La bestia y los siete reyes de Apocalipsis 17:9-11: Un breve estudio

Como la identidad de los siete reyes de Apocalipsis 17:9-11 aún no se ha definido en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, se recomienda partir con la exégesis bíblica para lograr dicho objetivo. Por ello, en este trabajo se abordará: 1) el contexto histórico de Apocalipsis 17:9-11, 2) luego, el contexto literario; 3) después, el análisis del texto bajo estudio; para que, 4) finalmente, se culmine con su respectiva teología o interpretación. Por supuesto, el objetivo de este trabajo es identificar a los reyes y a la bestia.

1. Contexto histórico

El autor de Apocalipsis fue el apóstol Juan (1:1, 4, 9; 22:8). Él también escribió el evangelio “según Juan” y las tres cartas pastorales que llevan su nombre. Esta conclusión se debe a la semejanza literaria de estos libros. Varios teólogos encuentran rasgos similares en los escritos considerados como juaninos:[1] 1) el nombre característico dado a nuestro Señor “el Verbo de Dios”, exclusivo en Juan (Ap 19:13, cf. Jn 1:1; 1 Jn 1:1); 2) la frase “el que vence” (Ap 2:7, 11, 17; 3:5, con Jn 16:33; 1 Jn 2:13, 14; 4:4); 3) el término “verdadero”, en contraposición a lo que es oscuro e irreal (3:7, 14; 6:10; 15:3; 16:7) y 4) el diminutivo griego para “corderito” ocurre veintinueve veces en el Apocalipsis, y el único otro lugar donde se usa es en Juan 21:15. Únicamente en los escritos juaninos se le llama a Cristo “el Cordero” (Jn 1:29, 36; Ap 4, 5). Al darse esta semejanza, nos permite concluir que estamos hablando del mismo autor: Juan.

También, hay numerosas alusiones del AT evidenciando que el autor fue judío. El escritor conocía muy bien el Pentateuco, los libros históricos, los salterios y los profetas. También, considérese que “varios apocalipsis judíos y cristianos son atribuidos a patriarcas y profetas hebreos y a apóstoles cristianos. Si así sucediera con el Apocalipsis, es de esperar que su autor procurara identificarse específicamente como apóstol”.[2]

Por otra parte, Apocalipsis fue escrito en la isla de Patmos (15 kms. de diámetro aprox.), alrededor del año 95 d. C. y cuando Domiciano estaba gobernando (81-96 d. C.).[3] Este dato, si bien es cierto no se corrobora en el mismo Apocalipsis, fue confirmado por los padres de la iglesia. Entre ellos estuvieron Justino Mártir,[4] Ireneo,[5] Tertuliano;[6] Clemente de Alejandría,[7] etc., quienes afirmaron que el autor de Apocalipsis fue Juan y que la fecha de su escritura fue en la última década del primer siglo. Con estas consideraciones, se concluye que “el Apocalipsis, que aparece en el siglo I d. C., no es un libro seudoepigráfico, sino la obra de un hombre cuyo verdadero nombre fue Juan”.[8]

Sobre los destinatarios, Apocalipsis 1:4 es explícito: el libro de Apocalipsis fue dirigido a las siete iglesias principales de Asia menor: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Evidentemente, al igual que las cartas paulinas, el libro de Apocalipsis fue recibido por las siete iglesias y leído por las mismas. Sin embargo, afirmar que solo ellas la leyeron no sería lo más recomendable. Es probable que en más iglesias se le hayan dado lectura. Sin embargo, es posible también que el Espíritu —al momento de revelar el Apocalipsis— haya tenido más en mente al remanente (Ap 12:17; 14:12) como el principal destinatario, porque la mayoría de las profecías del libro en mención tiene su cumplimiento más en el tiempo del fin que en los primeros siglos de la era cristiana.

2. Contexto literario

Uno de los libros bíblicos más difíciles de estructurar es Apocalipsis, siempre se ha intentado formar su esqueleto literario. El interés es evidente por las distintas propuestas presentadas en las últimas décadas.[9]  La razón es porque se presupone, correctamente, que “la estructura del Apocalipsis es vital para su mensaje”.[10] Por ejemplo, una de las estructuras que algunos eruditos han sugerido es el quiasmo. Mientras que la contraparte de los capítulos 1-11 son los capítulos 15-22, los capítulos 12-14 serían el centro del libro. Véase lo siguiente:[11]

A: Prólogo (1: 1-8).
B: Las siete iglesias: las promesas divinas (1:9-3:22).
C: Los siete sellos: Dios salvando al ser humano (4:1-8:1).
D: Las siete trompetas: juicios con misericordia (8:2-11:18).
X: La gran controversia del fin (11:19-15:4).
D’: Las siete plagas: juicios sin misericordia (15:5-18:24).
C’: La consumación de la salvación (19:1-21:4).
B’: El cumplimiento de las promesas divinas (21:5-22:5).
A’: Epílogo (22:6-21).

Mientras que en A se describe la situación de Juan en aquel momento, introduciendo el libro profético; en A’ se presenta la confirmación de la veracidad de dicha profecía. Por un lado, en B se presenta una serie de promesas para aquellos santos que perseveran hasta la muerte; por otro lado, en B’ se cumplen dichas promesas producto del advenimiento. En C, se revela el papel de Cristo y de la iglesia, obrando históricamente la salvación de la humanidad; en C’, Juan muestra el clímax de la redención eterna: el advenimiento, la liberación de los redimidos y el milenio. En D, se presenta los juicios de Dios con misericordia; sin embargo, en D’ se revelan los juicios sin misericordia que se enviarán momentos antes de la parusía, por medio de las siete plagas. Estos cuatro paralelismos guían al lector a comprender, históricamente, los eventos desde la primera venida de Cristo hasta su segundo retorno de manera ininterrumpida. En el caso del texto bajo análisis —Apocalipsis 17— se encuentra en la visión de las siete plagas postreras.

