La tercera bienaventuranza del Apocalipsis (16:15)

La tercera bienaventuranza está en el contexto de las siete plagas postreras, y forma parte de la unidad literaria que va desde el capítulo 15 —que es la escena introductoria a la visión de las plagas— hasta el capítulo 19. Mientras que las plagas 6 y 7 registran escenas relacionadas al Armagedón, estas se amplían en los capítulos 17 y 18, culminando en el capítulo 19 con la segunda venida de Cristo.[1] Al registrarse en la sexta plaga (16:12-16), Apocalipsis 16:15 cumple una función parentética[2] de la visión o de las mismas sexta y séptima plagas, y le da la connotación espiritual al Armagedón. Como contexto inmediato, este macarismo se ubica en las escenas que competen al Armagedón (Apo 16:13-16),[3] y “son temáticamente subsecuentes a Apo 17-19, en razón de un esclarecimiento que adiciona nuevos datos y los elabora aún más”.[4]

Las siete plagas están en el cuarto septenario del Apocalipsis, cuyo cumplimiento es futuro y antecede a la segunda venida de Cristo. Por el registro introductorio de 15:5-8, estos castigos divinos caen sin misericordia divina; y, por las escenas escatológicas del libro, quienes las recibirán son los que tengan la “marca de la bestia” (Apo 16:2). Por el contrario, aquellos que permanecerán en pie —expectantes— serán los 144.000 sellados.

La sexta plaga (Apo 16:12-16) anuncia la última batalla, llamada el “Armagedón”, cuyos bandos serán la trinidad satánica (conformada por el dragón, la bestia y el falso profeta [la bestia terrena], una parodia de la Trinidad) y los reyes del oriente (quienes son el Padre y el Hijo, acompañados de su ejército celestial). Esta será una batalla espiritual entre Babilonia y sus hijas, versus la Trinidad y su remanente. Babilonia y los impíos perpetuarán la “gran tribulación” (Apo 7:14; Dan 12:1) contra los sellados, con el propósito de destruirlos. El antagonismo entre los “tres espíritus” de Apocalipsis 16:13 y los tres ángeles de Apocalipsis 14:6-12 (que representan al remanente de Apo 12:17), será latente. Esta lucha llegará a su fin con la manifestación gloriosa de Cristo y sus ángeles (Apo 19:11-16). Como declara Norman Gulley,

El Armagedón es una parte del éxodo final. Es la ejecución del veredicto anterior al advenimiento. Ocasiona la destrucción del enemigo mundial contra el pueblo de Dios y la liberación del pueblo de Dios. Es el éxodo en una escala global.[5]

Es en esta batalla espiritual que se presenta el tercer macarismo.

Apocalipsis 16:15 inicia con un presente futurístico (“he aquí, vengo como ladrón”), y tiene como paralelo Apocalipsis 3:3, 18, que registra los mensajes a las iglesias de Sardis y Laodicea.[6] Beale enfatiza que “el antecedente principal es el doble paralelo de las exhortaciones del capítulo 3”,[7] y el texto veterotestamentario al que Juan alude, probablemente, sea Ezequiel 16:36-39.[8] Asimismo, es posible que 16:15 sea la expansión de Lucas 12:37-38 y un recordativo de Amós 2:16.[9] Parece que la persona que declara esta bienaventuranza, es Jesucristo.

Este macarismo se puede estructurar de la siguiente manera:

Apocalipsis 16:15 inicia con dos acciones del bienaventurado: “velar” y “guardar sus ropas”. El creyente necesita velar y guardar sus ropas para experimentar la esencia de la felicidad.

La palabra “velar”, en griego, es grhgorew,[10] y bíblicamente significa “vigilar”, “estar alerta”, “estar vigilante”; implica dedicación total (en todo momento y lugar), preocupación por los asuntos espirituales y principalmente, por la segunda venida de Cristo. En la LXX, tal palabra aparece seis veces (Neh 7:3; Jer 5:6;[11] 38:28 [2x]; Lam 1:14;[12] Dn 9:14); en los evangelios aparece 13 veces, específicamente en las palabras de Jesucristo, cuando trató sobre la parusía [Mat 24:42, 43; 25:13; 26:38, 40, 41; Mr 13:34, 35, 37, 38; Luc 12:37]). También, Pablo la utilizó en sus mensajes y epístolas (Hch 20:31; 1 Co 16:13; Col 4:2; 1 Tes 5:6, 10, y señaló que “velar” implica orar, estar firmes en la fe y esforzarse); la misma idea de Pedro (1 Ped 5:8) y Juan en Apocalipsis (3:2, 3; 16:15). La contra parte de esta actitud es el acto de “dormir” y de no preocuparse por lo advertido (Mat 26:40); todo por la “debilidad” (Mat 26:41).

