Una de las pruebas más contundentes de la espiritualidad de un creyente radica en su disposición para predicar el evangelio. Aquellos que se comprometen con esta misión no solo demuestran tener a Cristo en sus vidas, sino que también revelan la obra activa del Espíritu Santo en ellas. Para un mayor sustento, leamos lo que escribió Elena G. de White: “El primer impulso del corazón regenerado es el traer a otros también al Salvador”.[1] Otra de sus declaraciones: “Una persona verdaderamente convertida no puede vivir una vida inútil y estéril”.[2] Una última afirmación: “Cada verdadero discípulo, nace en el reino de los cielos como misionero”.[3]
Algunos personajes bíblicos, tras experimentar la redención de Cristo, se dedicaron de inmediato a cumplir la misión redentora. Leamos Isaías 6:8: “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”. También Hechos 9:6: “Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. Considérese Juan 4:28-29: “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?” (la cursiva es para énfasis). Tras experimentar la redención del Señor, su primera decisión fue cumplir la misión encomendada por Él.
La predicación del evangelio forma parte del estilo de vida cristiano. Si tiendes a planificar tu semana y aspiras a incorporar la predicación como hábito, te recomiendo que lo incluyas en tu agenda. Por ejemplo, podrías planificar ofrecer tres estudios bíblicos semanalmente, preferiblemente durante el sábado y/o el domingo. Asimismo, podrías unirte con tu familia en actividades solidarias, como donar ropa, alimentos, artículos de higiene, entre otros. No solo eso, también podrían visitar hospitales, clínicas, asilos, albergues, cárceles, y demás lugares donde se necesite apoyo y compañía.
También es importante considerar el plan de trabajo de la iglesia y del campo local (Misión o Asociación). El compromiso cristiano va más allá de simplemente ofrecer estudios bíblicos; también implica guiar a las personas hacia el bautismo y acompañarlas en su crecimiento espiritual. Por ejemplo, luego de la culminación de Semana Santa (marzo de 2024), podrías proponerte guiar a una o dos personas hacia el bautismo en el mes de junio. Después de este primer paso, podrías planificar guiar a más personas en el mes de septiembre. Establecer la meta de guiar a cuatro o cinco personas al bautismo por año sería un objetivo significativo. Te animo a proyectarte en esa dirección.
Finalmente, busca cumplir la misión utilizando tus dones espirituales. Si disfrutas predicar en el templo, considera hablar con tu pastor para que te incluya en el rol de predicadores. Si tienes el don del canto y lo haces muy bien, podrías ser el cantante principal durante los llamados en una semana de evangelismo. Sea cual sea tu don, úsalo para la predicación del evangelio.
Te animo a desarrollar el hábito de testificar. Dedica un número definido de horas cada semana para dar estudios bíblicos, predicar, entre otras actividades relacionadas. No hay nada más gratificante que llevar a la mayor cantidad posible de personas al bautismo.
Referencias:
[1]El gran conflicto (Washington, DC: Ellen G. White Estate, Inc., 2012), 76.
[2]Palabras de vida del gran maestro (Washington, DC: Ellen G. White Estate, Inc., 2012), 188.
[3]Deseado de todas las gentes (Washington, DC: Ellen G. White Estate, Inc., 2012), 162.