Asimismo, Apocalipsis puede ser estructurado —considerando su cumplimiento histórico y escatológico—[12] en tres secciones: 1) histórica: capítulos 1-11; 2) intermedia: capítulos 12-14; y 3) escatológica: capítulos 15-22.[13] En el caso de Apocalipsis 17, este se ubica en la sección escatológica (15-22). Este capítulo forma una unidad con los capítulos 15, 16, 18 y 19,[14] los cuales describen la caída de las siete plagas y la segunda venida. En este contexto, el capítulo 15 cumple un papel introductorio de las plagas postreras (16 y 17), y el capítulo 17 (juntamente con el cap. 18) es la ampliación de la sexta y séptima plagas, descritas en el 16:12-21 (especialmente el v. 19) y que registra el juicio contra Babilonia apocalíptica.[15] Mientras Apocalipsis 17 presenta a Babilonia como una mujer, el capítulo 18 la presenta como una ciudad. En ambos casos, a ella se la juzga.

Por su parte, el capítulo 17 aborda el juicio en contra de Babilonia; y teniendo en mente la imaginería del AT, a este sistema político-religioso se lo presenta como una “prostituta” (vv. 1-5).  Este capítulo se puede bosquejar de la siguiente manera:

A. Visión: La prostituta sobre la bestia (vv. 1-6).
B. Primera explicación/interpretación: La bestia y los diez cuernos (vv. 7-14).
C. Segunda explicación/interpretación: El odio hacia la mujer (vv. 15-18).

Al igual que le pasó al profeta Daniel (cf. Dn 8: 15-18, 27), en el capítulo bajo estudio Juan no comprende mucho la visión de la prostituta y la bestia (vv. 1-6). El uso de imágenes es variado y algunos de ellos hasta podría representar más de una realidad. Es por esta razón que, el buen Espíritu decide enviar a uno de los ángeles para que Juan entienda la visión; desde el versículo 7 hasta el 18, el profeta recibe dos explicaciones (vv. 7-14, 15-18) acerca de la simbología de la visión y su cumplimiento escatológico.

El contexto inmediato del texto bajo estudio está en la sección B (vv. 7-14), donde registra la segunda explicación de la bestia y de los diez cuernos. Estos textos se pueden estructurar de la siguiente manera:

A. La bestia (v. 8): es el octavo reino
Era
no es
y subirá (v. 8)

B. Las siete cabezas (vv. 9-11): son siete reinos (vv. 10-11)
Cinco han caído
Uno es
El otro no ha venido
El octavo (uno de los siete)

C. Los diez cuernos (vv. 12-14): son diez reyes
Entregarán el poder a la bestia
Pelearán contra el Cordero
El Cordero los vencerá.

Este paralelismo nos permite entender lo siguiente:

  • Existe una estrecha relación por cuanto a los tiempos verbales, y las acciones de la bestia y los siete reyes; por ejemplo: el pasado de “era” y “cinco han caído”, el presente de “no es” y “uno es”; y el futuro de “y subirá” y “el otro no ha venido… cuando venga”. Estos tiempos verbales y las acciones de la bestia ayudan encontrar una posible identificación de la bestia y de los siete reyes.
  • Si bien es cierto hay verbos que están en pasado, el énfasis es futuro; la visión apunta más a lo escatológico que a lo histórico. El autor se centra más en las acciones futuras de la bestia y de los últimos reyes (sexto, séptimo y octavo). Como su contexto es escatológico, este gira en torno al poder otorgado a la bestia, las siete plagas y la caída de Babilonia apocalíptica, y su relación pactual con los diez reyes y los moradores de la tierra. Este énfasis escatológico se revela aún más cuando, al describir las acciones de los diez reyes (vv. 12-14), se las vincula con la última batalla del Cordero, que apunta a la parusía.
  • Una de las claves para identificar a la bestia y al octavo reino, es el uso de dos o tres imágenes para representar a una misma realidad. Por ejemplo, en Apocalipsis 17:8-11 la “bestia” es también el “octavo” (v. 11), y al mismo tiempo es presentada como “cabeza” y “monte”. En otras palabras, aquí vemos a un solo reino (como realidad) presentado como “cabeza”, “monte”, “bestia”, “cuerno” y “octavo”. Cuatro imágenes/símbolos representando a una misma realidad. Esto también ocurre con las palabras “cabezas” y “montes”; según el versículo 9, ambos símbolos representan a una misma realidad: reinos. Lo mismo sucede con la “bestia” de Apocalipsis 17:1-6. En el versículo 3, vemos a Babilonia sentada sobre una “bestia”, la cual tenía siete cabezas y diez cuernos; y en el versículo 9, la misma mujer está sentada sobre los “siete montes”. Lo interesante es que en el versículo 15 del mismo capítulo, Babilonia no está sentada sobre una “bestia” o los “siete montes”, sino sobre “aguas”; más interesante aún, estas “aguas” también tienen su significado, representan muchedumbre (v. 15). Así, el contexto literario del texto bajo estudio (cap. 17) nos permite concluir que la palabra “bestia” tiene, por lo menos, dos significados: a) representa a un reino (v. 11) y b) simboliza a muchedumbre. Me parece que la determinación de su significado dependerá de su contexto literario. Por lo menos, en el contexto de los versículos 8-11, evidentemente simboliza a un reino.

