¡No critiquemos a los fríos!

Muchas veces, hemos oído palabras o expresiones como: “Estoy mal espiritualmente, hay mucha frialdad en mí” o “La frialdad del cristiano representa alejamiento y orgullo”. Varios suponen, erradamente, que estar “frío” es algo negativo o representaría algo malo. Sin embargo, como veremos en este blog, la frialdad —a la luz de Apocalipsis 3:15-16— es algo positivo; por ello, no es recomendable criticar a los fríos.

El deseo divino

Al leer Apocalipsis 3:15, lo primero que debemos resaltar es el deseo divino. El texto registra lo siguiente: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!” (énfasis añadido). Aquí, claramente, el Señor quiere que sus hijos sean fríos o calientes, más no tibios. Esto permite sugerir que tanto lo caliente como lo frío son positivos; a diferencia de la tibieza, que es negativa.

Por supuesto, algunos quizás no coincidan con esta interpretación, porque muchas veces hemos considerado a los “fríos” como malos cristianos o soberbios, carentes de espiritualidad y apartados del Creador; sin embargo, Apocalipsis 3:15 no revela tal cosa. Si Dios anhela que nosotros seamos salvos y, a la vez, quiere que seamos fríos; entonces, la frialdad es una temperatura favorable para quien desea experimentar la salvación.

Claro está que el Señor no desea que seamos tibios. ¿La razón? Creo que lo que experimentaban los laodicenses en el primer siglo podría ampliarnos el panorama. La Iglesia de Laodicea estaba ubicada en Asia menor, en una ciudad que llevaba el mismo nombre. Esta ciudad fue fundada por Antíoco II, quien la nombró así en honor a su esposa y hermana Laodice. En Laodicea, había unos manantiales termales (Hierápolis), los cuales proveían de agua a los pobladores. El problema era que, por su gran cantidad de minerales, el agua causaba náuseas a quienes la bebían. Esto, evidentemente, generaba rechazo en los pobladores.

Con esto en mente, podemos entender por qué en el mensaje a Laodicea el Señor rechaza la tibieza y opta por vomitar a los tibios. En este caso, la tibieza representa algo negativo y hoy muchos creyentes la están experimentando. Por su parte, el vómito representa al juicio o castigo que los tibios experimentarán en la segunda venida de Cristo.

A la luz de Apocalipsis 3:14-22 ¿a qué representa la tibieza? El versículo 17 provee la respuesta, representa soberbia y orgullo. El creyente es tibio, porque su nivel de orgullo e independización de Dios ha aumentado. Tiene una imagen sobrevalorada de sí mismo. El tibio considera que su estilo de vida cristiano es tan elevado que no necesita del Espíritu Santo para ser salvo, experimenta una salvación por obras. Él se independiza de Dios y deja de orar, leer la Biblia y testificar; pero sí asiste al templo y al Grupo Pequeño, hasta puede tener algún cargo en la iglesia. Es “obediente”, más no tiene comunión con Cristo. El tibio es el orgulloso y soberbio. Esta es la razón porqué Dios no quiere que seamos así.

Quién es un frío

Para reconocer a un “frío”, sugiero leer la parábola del Fariseo y el publicano que registra Lucas 18:9-14; es recomendable leerla porque, también, nos reforzará la interpretación de que la tibieza representa orgullo.

La parábola presenta a dos personas: un fariseo y un publicano. El fariseo, delante de Dios, “oraba consigo mismo” (v. 11) y criticó duramente al publicano. Resaltó sus acciones para quedar, aparentemente, bien con el Creador. Evidentemente, su nivel de orgullo es muy elevado. Por su parte, el publicano “no quería ni aun alzar los ojos al cielo” (v. 13). Se sentía indigno y mostraba una actitud penitente, deseaba el perdón divino; es más, no mencionó ninguna acción buena ni se puso a criticar al fariseo. Prefirió resaltar la misericordia del Señor antes que sus acciones. Su nivel de humildad es grande.

Leyendo Apocalipsis 3:15-16 y a la luz de Lucas 18:9-14 ¿en qué temperatura se encontraba el fariseo? Sin lugar a dudas, estaba tibio. Como su nivel de orgullo era elevado, este fariseo representa a los creyentes tibios, quienes se caracterizan por su alto nivel de orgullo e independización del Señor Jesús. ¿Y en qué temperatura se encontraba el publicano? Por supuesto, por su humillación al Creador, estaba frío. Este publicano representa a los creyentes penitentes que se humillan a nuestro Dios. Así, sugiero que la frialdad representa humildad y dependencia total en Jesucristo.

La parábola termina señalando que el publicano —el frío— regresó a su casa justificado/salvado. El Señor, por su humildad, lo perdonó y lo purificó de sus pecados. En el caso del fariseo, regresó tal como ingresó al templo. Lo triste es que él pensaba que ya era salvo; y no nos debería sorprender, ya que todo soberbio tiene una imagen distorsionada de sí mismo y de su experiencia de salvación.

Entonces, la tibieza representa orgullo y soberbia, y la frialdad representa humildad y dependencia al Creador. Por ello, la frialdad es algo positivo en la vida del creyente. Por eso el Señor le dijo a Laodicea que Él preferiría al caliente o al frío. Para Dios, es preferible ver a un frío que se humilla ante Él rogando por poder y misericordia, que a un tibio con un ego colosal que no desea tener comunión con Él y resalta más sus obras.

A manera de resumen:

CalienteFríoTibio
1. Humilde y dependiente de Cristo. Resalta la obra salvífica de Dios.
2. Permite la obra del Espíritu Santo en su vida.
3. Tiene comunión diaria con Cristo (Biblia, oración y testificación).
4. Experimenta un estilo de vida bíblico.
1. Se humilla ante el Salvador. Siente culpa y clama por perdón.
2. Necesita mucho de la misericordia de Cristo.
3. Está dispuesto a permitirle al Espíritu Santo que obre en su vida.
4. Decide entregar su corazón a Cristo para experimentar la salvación.
1. Orgulloso y soberbio. Resalta sus obras. Distante de Dios.
2. Rechaza la obra del Espíritu Santo en su vida.
3. Experimenta un doble estilo de vida (formal y secular).
4. Asiste al templo, pero no tiene comunión con Dios.
Reflexión

La frialdad, a la luz de Apocalipsis 3:15-16, es algo positivo. Como dice el texto, el Señor desea que seamos fríos o calientes. Por ello, cuando veamos a un hermano que diezma y “guarda” el sábado, pero no desea tener comunión con Dios, peor aún si tiene un nivel de orgullo muy elevado, no digamos que él está “frío”; en realidad, él está “tibio”.

No permitamos que el orgullo domine nuestro corazón. Nunca resaltemos nuestras buenas obras —las cuales son comparadas en Isaías 64:6 como “trapos de inmundicia”—; al contrario, enfaticemos siempre las obras de Cristo. La humildad y la dependencia en el Señor siempre deben ser las características principales de todo creyente.

Si hemos pecado o nos hemos alejado de Dios, Él desea que nos humillemos ante Su presencia, que tengamos la misma actitud que la del publicano. Entonces, el Espíritu Santo nos calentará, obrará poderosamente en nosotros y seremos salvados por su gracia.