La expresión “guardar sus ropas” (thrwn ta imation) significa mantener limpio el vestido (“ropas blancas” [Apo 3:5; 4:4]) y tener dignidad (Mr 15:20; Ap 3:4). En el pensamiento hebreo, era una vergüenza no permanecer con las ropas limpias, porque representaban la condición de la persona (Isa 3:6; 1:18; 59:6; Apo 3:18). Permanecer con vestiduras limpias representa “santidad” (Mat 17:2; Mr 9:3); por el contrario, la mancha representa pecaminosidad (Isa 14:19; Stg 5:2; Apo 3:4) y culpa (Hch 7:58; 18:6). Sin embargo, por la gracia salvadora de Dios, Él está dispuesto a colocar “vestiduras de salvación” al pecador arrepentido (Is 61:10; Zac 3:1-5), las cuales representan la justicia de Cristo; y aquellos que permanezcan con ellas, podrán participar del gran banquete del Cordero (Mat 22:11-12; 2 Cor 5:2-3). En el tiempo del fin, “guardar las ropas” implica obedecer los mandamientos, el “testimonio de Jesús” y cumplir la misión profética.

El término “desnudo” (gumnoj) representa la condición de pecado de la persona (Apo 3:17), produce vergüenza (aivscunh; Is 20:4) —a tal punto de alejarse de la presencia de Dios (Gén 3:11)—, y es resultado de los juicios divinos (Isa 20:3-4; Eze 16:39; 23:29; Apo 17:15). En el AT, Israel, en rebeldía contra el Creador, era representado como una prostituta y una mujer desnuda (Eze 16:7-8, 22; Os 2:2, 3). Los cautivos eran llevados desnudos hacia su destino (2 Cró 28:15; Isa 20:4; cf. Job 24:10). Para el judaísmo, la experiencia de la desnudez era una de las más terribles que podría existir.

De este modo, la bienaventuranza de 16:15, revela que el cristiano es bendecido y feliz, al momento de velar y guardar sus ropas; que es la experiencia de la salvación diaria. Él se dedica a los asuntos del cielo, recibe la justicia de Cristo día a día, y persevera hasta el fin. Ama a Cristo. No permite que le quiten sus ropas.

En el contexto del Armagedón, Apocalipsis 16:15 toma aun más relevancia, porque la experiencia de los santos es crítica. Ellos estarán expectantes en la caída de las siete plagas y serán perseguidos por Babilonia. A pesar de ello, los bienaventurados continúan velando, no permitiendo que la justicia de Cristo les sea arrebatada. Se enfocan en la presencia protectora de Cristo, y no en la crisis.[13] Aquí, la perseverancia es importante, porque saben muy bien que “pestañar” les puede llevar a la perdición. Por el contrario, si llegaran a “cabecear”, serán desnudados —elemento de juicio— y experimentarán la vergüenza, la condenación. ¿Ante quiénes? Probablemente, ante el universo expectante, los ángeles y los redimidos que morarán con Cristo por la eternidad. En el caso que no hayan velado, participarán del juicio para muerte eterna.

Fuente: Oscar S. Mendoza, Las siete bienaventuranzas del Apocalipsis (España: Ediciones Fortaleza, 2019), 63-75.


Referencias:

[1]Apocalipsis 17-19 describe la “explicación detallada de la caída de Babilonia” (LaRondelle, Las profecías del fin, 384). Algunos han sugerido la unidad que incluyen los capítulos 15 al 18, por las relaciones existentes (Mueller, “Microestructural Analysis of Revelation 4-11”, 632); no obstante, es recomendable incluir el capítulo 19, por las siguientes razones: (1) el Armagedón culmina con la victoria de Cristo en su segundo retorno, evento que se encuentra en Apocalipsis 19; (2) Apocalipsis 19:2 registra la reacción de la gran multitud en el cielo, declarando que el juicio a la “ramera” fue justo (en este sentido, la expresión “ha juzgado a la gran ramera” sería un elemento unificador con 17-18); (3) la expresión “después de esto” (19:1) es común en Apocalipsis (1:19; 4:1; [2x]; 7:1, 9; 9:12; 15:5; 18:1; 19:1; 20:3), permitiendo entender que el capítulo 19 es la continuación del capítulo 18. En Apocalipsis, “Después de esto” (Meta tauta) funciona como un “marcador de secuencia” para las visiones que recibe Juan y para las narrativas de los eventos apocalípticos presentados en estas visiones (ver Richard A. Sabuin, “Meta Tayta in Revelation: An Examination of Sequential Pattern in the Book of Revelation”, Journal of Asia Adventist Seminary 13, n.º 1 [2010]: 29-47).