3. Análisis literario

En esta parte, sugeriremos una traducción del texto griego bajo estudio; luego, haremos el análisis morfológico y semántico de ciertas frases claves; después, analizaremos algunas palabras claves; luego, se hará la crítica textual; finalmente, veremos brevemente el género literario.

3.1. Texto griego y traducción personal

ὧδε ὁ νοῦς ὁ ἔχων σοφίαν. Αἱ ἑπτὰ κεφαλαὶ ἑπτὰ ὄρη εἰσίν, ὅπου ἡ γυνὴ κάθηται ἐπ’ αὐτῶν. καὶ βασιλεῖς ἑπτά εἰσιν· οἱ πέντε ἔπεσαν, ὁ εἷς ἔστιν, ὁ ἄλλος οὔπω ἦλθεν, καὶ ὅταν ἔλθῃ ὀλίγον αὐτὸν δεῖ μεῖναι. καὶ τὸ θηρίον ὃ ἦν καὶ οὐκ ἔστιν καὶ αὐτὸς ὄγδοός ἐστιν καὶ ἐκ τῶν ἑπτά ἐστιν, καὶ εἰς ἀπώλειαν ὑπάγει.

Sugerimos la siguiente traducción:

“Aquí, la mente que tiene sabiduría: las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer; y son siete reinos, cinco han caído, uno es, el otro aún no ha venido y cuando venga necesita permanecer poco [tiempo] y la bestia que era y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la destrucción”.

De los tres versículos (Ap 17:9-11), evidentemente el verbo griego principal —en su forma básica— es “ἐιμί”, el cual aparece 6 veces; y es interesante que en las seis aparece en modo indicativo, dándole certidumbre a lo que Juan escribió. Para el ángel intérprete, las siete cabezas “εἰσίν” siete montes y estos “εἰσίν” siete reinos (v. 9). A autor se le presentó una imagen y ahora, sin lugar a duda, se le declara su significado. Asimismo, en el versículo 11, el ángel quiere dejar en claro que la “bestia” que era y no es, “ἐστιν” también el octavo. Las imágenes de “bestia” y “octavo” estarían representando a lo mismo; esto se confirma cuando en la última parte del versículo 11, se declara que el octavo “ἐστιν” uno de los siete. Evidentemente, el ángel —usando las conjugaciones del verbo “ἐιμί”— trata de ayudar a Juan para tener una mejor comprensión del texto e identificar con mayor facilidad los símbolos revelados en los versículos anteriores (vv. 1-6).

La última parte del versículo 9 —“y son siete reyes”— tendría que estar al inicio del versículo 10, porque Juan ahora se centra en la identidad de los siete reyes, sobre todo la del octavo.

En el versículo 10 hay cuatro verbos que están en aoristo. En el primero, el escritor declara que, de los siete reinos, cinco “han caído” o “cayeron”. Este verbo está en modo indicativo y, como tal, hace referencia que las caídas de estos reinos fueron puntuales en el pasado. En el segundo, el verbo también está en modo indicativo y activo, lo que implica que el séptimo recién haría su aparición, este no sería ninguno de los seis primeros. En el tercero, el verbo está en modo subjuntivo, pero en este texto se opta más por la condicionalidad que por la probabilidad. Si va a venir el séptimo, será solo para ser destruido. Finalmente, en el cuarto, el verbo está en modo infinitivo, como tal, se refiere a una acción puntual, pero sin tiempo específico; al mismo tiempo que es indeclinable,[16] en el sentido de que su cumplimiento —si es profético— es incondicional. Suceda lo que suceda, el tiempo del séptimo será breve.

“La bestia que era y no es”. Por el artículo definido, Juan está usando un sustantivo específico que se viene mencionando desde el versículo 3; y, al hacer el paralelismo entre los versículos 8 y 11 —sobre todo por la conjugación de los verbos “ὃ ἦν καὶ οὐκ ἔστιν”—, evidentemente ambas bestias, como figuras, son las mismas y estarían representando a lo mismo; esto es más evidente por la cláusula relativa (ὃ) en el versículo 11, el cual nos conduce al versículo 8.

Los verbos “era” y “no es” indican acciones o existencia tanto en el presente como en el futuro. Lo más probable es que entendamos “era y no es” como acciones más que existencia. La bestia “era”, en el sentido de estar en actividad; ahora, como ya “no es”, está inactiva, pero aún sigue existiendo. Esto se sustenta mejor cuando Juan indica que la misma bestia será el “octavo”; resurgirá, pero para su destrucción.

“Es también el octavo”. Se continúa hablando de la misma bestia, pero ahora se agrega una característica más: ella también es el “octavo”. Como “octavo” es un adjetivo ordinal, este expresa posición y secuencia;[17] además, como tal suele hacer referencia a sustantivos.[18] En el caso de “octavo”, evidentemente hay secuencia porque se mencionan a los siete reyes; y también hay posición porque el octavo —por su función en la oración— podría ser un título de la bestia.

