La vida cristiana es hermosa, pero también desafiante. Satanás existe y siempre querrá que nos apartemos de los caminos de Dios. Sin embargo, si permitimos que el Espíritu Santo influya positivamente en nuestras vidas y, con su ayuda, experimentamos la salvación como buenos mayordomos y evangelistas, difícilmente nos alejaremos de Cristo. Todo dependerá de nuestra decisión personal.
I. Un nuevo estilo de vida
- Cuando una persona decide entregar su vida a Cristo, lo manifiesta públicamente a través del bautismo. Y aunque ya venía escuchando la voz del Espíritu Santo días, meses o incluso años antes, es a partir del día de su bautismo que inicia de manera consciente y plena la experiencia de la salvación.
- En el bautismo, se le imputa al creyente la justicia de Cristo y es declarado justo. Esto ocurre porque ha aceptado por fe a Cristo como su Salvador, recibiendo la salvación por gracia.
- Sin embargo, la obra de Dios en su vida no termina en la justificación. El nuevo creyente, al haber sido salvado, es ahora llamado a experimentar esa salvación, lo cual da inicio al proceso de santificación.
- La santificación responde a la pregunta: ¿cómo vive y experimenta la salvación aquel que ha sido justificado? Y se sustenta con los siguientes textos bíblicos:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Romanos 6:1-3).[1]
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2). - Esta experiencia se evidencia en un nuevo estilo de vida. Al haber nacido de nuevo, el creyente es llamado a vivir de manera distinta a como lo hacía antes del bautismo.
“Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15-16). - ¿Por qué debe experimentar un nuevo estilo de vida? Porque al bautizarse, la persona cambia de reino: deja el reino de este mundo, gobernado por el pecado y las tinieblas, y entra en el Reino de los cielos, cuyo Soberano es Jesucristo. Ambos reinos son antagónicos, con estilos de vida completamente opuestos.
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5:8). - En conclusión, al bautizarse, la persona nace de nuevo, es adoptada por Dios y se convierte en su hija. Al formar parte del Reino de los cielos, es llamado a vivir de acuerdo con sus principios. Esa transformación de vida es precisamente la experiencia de la salvación, que se resume en una sola palabra: santificación.
II. La obra del Espíritu Santo
- Pero lo más importante se encuentra en Hechos 2:39:
“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. - Cuando una persona se bautiza, no solo sus pecados son perdonados, sino que también recibe al Espíritu Santo, quien es una de las Personas divinas de la Trinidad. La persona inicia un camino de aprendizaje y salvación.
- De acuerdo con el plan de salvación, el Espíritu Santo cumple diversas funciones en su relación con el ser humano y su proceso de redención:
a. Guía a los pies de Cristo.
b. Otorga dones espirituales.
c. Intercede por nosotros.
d. Fortalece al creyente.
e. Ilumina para interpretar las Escrituras.
f. Ablanda los corazones humanos.
g. Capacita y prepara a los hijos de Dios para la predicación del evangelio. - Estas funciones, en el creyente recién bautizado, tienen un solo propósito: que experimente la santificación. El buen Espíritu llevará a cabo una serie de acciones para que la persona permanezca en Cristo y se prepare para la segunda venida.
- Para ello, el Espíritu influirá positivamente a través de la Biblia, transformando la cultura del creyente para que su profesión de fe sea plenamente bíblica. Al conocer la Verdad y la voluntad de Dios, podrá experimentar la salvación desde una perspectiva conforme a las Escrituras. Principalmente, llegará a conocer a Cristo “cara a cara”, al Cristo revelado en las Escrituras. Esto se evidencia en:
“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17).
“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). - Lo mejor de todo es que el Espíritu lo ayudará a no pecar contra Jehová. Pero, en caso de que llegue a transgredir algún mandamiento divino, el Espíritu intercederá por él para que pueda recibir el perdón. Esto se evidencia en Romanos 8:26: “De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues ¿qué hemos de pedir como conviene?, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.
- Asimismo, el Espíritu capacitará al recién convertido para que use sus dones espirituales. Sabe muy bien que, si el cristiano no los pone en práctica, fácilmente podría alejarse de Cristo y de su salvación. Por ello, el Espíritu capacita y obra en la persona para que utilice sus dones en beneficio de la iglesia y, sobre todo, para su propio crecimiento espiritual.
- Finalmente, estos dones tienen como propósito que el recién convertido cumpla la misión en Cristo. Si bien dicha misión suele resumirse en “predicar”, en realidad consiste en guiar a muchas personas a los pies de Cristo, para que se conviertan en sus discípulos de manera inmediata.