[2]Como hay una advertencia y una bienaventuranza, algunos han sugerido que este pasaje es una “intrusión” o “interpolación” (Josephine Massyngberde Ford, Revelation, ABC, eds. I. Howard Marshall y Donald A. Hagner [Doubleday, NY: The Anchor Bible Doubleday, 1975], 32:105; James Moffatt, The Revelation of St. John the Divine, en The Expositor´s Greek Testament, ed. W. Robertson Nicholl [Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1956], 5:448). No obstante, es común en el Apocalipsis que haya textos parentéticos (13:9, 10; 14:12; 20:7, 8), los cuales, como se ha estado tratando, siempre están ligados a su contexto literario inmediato. No se los puede entender aisladamente.

Otros, como Beale, 836; Smalley, 411; Ladd, 160, ven a este texto parentético como una exhortación, semejantes a las que registran Apocalipsis 13:9 y 14:12.

[3]Sobre el Armagedón, véase William Shea, “The Location and Significances of Armageddon in Rev 16:16”, AUSS 18, n.º 2 (1980): 157-162; Hans LaRondelle, Chariots of Salvation: The Biblical Drama of Armageddon (Washington, DC: Review and Herald, 1987); Ibíd., “The Biblical Concept of Armageddon”, JETS 28, n.º 1 (1985): 21-31; Ibíd., Las profecías del fin, 395-425; Jon Paulien, “Armageddon”, en The Anchor Bible Dictionary, ed. David Noel Freedman (Garden City, NY: Doubleday, 1992), 1:395; Marcos Blanco, “Origen y significado de Armagedón”, Enfoques 14, n.º 1-2 (2002): 23-37; Roland E. Loasby, “‘Har-Magedon’ According to the Hebrew in the Setting of the Seven Last Plagues of Revelation 16”, AUSS 27, n.º 2 (1989): 129-132. Para Osborne, 663, el Armagedón fue predicho en el AT (Ez 38-39; Zc 12-14; Jl 2:11; 3:2), en la literatura judaica Antigua (1 En 56:7, 8; 90:15-19; 94:9-11; TeDã 5:10, 11; 2 Ed [4Ed] 13:33-39) y en el NT (2 Ts 2:8). Esta batalla es descrita como “el gran día del Dios todopoderoso”, semejante a Apocalipsis 6:17.

[4]Carlos Olivares, “Un análisis en la determinación de una estructura para el Apocalipsis: Implicaciones”, Theo 22, n.º 2 (2007): 239. También, ver LaRondelle, “Contextual Approach to the Seven Last Plagues”, SR-Book 2, 146.

[5]El caballo de Troya de Satanás: La victoria final de Dios, trad. David Gullón (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2006), 186. “El nombre Armagedón debe ser tomado simbólicamente. No se refiere a ningún territorio geográfico ya sea en Palestina o en otro lugar, sino más bien el conflicto espiritual global final en que la trinidad satánica y sus fuerzas sufrirán su derrota total y final mediante Cristo y sus ejércitos” (Stefanoviç, Revelation, 497).

[6]Beale, 836-838; Smalley, 411-412; Osborne, 663-664; Bauckham, The Climax of Prophecy, 106; Stefanoviç, Revelation, 502-503.

[7]Beale, 838. Él enfatiza un “antecedente primario”, porque algunos han sugerido colocar a la escena del templo que registra Apocalipsis 15:5-16:7 como paralelo principal. ¿La razón? Probablemente, por lo indicado en la Middoth 1.2, donde se señala que si los guardias se quedaban dormidos, sus ropas eran retiradas y quemadas, y ellos eran enviados desnudos. Con todo, “esta costumbre puede arrojar algo de luz sobre el significado del texto” (Stefanoviç, Revelation, 488; cf. Frederick F. Bruce, “The Revelation to John”, en A New Testament Commentary, ed. G. C. D. Howley [Grand Rapids, MI: Zondervan, 1969], 657).

[8]Beale, Revelation, 838. Beale, en la misma página, señala que “Ezequiel 16 es aludido con el fin de advertir a los creyentes de la comunidad del nuevo pacto, a no repetir los pecados comprometedores de Israel”.

[9]Bauckham, The Climax of Prophecy, 105.

[10]En el AT, un sinónimo de “velar” es avgrupnew, que significa “estar alerta”, “tener cuidado” (ver Sal 127:1; Prov 8:32).

[11]En el texto, avgrupnew significa acechanza.

[12]Aquí, la palabra connota “atadura”, mas que “velar”.

[13]Gulley, 83-93.