3.2. Análisis de palabras claves
  1. Monte (gr. oros). En las Escrituras, esta palabra se la puede usar en sentido literal, ya sea como colina o un monte cualquiera (Gn 12:8; 14:10; Mt 4:8; 5:14; Lc 6:12); o también simbólicamente. Por ejemplo, “monte” se lo usa muchas veces como símbolo de: 1) el reino de Dios (Is 2:2; Dn 2:35, 44-45), 2) un reino o una ciudad común (Ez 35:3; Dn 9:16, 20; Ez 36:6, 8; 35:7, 15; 24:40) o 3) reinos/potencias mundiales (Jer 51:24-26; Zac 4:7).[19] En el NT, la misma palabra se utiliza para representar a “la ciudad del Dios vivo” (Heb 12:22) Jerusalén (Gá 4:24-25)—, y aludir al reino de los cielos (Ap 14:1).[20]
    Conociendo muy bien el AT, Juan le da el mismo uso a la palabra “monte” en Apocalipsis 17:9. Explícitamente, en este texto el autor indica que “montes” representan a “reyes”. Sin embargo, por su uso en toda la Escritura, una mejor traducción no sería “reyes”, sino “reinos”. Como figura, la palabra “monte” no se lo usa para representar a individuos, sino a reinos. Por ello, proponer que “monte” se refiere a una colina o las colinas ubicadas en Roma, implica dejar de lado el elemento “visión-interpretación” del texto apocalíptico y darle un valor literal que no tiene.[21]
  2. Reino (gr. basileía). En el AT y NT, esta palabra generalmente se refiere a un rey o dignatario principal de una nación (Gn 14:8, 10; Dt 4:46; Sal 72:10; Zac 14:15; Mt 1:6; 2:1; Mr 6:27; Jn 6:15; Hch 12:1), al Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo (Zac 9:9; 1 Ti 6:15; Ap 17:14; 19:16), al mismo Dios (Sal 68:24; 74:12; 95:3; Zac 14:17) o al reino de los cielos (Dn 2:44; Mt 3:2; 4:23; 26:29; 1 Co 4:20; 15:50; Ap 1:9; 12:10). En Apocalipsis, βασιλεῖς (“reyes”) no se lo usa para referirse a reyes específicos, sino a reyes en general.
    Asimismo, esta palabra no siempre se refiere a un individuo, sino al reino o imperio que representa; esto es explícito en Daniel 2:38-39; 7:4-7, 17, 18, 23, 8:20-21. Un claro ejemplo es cuando Daniel le dice a Nabucodonosor: “tú eres aquella cabeza de oro” (2:38). No es que la cabeza simbolizaba a Nabucodonosor; sino que su reino, al cual él representaba, cumplía dicho símbolo. Aún más evidente es Daniel 7:17 y 23, donde las cuatro bestias son identificadas como “cuatro reyes” (v. 17); pero, más adelante, a la cuarta bestia se le llama “cuarto reino” y no “cuarto rey” (v. 23). En ambos versículos, “rey” y “reinos” son intercambiables. Estos ejemplos apoyan la interpretación de que en ninguna parte se profetiza a individuo alguno, peor aún con nombre propio; por supuesto, salvo el Señor Jesucristo.
    ¿Cuál podría ser el significado en Apocalipsis 17:9-11? Lo primero que se debe considerar es que “rey” o “reino” en el texto bajo estudio, no tiene nada que ver con un rey en particular o con nombre propio; por lo menos ese no es el uso en Daniel ni en Apocalipsis, salvo cuando Juan se refirió al Señor Jesucristo (cf. 17:14). Lo último, como en el NT basileía y su respectiva conjugación no solo se refiere a un rey sino también a un reino, y en Apocalipsis prácticamente Juan no tiene a un rey en particular cuando usa esta palabra, la traducción más recomendable es “reinos” y no “reyes”.
  3. Bestia (gr. therión). Esta palabra puede entenderse literalmente o simbólicamente. En el AT se le da esos tres usos: 1) como un animal cualquiera o cruel (Gn 2:19, 20; Jer 19:7; 34:20; Ez 31:6, 13; Dn 4:12), 2) como un animal cruel simbolizando a un reino o una nación (Eze 34:28; Dn 7:3, 23; 8:4) y 3) como una figura de juicio (Is 59:9; Sof 2:14-15; Jer 12:9; 19:7; 34:20; Eze 39:4; 5:7).[22] En el NT therión aparece 31 veces: en Hebreos 12:20 (1x) y 2 Pedro 216 (1x) sus usos son literales, y en Apocalipsis (29x) su uso es simbólico.
    El uso que le da Juan a la palabra therión en el Apocalipsis, es semejante al que le dio Daniel: “bestia” es una figura y representa a un reino opresor, esto se evidencia en 11:7; 13:1, 2-4, 11-12, 14-15, 17-18; 14:9, 11; 15:2; 16:2, 10, 13; 19:20; 20:4, 10. En todos estos pasajes, el símbolo es el mismo y lo que representa también; se ve aquí a una “bestia” que, sin lugar a duda y por ser un reino, representa a Roma papal. Por el lenguaje simbólico del contexto literario de cada uno de estos pasajes, “bestia” no puede ser literal.
    Ahora, falta considerar el uso de la palabra “bestia” en el capítulo 17, porque allí no necesariamente este símbolo representa lo mismo. Como ya se vio anteriormente, hay más de un significado: 1) en Apocalipsis 17:3-5, Babilonia y sus hijas representan a Roma papal y al evangelicalismo apóstata de los Estados Unidos; la bestia podría representar a los reinos que la sostienen; 2) en Apocalipsis 17:8-11, la bestia sí podría representar a Roma papal, porque sus características son prácticamente las mismas que tiene la bestia que sube del mar de 13:1 (la cual simboliza al mismo reino); 3) en Apocalipsis 17:9, la mujer ya no está sentada sobre la “bestia”, sino sobre los “montes”; al ser dos imágenes paralelas —“bestia” y “montes”—, todo parece indicar que en este texto “bestia” representa reinos y poder; 4) en Apocalipsis 17:15, la mujer ya no está sentada sobre una “bestia”, sino sobre “aguas”, el cual representa poder y autoridad (de los reyes de este mundo). Al ser dos imágenes paralelas —“bestia” y “aguas”—, posiblemente, en este pasaje, “bestia” representa poder y autoridad. Así, por este intercambio de imágenes en Apocalipsis 17, el sentido básico de “bestia” sería “reino”.
    Para finalizar, es interesante que en ninguna parte de Apocalipsis se identifica al dragón como si fuera la misma bestia, o representando lo mismo; al contrario, tanto a la bestia como al dragón, Juan los ha presentado como símbolos de realidades diferentes; por ejemplo, a veces, el dragón dando autoridad a la bestia (cf. 13:2; 12:3, 7, 9; 12:17-13:2; 16:13; 17:3, 8, 11, 13, 16, 17; 19:19; 20:4, 10).[23] Dragón (gr. drakón) aparece 07 veces en Apocalipsis (12:3, 7, 9, 13, 16; 13:2, 11) y es identificado como la “serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (12:9). Por su parte, “bestia”, por lo general, aparece como un poder opresor humano con poderes políticos-religiosos (13:14-17).
    Al leer los pasajes apocalípticos que registran therión y drakón, es evidente que ambos son personajes distintos; uno otorgando poder al otro (13:1, 11). Especialmente, esta distinción está en Apocalipsis 16:13: “[…] de la boca del dragón, de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta” (la cursiva es para énfasis, cf. 20:10). No solo eso, aun en la condena previa al milenio, a Satanás y a la bestia se los describe con dos finales distintos: a la bestia se la destruye en el lago de fuego y a Satanás se lo apresa (Ap 20:1-3).[24] Evidentemente, en Apocalipsis se presenta al dragón y a la bestia como dos símbolos distintos representando a realidades diferentes.
3.3. Crítica textual