III. Un mayordomo fiel y misionero
- Cuando la persona entrega su corazón a Cristo se convierte en un discípulo cristiano. A partir de aquel momento, es llamado para experimentar el estilo de vida cristiano y para ser un misionero. Elena G. de White fue clara: “Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero”.[2]
- Para cumplir la misión, el recién converso necesita tener algunos hábitos espirituales con el fin de llevar a muchas personas a los pies de Cristo, entre ellos:
1. Leer la Biblia todos los días, participando del plan Reavivados por su Palabra, con el propósito de conocer mejor la Palabra de Dios y estar mejor preparados al momento de predicar.
2. Orar diariamente por su crecimiento espiritual y por los futuros candidatos al reino de los cielos.
3. Planificar dar estudios bíblicos semanalmente. Aunque existen diversas estrategias de evangelismo, nada supera el impacto de compartir estudios bíblicos en el hogar del interesado. Si por motivos laborales no es posible durante la semana, se pueden realizar los sábados por la tarde dentro del programa Tardes Misioneras.
4. Invitar a amigos, familiares y compañeros de trabajo a los cultos, actividades y semanas de evangelismo organizadas por la iglesia.
5. Involucrar también al cónyuge e hijos en el cumplimiento de la misión. No hay nada mejor que compartir la experiencia de dar estudios bíblicos junto a la esposa o el esposo.
6. Planificar con anticipación las acciones evangelísticas que se llevarán a cabo para llevar a muchas personas a los pies de Cristo, considerando, por ejemplo, el Método de Cristo para testificar:
“Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces, les pedía: ‘Sígueme’”.[3]
A partir de esta declaración, podemos resumir cinco pasos clave para comenzar a testificar de Cristo:
1. Desear el bien
2. Mostrar simpatía
3. Suplir las necesidades
4. Ganar la confianza
5. Comenzar con el estudio bíblico - El nuevo converso no solo es llamado a testificar de Cristo, sino también a vivir la mayordomía cristiana. El propósito de la mayordomía es que el recién convertido se convierta en un verdadero adorador.
- La verdadera adoración se evidencia en todo el estilo de vida cristiano, que incluye:
1) Su devoción personal, que incluye la oración y la lectura diaria de la Biblia, los escritos de Elena de White, la Lección de Escuela Sabática y la devoción matutina.
2) Su labor misionera, como expresión activa de su fe.
3) Sus relaciones interpersonales en el hogar, el trabajo, la iglesia y con sus vecinos, las cuales reflejan su carácter cristiano.
4) Su salud física, evidenciada en una alimentación equilibrada y la práctica regular de ejercicio.
5) Su honradez, demostrada en la devolución fiel del diezmo y su gratitud mediante la entrega de ofrendas.
6) La música que escucha, la cual, de preferencia, debe ser cristiana y edificante.
7) Sus acciones solidarias, especialmente en favor de los más necesitados.
8) El uso constante de sus dones espirituales; entre otros. - Es recomendable que todas estas acciones sean constantes; es decir, que se conviertan en hábitos espirituales en toda persona que ha entregado su vida a Cristo. Al practicarlos, no solo crecerá en su relación con Dios, sino que el recién convertido evidenciará que es un fiel discípulo y mayordomo del Maestro.
- Por supuesto, para experimentar plenamente el discipulado y la mayordomía cristiana —dos caras de una misma moneda—, el creyente necesita depender total y exclusivamente del Espíritu Santo. Sin la obra diaria del Espíritu, la experiencia de la salvación difícilmente sería una realidad. Por ello, es recomendable tener siempre presentes los siguientes textos de las Escrituras:
Romanos 8:13-14: “…si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”.
1 Pedro 1:2: “…elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo…”.
Juan 15:5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”.
Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio…”.
Llamado
Dios invita a toda persona recién convertida a experimentar la salvación bajo la influencia y la obra del Espíritu Santo. Esta transformación se evidenciará a través de un estilo de vida cristiano coherente. Sin embargo, para que esto sea una realidad, es fundamental pedir cada día la presencia del Espíritu y permitir que Él dirija nuestra vida. Si hay comunión constante con el Espíritu, el discípulo se convertirá en un misionero y mayordomo conforme al corazón de Dios.
¿Deseas pedirle al Buen Espíritu que obre en tu vida y ser siempre un verdadero adorador? Oremos.
Referencias:
[1]La versión a usar es la Reina Valera 1995.
[2]El deseado de todas las gentes, 162.
[3]Ministerio de curación, 102.