Es improbable que Juan identificara a Dios totalmente con el ʻEspírituʼ, de quien él ha estado hablando, porque Juan, en otros lugares, distingue al Espíritu tanto del Padre como del Hijo (14:16, 26; 15:26)” (Keener, The Gospel of John, 618).

[62]Keener, The Gospel of John, 615, presenta tres argumentos porqué “espíritu” no se refiere al espíritu de los seres humanos: (1) existen expresiones naturales en la LXX en el contexto de la alabanza y la adoración, como “corazón” y “alma”, aplicadas a la pasión por Dios, (2) el “espíritu” humano es difícilmente usado por Juan, y (3) el Espíritu de Dios es el agente que mora en el creyente; “la experiencia del creyente con el Espíritu de Dios, puede reemplazar el magnificente templo destruido en el año 70 d.C.” (ibíd.).

[63]Carson, 177.

[64]Köstenberger, John, 439.

[65]προσκυνοῦντας significa “obedecer”, “tener un corazón sincero”, “honrar al Señor”, “darle homenaje” y “reverencia”. Literalmente, significa “postrarse” (Vine, 47).

[66]McHugh, 306-315, presenta el desarrollo histórico de la interpretación “en Espíritu” del texto bajo estudio. Entre las interpretaciones más resaltantes, serían dos: (1) “en Espíritu” como lo opuesto al “cuerpo” (pensamiento común entre los padres de la iglesia [por supuesto, bajo la influencia griega de Platón]); (2) la implicación, sobre todo en los reformadores, de que la adoración no debe ser restringida a un lugar o ritos.

[67]En la literatura paulina, la expresión “en Cristo”, semejante a “en Espíritu”, revela una “cercana relación personal” entre Cristo y el creyente (Kanagaraj, 20). Parece que esa la misma idea aquí.

[68]Keener, The Gospel of John, 616.

[69]Köstenberger, BEC, 156-157; Brown, The Gospel and Epistles of John, 37; Keener, The Gospel of John, 618. Es interesante que en el manuscrito א, la expresión “καὶ ἀληθείᾳ” es substituida por la palabra “καὶ ἀληθείᾳς”, registrando “ἐν πνεύματι καὶ ἀληθείᾳς”, y no “ἐν πνεύματι καὶ ἀληθείᾳ”. Esta omisión, de la conjunción “καὶ”, podría apoyar la endíadis en mención. El texto ya no diría literalmente “en Espíritu y verdad” (“ἐν πνεύματι καὶ ἀληθείᾳ”), sino “en Espíritu de verdad” (“ἐν πνεύματι ἀληθείᾳς”). Al darse dicha omisión, el texto daría a entender que el creyente es llamado a adorar bajo la dirección del Espíritu Santo. Como las palabras “Espíritu”, “verdad” o “Espíritu de verdad” son muy usadas en el NT (Jn 14:17; 16:13; Ef 1:13; 2 Ti 2:13; 1 Jn 5:6), no habría problema traducir “en Espíritu y verdad” o “en Espíritu de verdad”.

[70]El elemento “verdad” (“ἀληθείᾳ”) es indispensable en la adoración. El texto no solo señala la dirección del Espíritu, sino también la verdad. De acuerdo a su uso en el NT, “verdad” se refiere a Cristo, como persona (Jn 14:6); y también, al conocimiento de le revelación de Dios, sus oráculos (Mt 22:16; Jn 5:33; 8:44).

[71]Carson, 177.

[72]Keener, The Gospel of John, 617.

[73]E. Schweitzer, “πνεύμα”, CDTNT, 870.

[74]Elena de White, El deseado de todas las gentes (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 107.

[75]Gerald Bordchert, The New American Commentary (Nashville, TN: Broadman&Holman, 1996), 207.

[76]Sobre los Mensajes de los tres ángeles, ver Oscar Mendoza, “El mensaje del remanente en el tiempo del fin”, Didajé 1/2 (2013): 64-96.

[77]Paulien, 122.

[78]“The Holy Spirit’s Ministry in the Fourth Gospel”, Grace Theological Journal 8/2 (1987): 232.

[79]Köstenberger, BEC, 157.