En el aparato crítico de la Nestle-Aland (28 ed.),[25] de la perícopa del texto bajo estudio, hay tres variantes textuales únicamente en el versículo 11: una de omisión, otra de sustitución y la siguiente de adición.

  • Καὶ. En el Sinaítico (s. IV d. C.) y en el texto mayoritario de la Vulgata Latina (s. IV d. C.) se omitió esta conjunción. Los copistas trataron de reducir el texto a “καὶ τὸ θηρίον ὃ ἦν καὶ οὐκ ἔστιν αὐτὸς ὄγδοός ἐστιν”, porque —al parecer— habrían entendido que el séptimo también sería el octavo.
  • αὐτὸς. El Sinaítico y los papiros 46 (s. II-III d. C.), 1006 (s. XI d. C.), 1841 (IX-X d. C.), etc. sustituyen el pronombre personal “αὐτὸς” por el pronombre demostrativo “οὗτος”. En vez de “y no es, él [αὐτὸς] es también el octavo”, estos copistas lo entendieron así: “y no es, este [οὗτος] es también el octavo”. Evidentemente, también se inclinaron por identificar al séptimo con el octavo.
  • ὄγδοός. En el Sinaítico se consideró adicionar el artículo “ὁ” al adjetivo “ὄγδοός”, cuya traducción sería “el octavo” y no solo “octavo”.

Estas variantes revelan una fuerte inclinación por considerar que el séptimo reino sería el mismo octavo. Con todo, estas no son determinantes para la comprensión del texto bajo estudio.

3.4. Género literario

El libro mismo revela cuál es su género literario: apocalíptico bíblico.[26] Esto se corrobora al inicio del libro: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan” (1:1; la cursiva es para énfasis). Más adelante, dice: “Bienaventurado el que lee,  y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas;  porque el tiempo está cerca” (1:3; cf. 22:7, 10, 18-19). Así, el énfasis apocalíptico y profético —más aun, escatológico— es innegable.

Por su naturaleza, este libro revela mensajes divinos por medio de figuras o símbolos.[27] Por ejemplo, se registran animales híbridos (cap. 13; 17:5-11), un cordero como inmolado (5:5-6), ángeles como mensajeros (14:6-12; 18:1-4), guerras entre el bien y el mal (12:7-12), desastres naturales (16:18, 21), señales cósmicas (6:12-13), un santuario en el cielo (11:19; 15:1-4), la venida del Hijo del hombre sobre un caballo (19:11-13), la “marca de la bestia” (13:16-18), el “sello de Dios” (7:3-4; 14:1-2), etc. Estos símbolos revelan una visión extra-humana del mundo, la historia y la existencia.[28]

Como simbólico[29] que es, Apocalipsis revela reinos y acontecimientos futuros, teniendo como clímax la instauración del reino eterno. Estos “acontecimientos futuros” han estado cumpliéndose a lo largo de la historia de manera ininterrumpida. De esta manera, este libro tiene una relación temporal, espacial y sustantiva.[30] Asimismo, el libro es, en muchos capítulos, de naturaleza escatológica, porque revela acontecimientos del tiempo del fin; principalmente los que tratan sobre la gran controversia entre el remanente y Babilonia.

Por supuesto, Apocalipsis 17:8-11 es apocalíptico bíblico, porque registra una gran cantidad de símbolos, evidenciado aún más en todo el capítulo 17. Hay símbolos como “prostituta”, “bestia”, “aguas”, “reyes”, “cabezas”, “montes”, “hora”, etc. Esto se intensifica, por ejemplo, cuando en el versículo 9 se dice: “las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer”; pero, en el versículo 3 aparece la prostituta sentada sobre la “bestia”. Un segundo ejemplo se revela en el versículo 11, donde se indica que la “bestia… es también el octavo [rey]”.

