¿El Señor Jesús pasó del lugar santo al lugar santísimo en 1844 d. C.? (parte V)

6. Razones por qué muchos rechazan 1844 d.C. y el santuario celestial

Según Fernando Canale, la razón principal por la que muchos rechazan el hecho de que Cristo hizo algo nuevo en 1844 d. C. y en su santuario celestial, es porque entienden la realidad de Dios y de las cosas celestiales desde una perspectiva filosófica griega clásica, principalmente la de Platón. Ellos interpretan la realidad de Dios (ontología) con presuposiciones filosóficas griegas y no bíblicas,[1] concluyendo de que Dios es un ser atemporal, y no temporal.

Dios sería un Ser atemporal, en el sentido de que Él no podría actuar en el tiempo ni en el espacio. Por tanto, si Él no puede actuar en el espacio, el santuario celestial sería simplemente una metáfora y no un lugar real o espacial. Dios, al no actuar en el espacio, no podría moverse de una habitación a otra; así, el Creador no habría pasado de un lugar a otro en 1844 ni en ningún otro año. Desde este punto de vista, el trono del Señor sería estático y no sería dinámico.

Algo semejante sucede con el tiempo. El Señor —al ser atemporal— no actuaría en el tiempo, lo que nos llevaría a rechazar 1844 d. C. Si Él no puede actuar en el tiempo, tampoco haría algo nuevo, no habría una nueva función en el plan de salvación. En realidad, ya no habría plan de salvación, sino simplemente el decreto divino de quién se salva y quién se pierde, y la muerte de Cristo ya no sería el acto principal de dicho plan, sino simplemente un acto simbólico o representativo del amor de Dios.

Entonces, no sorprende por qué muchos no adventistas rechazan el santuario y 1844 d. C. Penosamente, interpretan las Escrituras con presuposiciones filosóficas griegas y no bíblicas. El problema es que, al comprender erradamente la realidad de Dios, terminan malinterpretando toda la Escritura; peor aún, al no considerar al santuario como eje o clave para interpretas la Biblia, llegan a interpretaciones erradas sobre otras verdades bíblicas. Por ejemplo, gracias a la filosofía griega, ellos han malinterpretado la naturaleza del ser humano y el estado de los muertos, llevándolos a creer que hay vida después de la muerte, creencia principal del espiritismo moderno. Tampoco sorprende por qué muchos de ellos abogan por el preterismo y el futurismo; si Dios no actúa en el tiempo, mejor se envía el cumplimiento de las profecías de Daniel y Apocalipsis a un pasado remoto (como lo hace al Preterismo) o a un futuro distante (como lo hace el Futurismo). ¿Ahora se entiende mejor por qué se rechaza mucho al Historicismo? Por su parte, las Sagradas Escrituras revelan explícitamente a un Dios que experimenta el tiempo y el espacio.

Rechazar la verdad bíblica del santuario y 1844 d. C. llevará a cualquier creyente a rechazar las verdades bíblicas del santuario, principalmente, a comprender mejor el plan de salvación. Al momento de leer las Escrituras, es recomendable recurrir a los profetas Pablo, Moisés, Juan, etc., y no a filósofos o teólogos con influencia griega, tales como Platón, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Juan Calvino o Martín Lutero.

Conclusión

Bíblicamente, sí se puede demostrar la existencia de un santuario celestial y su correspondencia tipológica con el terrenal. Pero, es recomendable no ser literalista. Por su parte, el trono divino es dinámico, no es estático. No esperemos que este sea inamovible, ubicado solo en el santísimo.

La Biblia sí revela un servicio “continuo”, desde el año 31 hasta 1844 d. C., en el lugar santo del Santuario celestial; y también demuestra que desde 1844 d. C., Cristo está en el lugar santísimo, dirigiendo el juicio investigador.

Aún así, la interpretación de que Jesús pasó del santo al santísimo en 1844 d. C., sugiero, es una verdad implícita en las Escrituras. En el caso de un cambio funcional en ese mismo año, sí, es explícita.

Fuente de la imagen: https://record.adventistchurch.com/2020/02/28/sanctuary-cleansed/


Referencias:

[1]Para un mayor estudio sobre la influencia platónica en la comprensión del ser de Dios, ver Fernando Canale, A Criticism of Theological Reason: Time and Timelessness as Primordial Presuppositions (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1983); Norman Gulley, Systematic Theology: Prolegomena (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2003), 3-46; John Peckham, The Doctrine of God: Introducing the Big Questions (London: T&T Clark, 2020); ibid., Divine Attributes: Knowing the Covenantal God of Scripture (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2021); ibid., Canonical Theology: The Bible Canon, Sola Scriptura, and Theological Method (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2016); ibid., The Love of God: A Canonical Model (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2015), Denis Kaiser, “The Biblical Sanctuary Motif in Historical Perspective”, en Scripture and Philosophy: Essays Honoring the Work and Vision of Fernando Luis Canale, eds. Tiago Arrais, Kenneth Bergland y Michael W. Younker (Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society, 2016), 154–193; Roy Graf, “¿Por qué los evangélicos no creen en el santuario celestial? Breve análisis del caso de Millard Erickson”, Berit Olam 8, no. 1 (2011): 29-45; Oscar S. Mendoza, “El adventismo como remanente, sus fundamentos teológicos y su papel en un mundo cristiano pluralista”, en El conflicto cósmico y la misión de la Iglesia, ed. Ezequiel Gonzales, Roy Graf y Joel Iparraguirre (Los Ángeles, CA: Southern California Conference, 2021), 47-67; Nhilo A. Jaimés, “‘Mit fried und freud ich fahr dahin!’: La inmortalidad del alma en los escritos de Martín Lutero de 1517 a 1522”, DavarLogos 22, no. 1(2023): 60-95.