Finalmente, lo escatológico se revela: 1) en el cumplimiento escatológico de Apocalipsis 17, que está en el contexto de las siete plagas postreras; 2) en el énfasis futuro en la conjugación de las acciones de la bestia y el octavo reino, su foco más es el fin de los tiempos; 3) esto nos lleva a sostener que el “uno es” se relacionaría con un cumplimiento escatológico, y no tanto con los días del autor.

4. Teología

Apocalipsis 17:9-11 es un texto apocalíptico bíblico, cuyo contenido evidentemente es simbólico, y porque el mismo texto registra dichos símbolos y sus respectivos significados. Por ejemplo, el versículo 9 indica que “las siete cabezas” son “siete montes”, y que ambos representan a siete reinos. La perícopa da el símbolo y registra su significado.

Por supuesto, en Daniel y Apocalipsis pueden haber dos, tres o cuatro símbolos representando a una misma realidad. Esto se evidenció con los símbolos de “bestia”, “montes”, “cabezas”, “mujer”, etc. que registra el capítulo 17. Me parece que el reconocimiento de distintas imágenes para representar una realidad, es clave para la identificación de la bestia y los siete reyes.

Las palabras “reyes” y “reinos”, tanto en Daniel como en Apocalipsis, son intercambiables. En realidad, sobre todo cuando se habla en el contexto de “reinos” y “bestias” (p. ej. Daniel 2, 7, 8), los reyes son en sí reinos, porque ni Daniel ni Apocalipsis profetizan individuos con nombre propio (salvo el Señor Jesucristo). Por ello, los siete reyes de Apocalipsis 17:9-11 son siete reinos o potencias mundiales que han aparecido a lo largo de la historia. Posiblemente, estos reinos inician con Babilonia, Media y Persia, Grecia, Roma imperial, Roma papal y Estados Unidos.

La “bestia” de Apocalipsis 17:9-11 representa a un reino y también es uno de los siete, e inclusive el “octavo”. Todo parece indicar que este reino recién aparece como séptimo. No solo eso, por las características de la “bestia” del capítulo bajo estudio y las características de la “bestia” de Apocalipsis 13, ambas serían las mismas y representarían al mismo papado.

Fuente de la imagen destacada: https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Fwww.seeyouinheaven.life%2Frevelation-17-part-4%2F&psig=AOvVaw0lgRs3I0e6gx7TVhwETN6o&ust=1700609571653000&source=images&cd=vfe&opi=89978449&ved=0CBMQjhxqFwoTCMilm73e04IDFQAAAAAdAAAAABAv


Referencias:

[1]Ver Ekkehardt Mueller, “Amadas y llenas de amor: las epístolas de Juan”, en Guía de estudio de la Biblia, edición para maestros-3er trimestre, trad. Rolando A. Itin (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), 6, 14; R. Jamieson, A. R. Fausset y D. Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia: El Nuevo Testamento (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2002), 2:757-759.

[2]Francis Nichol, ed., Comentario bíblico adventista, trad. Víctor Ampuero (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996), 7:734.

[3]Para un mayor estudio sobre autoría, tema, destinatarios y fecha del libro de Apocalipsis, véase Lowell J. Satre, “Interpreting the Book of Revelation”, Word&World 4, no. 1 (1984): 57-69.

[4]Diálogo con Trifón, ed. Gilberto Rufat (2021), 81.

[5]Contra los herejes (exposición y refutación a la falsa gnosis) (Ivory Falls Book, 2017), iv. 20. 11.

[6]Sobre prescripciones contra los herejes (Madrid: Ciudad Nueva, 2001), 36.

[7]Extractos de Teódoto – Éclogas proféticas – ¿Qué rico se salva? – Fragmentos (Madrid: Ciudad Nueva, 2011), xlii.

[8]Nichol, 7:735.

[9]Sobre el estructuralismo en Apocalipsis, véase Kenneth Strand, “The Eight Basic Visions in the Book of Revelation”, Andrews University Seminary Studies 25, no. 1 (1987): 107-121. En adelante AUSS.  Ibid., “ʻOvercomerʼ: A Study in the Macrodynamic of Theme Development in the Book of Revelation”, AUSS 28, no. 3 (1990); ibid., “The ‘Victorious-Introduction Scenes’ in the Visions in the Book of Revelation”, AUSS 25 (1987): 267-288; ibid., “Chiastic Structure and Some Motifs in the Book of Revelation”, AUSS 16, no. 2 (1978): 401-408; William Shea y Ed Christian, “The Chiastic Structure of Revelation 12:1-15:4: The Great Controversy Vision”, AUSS 38, no. 2 (2000); Ekkehardt Mueller, Microstructural Analysis of Revelation 4–11, Andrews University Seminary Doctoral Dissertation Series, volume 21 (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1996); William Shea, “The Parallel Literary Structure of Revelation 12 and 20”, AUSS 23, no. 1 (1985): 37-54; Norman R. Gulley, “Revelation 4-5: Judgment or Inauguration?”, JATS 8, no. 1-2 (1997): 64-65; Jon Paulien, “Seals and Trumpets: Some Current Discussions”, en Symposium on Revelation: Introductory and Exegetical Studies-Book 1, ed. Frank Holbrook (Silver Spring, MI: Biblical Research Institute, 1992), 6:192. En adelante SR-Book 1. Ralph J. Körner, “‘and I Saw…’ An Apocalyptic Literary Convention for Structural Identification in the Apocalypse”, Novum Testamentum XLII 2 (2000): 160-183. En adelante NovT. Christopher R. Smith, “The Structure of the Book of Revelation in Light of Apocalyptic Literary Conventions”, The Master’s Seminary Journal 6 (1994) 373-393. En adelante TMSJ. Ranko Stefanovic, “Finding Meaning in the Literary Patterns of Revelation”, JATS 13, no. 1 (2002): 27-43; Carlos Olivares, “Un análisis en la determinación de una estructura para el Apocalipsis: Implicaciones”, Theo 22, no. 2 (2007): 214-264; Elisabeth Schüssler Fiorenza, “Composition and Structure of the Apocalypse”, The Catholic Biblical Quarterly 30 (1968): 344-356. En adelanye CBQ. Ibid., “Composition and Structure of the Book of Revelation”, CBQ 39 (1977), 344-366; Mervyn Maxwell, Apocalipsis: Sus revelaciones (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1991), 54-62; CH. Giblin, “Structural and Thematic Correlations in the Theology of Revelation 16-22”, Biblical 55 (1974): 487-504; Donald Guthrie, “The Lamb in The Structure of the Book of Revelation”, Vox Evangelica 12 (1981): 64-71; Mark Seaborn Hall, “The Book Interlocking Structure of Revelation: The Most Important Verses in the Book and How they May Unify its Structure”, NovT XLIV, no. 3 (2002): 278-296; Robert L. Thomas, “The Structure of the Apocalypse: Recapitulation or Progression?”, TMSJ 4, no. 1 (1993) 45-66; Felise Tavo, “The Structure of the Apocalypse: Re-Examining a Perennial Problem”, NovT XLVII, no. 1 (2005): 47-68; David A. deSilva, “X Marks the Spot? A Critique of the Use of Chiasmus in Macro-Structural Analyses of Revelation”, Journal for the Study of the New Testament 303 (2008): 343-371. En adelante JSNT. José Adriano Filho, “The Apocalypse of John as an Account of a Visionary Experience: Notes on the Book’s Structure”, JSNT 25, no, 2 (2002): 213-234; Eugenio Corsini, The Apocalypse: Good News Studies 5 (Wilmington, DE: Michael Glazier, 1983), 62-63; George E. Ladd, Revelation (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1972), 14-17. Tavo señala que es un problema la cantidad de estructuras sugeridas, porque varias de ellas han llegado a distorsionar el mensaje principal del libro.

[10]Tavo, 47-68. Véase Strand, “Foundational Principles of Interpretation”, SR-Book 1, 6:34; Olivares, “Un análisis en la determinación de una estructura”, 214.

[11]Esta estructura se basa a las propuestas publicadas por varios eruditos, muy semejantes entre sí. Por ejemplo, Kenneth A. Strand, Interpreting the Book of Revelation (Worthington, OH: Ann Arbor Publishers, 1976), 43-59; Jon Paulien, The Deep Things of God (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2004), 112-131; Stefanovič, “Finding Meaning in the Literary Patterns of Revelation”, 38; Hans LaRondelle, Las profecías del fin, trad. David Gullón (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999), 105-112; Maxwell, 60-61; Schüssler, “Composition and Structure of the Apocalypse”, 344-356. Basándose a las escenas del santuario, algunos estructuran quiásticamente el Apocalipsis; entre ellos Paulien, “Seals and Trumpets”, SR-Book 1, 187-188. Otros no hacen una estructura quiástica; pero, consideran al santuario como base estructural: Richard Davidson, “Sanctuary Typology”, SR-Book 1, 6:112-115; William Shea, “The Cultic Calendar for the Introductory Sanctuary Scenes of Revelation”, JATS 11, no. 1-2 (2000): 120-147; Jon Paulien, “The Role of the Hebrew Cults, Sanctuary, and Temple in the Plot and Structure of the Book of Revelation”, AUSS 33, no. 2 (1995): 247-255; Norman Gulley, “Revelation’s Throne Scenes”, JATS 8, no. 1-2 (1997): 28-39.

[12]En Apocalipsis, las profecías históricas son aquellas cuyo cumplimiento se dio hasta el año 1798 d. C., y las profecías escatológicas son las que se han estado cumpliendo desde 1798 d. C. y las que se cumplirán en el futuro. Se les llama “escatológicas”, porque en 1798 d. C. —a la luz de Daniel 12— inició el “tiempo del fin”.

[13]Para un mayor estudio, ver William H. Shea, “The Central Prophecy of Revelation as the Transition from Apocalyptic History to Eschatology”, en Christ, Salvation, and the Eschaton: Essays in Honor of Hans K. LaRondelle, ed. Daniel Heinz, Jiří Moskala y Peter van Bemmelen (Berrien Springs, MI: Andrews University, 2009), 390-391; Oscar S. Mendoza, “¿Cuáles son los eventos proféticos de la crisis final?”, en El fin está cerca: Una mirada a las profecías bíblicas, ed. Jiří Moskala, et. al. (Manhasset, NY: Greater New York Conference of Seventh-day Adventists – Ministerios Hispanos, 2022), 83-86.

[14]Aunque Ekkehardt Mueller no incluye el capítulo 19, él presenta términos que enlazan los capítulos 15 al 18 con el objetivo de revelar la unidad de estos capítulos (“Microstructural analysis of Revelation 4-11” [PhD diss., Andrews University, 1994], 608-653). También, véase a Oscar S. Mendoza, Las siete bienaventuranzas del Apocalipsis (Valencia: Ediciones Fortaleza, 2019), 85-87.

[15]LaRondelle, Las profecías del fin, 405.

[16]S. M. Baugh, La gramática del griego del Nuevo Testamento (Phillipsburg, NJ: P & R Publishing, 1995), 148-156.

[17]“¿Adjetivo ordinal griego?” prompt. ChatGPT, Septiembre 25 version, OpenAI, 26 de octubre, chat.openai.com.

[18]Ibid.

[19]Aún en el Tárgum del libro de Isaías (41:15) se tiene el mismo uso: “trillarás montañas y las aplastarás, y le harás las colinas como paja… Y matarás a los gentiles y los destruirás y harás los reinos como la paja” (ver Margaret Barker, The Revelation of Jesus Christ which God gave to him to show to his Servants what must soon take Place (Revelation 1.1) [London: T & T Clark, 2000], 285).

[20]Grant R. Osborne, Revelation, BECNT (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2002), 617.

[21]Sería aún más cuestionable señalar que, como la mujer está sobre los siete montes, entonces, Roma sería aquella mujer, porque tiene siete colinas. ¿Por qué? Porque Roma no es la única ciudad de las siete colinas, también está Jerusalén. Según Barker, 285, “Siete montañas eran una característica de la geografía mítica de Jerusalén”. Quizá por esto, es que varios teólogos prefieren identificar a Babilonia con Jerusalén y no con Roma. No solo eso, según Allan Johnson, en Roma no solo habría siete colinas, sino ocho, inclusive nueve (Revelation, TEBC [Gran Rapids, MI: Zondervan, 1981], 563). Por tanto, buscar alguna identidad para Babilonia, solo porque una ciudad “X” tiene “siete colinas”, nos llevaría a una mala interpretación del texto.

[22]El uso de animales como figuras de juicios divinos es común en Apocalipsis, esto es más evidente —por ejemplo— en la visión de las siete trompetas.

[23]Si se sostiene que la bestia de Apocalipsis 17 es Satanás, ¿cómo se entendería Apocalipsis 17:13, donde dice que la bestia recibe autoridad de los moradores de la tierra? Acaso, ¿el diablo necesita poder de los reyes de la tierra? (Roy Graf, “La relación entre las bestias de Apocalipsis 13:1-10 y Apocalipsis 17”, Theologika 26, no. 2 [2011]: 191) ¿Y de qué manera 17:13 concordaría con 13:2, que señala que es el diablo quien otorga autoridad a su representante en la tierra? Otro argumento: si la bestia de Apocalipsis 17 fuera el diablo, ¿cómo entenderíamos su resurrección/resurgimiento de los versículos 8 y 11? ¿Es posible que satanás reciba una herida mortal y, luego, con más poder, resurja/resucite? (ver Samuel Pérez Millos, Apocalipsis: Comentario exegético al texto griego del Nuevo Testamento [Barcelona: Clie, 2010], 1018-1019).

[24]Héctor A. Delgado, La bestia escarlata y las siete cabezas de Apocalipsis 17 (New York, NY: Grafe Publishers, 2018), 60.

[25]Eberhard Nestle y Erwin Nestle, Nestle-Aland: NTG Apparatus Criticus, 28th ed., ed. Barbara Aland et. al. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 2012), 773.

[26]Sobre este género, véase, George E. Ladd, “Apocalyptic and New Testament Theology”, en Reconciliation and Hope: New Testament Essays on Atonement and Eschatology Presented to L. L. Morris on his 60th Birthday, ed. Robert Banks (Carlisle: The Paternoster Press, 1974), 285-96; ibid., “Why not Prophetic-Apocalyptic?”, Journal of Biblical Literature 76 (1957): 192-200; ibid., “The Revelation and Jewish Apocalyptic”, The Evangelical Quarterly 29, no. 2 (1957): 94-100; Stephen H. Travis, “The Value of Apocalyptic”, Tyndale Bulletin 30 (1979): 53-76; David Helm, An Approach to Apocalyptic Literature: A Primer for Preachers (Chicago, IL: The Simeon Trust, 2009); John J. Collins, “Apocalyptic Genre and Mythic Allusions in Daniel”, Journal for the Study of the Old Testament 21 (1981): 83-100; Richard Bauckham, “The Rise of Apocalyptic”, Themelios 3, no. 2 (1978): 10-23; ibid., New Testament Theology: The Theology of the Book of Revelation (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), 1-22; Leon Morris, Apocalyptic, 2nd ed. (London: Inter-Varsity Press, 1973); Robert L. Thomas, “Literary Genre and Hermeneutics of the Apocalypse”, The Master’s Seminary Journal 2, no. 1 (1991): 79-82; Jon Paulien, “The Hermeneutics of Biblical Apocalyptic” (Loma Linda, CA: Biblical Research Institute Committee, February, 2001); ibid., “The End of Historicism?- Part One”, JATS 14, no. 2 (2003): 15-43; Hans LaRondelle, “Interpretation of Prophetic and Apocalyptic”, en A Symposium on Biblical Hermeneutics, ed. Gordon M. Hyde (Washington, DC: Biblical Research Institute, 1974), 225-49.

[27]Apocalipsis revela mensajes proféticos mediante el uso de figuras comunes entre los libros proféticos veterotestamentarios (como Dn y Ez). Esto se ve aún más en las alusiones y ecos del AT en el Apocalipsis.

[28]W. Schmithals, The Apocalyptic Movement (New York: Abingdon, 1975), 29.

[29]A través de una figura o metáfora, el símbolo representa una verdad o una realidad. Según Paulien y Beale, estos pueden tener significados múltiples de acuerdo con el contexto (“La hermenéutica de la apocalíptica bíblica”, ESE, 311-3; The Book of Revelation, 55-58 respectivamente). Por supuesto, la simbología tanto en Daniel como Apocalipsis “debe ser vista, ante todo, dentro de la misma Escritura” (William Johnsson, “Apocalíptica bíblica”, TTA, 884-917).

[30]Raúl Quiroga, “Daniel 10: Una interpretación teológica desde una perspectiva apocalíptica”, Didajé 2, no. 1 (2013): 46.